Miles de personas siguen saliendo del terreno donde se atrinchera el EI, en el pueblo de Baghuz, situado en el este del país. Entre ellas, muchos hombres y mujeres se niegan a reconocer la derrota.
Varias mujeres hacen amago de lanzar zapatos a los periodistas y arrojan piedras a las cámaras.
“Hemos salido pero habrá más conquistas”, “el Estado Islámico permanecerá y se extenderá”, “nos vengaremos y correrá sangre hasta la altura de las rodillas”, gritan.
Pasaron la noche a la intemperie cerca de Baghuz, en una posición de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) que llevan a cabo la ofensiva contra los yihadistas. Serán trasladadas a un campo de desplazados.
“¿No lees el Corán? ¿No te avergüenzas?”, suelta una de ellas, agarrando la trenza de una periodista que va sin velo. “Que Dios maldiga a las mujeres que parecen un hombre”, vocifera otra.
Otras mujeres sentadas en el suelo en grupos pequeños son más discretas, pero en cuanto una periodista de la AFP les pregunta algo, repiten el mismo discurso. “Esperamos la victoria, si Dios lo quiere”, clama Um Mohamed, de 47 años, originaria de la provincia de Al Anbar en Irak.
“RADICALIZADAS”
“Los canallas y los miedosos se fueron, y nosotras (las mujeres) nos fuimos porque éramos una carga para los hombres”, explica.Cuando se le pregunta por su marido, miembro del EI, Um Mohamed duda antes de responder: “Que esté vivo o muerto, doy gracias a Dios”.
Cerca de allí, algunas mujeres recitan las oraciones diarias. Un chico, cubierto de polvo, y con una mochila entona un canto religioso a la gloria del EI.
“El Estado del califato no desaparecerá, está grabado en los cerebros y corazones de los recién nacidos y de los niños pequeños” que salieron de Baghuz con sus madres, asegura una sexagenaria que no quiere dar su nombre.
Los yihadistas conquistaron en 2014 regiones sirias e iraquíes en las que proclamaron un “califato” que atrajo a miles de extranjeros.
El EI impuso un régimen de terror a millones de personas y estableció su propia administración, con acuñación de moneda, recaudación de impuestos, policía de la moral y programas pedagógicos en los colegios. Un protoestado que lo perdió todo, salvo, visiblemente, la lealtad de sus adeptos.
“La población del EI evacuada de los últimos vestigios del califato es ampliamente impenitente, determinada y radicalizada”, confirmó el jueves el jefe de las fuerzas estadounidenses en Oriente Medio, general Joseph Votel.
En la posición de las FDS, se cachea e interroga a los hombres sospechosos de pertenencia al EI. Luego los aíslan.
BAGDADI, “NUESTRO MODELO”
Al ver llegar a los periodistas, un hombre herido en un pie se levanta. Se desgañita denunciando el “terrorismo” de la coalición internacional y sus bombardeos.“Me rendí por culpa de mi herida. Pero acompañé al Estado Islámico desde el comienzo”, afirma a la AFP.
A su lado, Abdel Moneim Najia tampoco oculta su apoyo al EI, pese al desengaño.
“Se aplicaba la ley de Dios”, alega. “Pero había injusticias, algunos dirigentes robaron el dinero y abandonaron al pueblo”.
Según él, muchos desertaron, se las apañaron para irse, sobre todo a Irak o a Turquía.
“Cada tanto oíamos que el emir fulano o mengano había abandonado el grupo”, añade. “Y nosotros nos hemos quedado, hasta que las balas silbaban por encima de nuestras cabezas”.
Él no oculta su decepción con el “califa” Abu Bakr al Bagdadi, cuya suerte se desconoce. “Nos confió a gente que nos abandonó. El responsable es él, para nosotros es nuestro modelo”, afirma. Tiene 30 años pero aparenta muchos más con la barba y las canas.
Si tardó tanto en salir -dice- es porque sus primos son combatientes del EI y temía ser detenido por las FDS. La frustración no le impide desear más “conquistas” al “califato islámico” y a su jefe Bagdadi.