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Vallenar trajo la magia del desierto florido a Santiago

Como una manera de incentivar a turistas a presenciar dicho fenómeno y, también, para apoyar a emprendedores de la zona, se está realizando una muestra de los mejor del valle del Huasco en el hall central de Sernatur, en Providencia.
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Las lluvias caídas este año en la región de Atacama son la causa de uno de los fenómenos más hermosos de nuestro país y que ya se puede apreciar, que es el desierto florido. Es por eso que la municipalidad de Vallenar y Sernatur aprovecharon esta ocasión para realizar una muestra turística, con la idea de incentivar a los turistas a viajar a dicha localidad y poder ver la belleza de colores que se pueden apreciar en el árido desierto de Atacama.

“Lo mejor del valle de Huasco” es el nombre de la feria que estará abierto este jueves y viernes, desde las 10:00 a las 19 horas, en el hall central del edificio de Sernatur, ubicado en avenida Providencia 1550, donde también se podrá degustar y comprar una serie de artículos propios de la gastronomía y artesanía de la zona. El alcalde de Vallenar, Cristián Tapia, declaró a La Nación que “para nosotros venir a Santiago a presentar un evento tan importante, que es único en el mundo, como es el desierto florido, reviste la importancia de poder expandir y que se conozca no solamente Vallenar, sino que también el valle del Huasco y la región de Atacama, con todos sus atractivos turísticos. Pero también, dar el apoyo y fortalecer a todos estos pequeños empresarios y artistas que hacen un trabajo tan lindo con sus propias manos, para que conozcan nuestros productos, que degusten el pajarete, el aceite de oliva, la aceituna, nuestro queso y nuestros piscos”.

Cristián Tapia, alcalde de Vallenar (Fabián Vargas).

“Ha caído una buena cantidad de agua y no ha hecho tanto estragos como el 2015. La semana recién pasada tuvimos una lluvia de 31,5 milímetros, la cual fortaleció todas las semillas que se dan en el desierto. Ya ha llegado una gran cantidad de turistas y nosotros creemos que fácilmente vamos a sobrepasar las 500 mil o 600 mil visitantes. Hay hoteles que ya están colapsados, tienen reserva hasta fines del mes de septiembre”, informó la autoridad comunal.

Al ser consultado si son los extranjeros o los nacionales los que aprecian más el desierto florido, Tapia afirmó que “en un principio era muy atractivo para los extranjeros, porque veían las fotos de las flores en el desierto y se preguntaban cómo era posible. Muchos no valoramos lo que tenemos al lado nuestro, sino que lo hacemos cuando estamos lejos u otras personas nos vienen a señalar qué es lo que tenemos, pero en la actualidad se ve una gran cantidad de turistas nacionales”. De todas maneras, el alcalde señaló que Vallenar no sólo ofrece el desierto florido. “Nosotros estamos a 50 kilómetros de Huasco, tenemos una extensión costa hasta Caldera donde están las mejores playas de Chile. Además, estamos conectados con el valle y para llegar a Alto del Carmen se demora 35 a 40 minutos. La cordillera y el mar están bastante unidos y los atractivos turísticos son bastante grandes, como el río Huasco que viene pasando con cerca de 25 m³ por segundo, lo cual lo hace muy atractivo”.

PAJARETE, ACEITE DE OLIVA Y LA CULTURA DIAGUITA

En la muestra hay más de una decena de emprendedores de Vallenar que trajeron sus productos y artesanías propios de la zona. Es el caso de don Ángel Ponce, productor de aceite de oliva Azzáit. “Este aceite es de calidad premium, salió premiado como el mejor aceite de Sudamérica en Argentina, donde participaron 17 países, 220 aceites y yo salí primero”, informó a La Nación. Don Ángel señaló que “yo no era agricultor, yo era mecánico. Me jubilé, me dediqué a la agricultura y me gustó la elaboración del aceite de oliva. Llevo 10 años produciendo aceite y me ha ido muy bien, ya que he logrado lo que nunca antes había logrado en mi vida”. El aceite de oliva está en formato de 250 ml ($2.000), de 500 ml ($3.500) y de 2 litros ($12.000). Otro de los productos clásicos de la zona es el pajarete, como el que produce Carmen Véliz, que vino a la muestra en representación del Mercado Municipal de Vallenar.

El pajarete es un vino añejo dulce. Yo tengo del pajarete artesanal, como se hacía antiguamente. Mi pajarete tiene entre 11 a 11,5 grados de alcohol”, expresó.

Carmen Véliz, productora de pajarete (Fabián Vargas).

