Esto porque hay quienes desde la sociedad científica postulan su uso en la prevención de diversas enfermedades virales y bacterianas, y aquellos que creen en métodos alternativos de inmunización, considerando que éstas son parte de un negocio, que tienen reacciones adversas, que el sistema de salud no es capaz de atender y de hacerle seguimiento para ver su efectividad o no nocividad.
La Nación conversó con ambas partes sobre los pros y contras de la inoculación convencional y obtuvo varias respuestas.
DESINFORMACIÓN
Esta última es la visión del Movimiento Libertad de Vacunación en un Chile Democrático, cuyo vocero, Felipe González, aclara que “no es que nosotros estemos cien por ciento en contra de la inmunización, esto tiene que ver con el proceso de la vacuna, porque el Estado compra las que no necesariamente son la mejor opción, desde el punto de vista clínico-inmunológico para los niños”. Para el dirigente, quien es técnico en enfermería, esto se constata en que tanto los productores de las vacunas, los médicos que las recomiendan y el Estado que las proporciona en su plan nacional para los grupos de riesgo, “dicen que la única forma de inmunizar al niño es la inoculación y se desconocen o no se fomentan otras formas de inmunización, como la natural que se adquiere por contagio”. Al respecto, González sostiene que existen soluciones que son inmuno-estimulantes orales, como las vacunas que se dan en gotas y que gatillan otros procesos inmunitarios no específicos, como las mucosas y que muchas veces no se reconocen como una vacuna en sí, pero aclara que sí lo es porque desarrolla una inmunidad temporal, porque no hay ninguna inmunidad que sea de por vida.“La única inmunidad de por vida en algunos casos es la natural como el contagio, la persona que se contagia con sarampión tiene inmunidad de por vida y en un porcentaje bajo se pueden presentar reacciones adversas que tienen que ver netamente con cuidados de enfermería, antiguamente mucha gente moría porque no tomaban asistencia médica y terminaban con procesos febriles o falleciendo, me refiero a sarampión, rubiola, parotiditis, varicela y procesos virales”, explica.
Y añade que “entonces, lo que nosotros hacemos es dar a conocer a la gente que existen reacciones adversas, que hay vacunas pagadas de mejor calidad (que las del plan nacional), con menos efectos adversos y con mejores estudios, por ejemplo, que no son de células completas, por lo tanto, las reacciones vacunares son mucho menores en malestar general, en los procesos inflamatorios del cuerpo que se producen después de la vacuna”.
“A nuestro parecer, es que al final mientras menos información tenga la población, menos va a cuestionar. Nadie se pensaría siquiera que en un consultorio deberían entregar un prospecto de la vacuna que viene dentro de la misma caja, donde puedes ver toda la información que te da el fabricante y que si la gente la viera por ningún motivo vacunaría a su hijo. Se describen tantas cosas ahí que están estudiadas, certificadas y descritas que fueron reportadas durante los mimos ensayos y uno se pregunta si hay intereses de por medio”.
CONFUSIÓN SIN FUNDAMENTO
Para la directora del Centro de Salud Pública de la Universidad Central, doctora Nelly Baeza, desde su creación, las vacunas junto a los antibióticos, han permitido que la sociedad tenga una esperanza de vida de alrededor de los 80 años en el mundo y de 81 en Chile, evitando que la gente muera a causa de pandemias como tuberculosis, pioliomelitis, viruela y que incluso mejoren su calidad de vida.La inmunóloga sostiene que esta confusión que se genera con quienes sostienen que las vacunas son nocivas o, en algunos casos innecesarias, se debe a la ignorancia sobre sus beneficios y al estudio del doctor Andrew Wakefield en The Lancet en 1998, “que tenía conflictos de interés porque él estaba produciendo una vacuna sin mercurio y que fue desaforado del sistema inglés de salud e incluso se le quitó el título de médico”. Baeza sostiene que en 2007 ó 2008 fue derribado el mito que él instaló en el debate en cuanto a que las inmunizaciones con timerosal, que es un derivado del mercurio, producía autismo, basado en un estudio aplicado a ocho niños con su vacuna sin ese componente.
“Todos los estudios que ha habido de corte de más de 20 años de aplicación la vacuna, no ha habido una incidencia mayor de esta enfermedad que se ha descubierto a finales del siglo XX”, explica.
La médico añadió que enfermedades como la tuberculosis, tos convulsiva, difteria, tétanos, el hemofilus influenza, el neumococo que producía neumonía y meningitis, están controladas en estos momentos debido al uso vacunas en los niños, permitiendo baja tasa de mortalidad es debido al uso de estas vacunas.
“El tema es que en los últimos años la tos convulsiva ha aumentado su presencia y