Explicó que para producirlo, “se corta la uva muy madura, se empacera entre 20 a 25 días sobre cañizo. Después de eso, se muele la uva sobre una zaranda, que es un armazón de puros fierritos de plata, se refriega la uva que está casi hecha pasa. Después se produce en el lagar el proceso de fermentación, se va tomando temperatura, grados de dulzor y luego se prensa y se pasa a las vasijas de roble o raulí, donde estará un año como mínimo. En general, los procesos de vinificación en Chile son casi todos iguales y lo que le da su características son los microclimas, las variedades de la uva, la calidad de la vasija y el tiempo de maduración”.

Carmen Véliz agregó que “desde mis abuelos en adelante somos que productores de pajarete y de pisco. Como es una producción limitada, mi idea es mantener lo tradicional y debido a eso sigo trabajando el pajarete artesanal. El pajarete en sí es un producto que le ha dado una imagen y un prestigio a la zona, una identidad”. El precio de su producto varía según los años de añejo. Es así como el de 8 años tiene un precio de $18.000, el de 6 años vale $15.000 y el normal de ¾ que va en cajita vale $7.000.

También está presente la artesanía, como la que trae el artista Enzo Páez quien posee un taller con alumnos que trabajan la técnica del repujado en cobre. “La idea es darle un valor agregado al cobre chileno con una técnica ya casi extinta. Estamos haciendo un rescate cultural con grecas diaguitas y trabajos de petroglifo prehispanos de la zona”.

Recalcó que “en el taller trabajo con niños vulnerables, niños en riesgo social, con capacidades diferentes. Estamos con varios alumnos, además estamos trabajando con escuelas rurales en Chañar Blanco y Buena Esperanza, que también son niños con riesgo social, y un taller ya establecido por 12 años Vallenar”.

Artista Enzo Páez y su técnica del repujado en cobre (Fabián Vargas).

Informó que comparte un espacio en el museo de Vallenar, “donde se trabaja en vivo. Esto no es barato, porque la técnica se demora mucho para terminar una pieza. El material también es escaso, estamos hablando que la lámina de cobre, la cañería de cobre y los clavos de cobre se compran todos en el extranjero, Chile solo vende el cátodo de cobre. Pero aun así hemos llegado a exponer hasta 100 cuadros y siempre trabajando en vivo, para que la gente conozca esta técnica, que antiguamente se enseñaba en los colegios”.

Otro artesano destacado es don Nelson Rojas. “Trabajo la madera y el metal, y dentro de las maderas que trabajo está la raíz de carbonillo, que es un arbusto de la zona que antiguamente se usaba para la fundición de metales”, debido a la cantidad de resina que posee que la transforma en un gran combustible.

“Yo ocupo las raíces que quedan en el desierto. Trabajo la orfebrería, hago cajitas y voy aplicando esta madera para darle un sentido más regional a mis trabajos. También hago instrumentos musicales, como guitarras y charangos, donde también le pongo esa impronta”, aclaró a La Nación.

Nelson Rojas, artesano en madera y metal (Fabián Vargas).

En su trabajo también utiliza piedras y metales de la zona. “Por lo general, solo trato de trabajar la piedra que se usó en la región de Atacama por los indígenas, que son la malaquita y la turquesa. Por supuesto, también el cobre y la plata”, aseveró.

El artista oriundo del sector llamado Chehueque manifestó que está realizando gestiones para salir fuera del país para llevar su arte. “Este trabajo del carbonillo fue exportado a Alemania, Italia y Bélgica en el año 2001 y le fue muy bien”.

La cultura diaguita también está plasmado en el arte de Nancy Pérez, quien trabaja en un taller de bordados. “El taller tiene unos 10 años, somos 23 alumnas y trabajamos el punto cruz aplicando todos los diseños de la cultura diaguita. Tenemos cojines, bolsas de pan, bolsos, telares, todos con diseños y grecas diaguitas. La idea es que esto sea preservado en el tiempo, que no se pierda esta cultura, ese es el fin de esta presentación que estamos haciendo”.

Nancy Pérez plasma la cultura diaguita en trabajos de bordado (Fabián Vargas).

Afirmó que “el turista internacional es ávido de todas estas cosas, mientras que el turista nacional lentamente empieza a apreciar, a mirar, a preguntar y a interesarse”, señaló y destacó que “usamos los colores que utilizaban los diaguitas. El negro representa la tierra, el rojo la sangre y el blanco el agua”. Un par de cojines bordados cuesta $25.000, las bolsas de pan a $8.000 y un tapiz grande que puede servir para la cama vale $50.000.
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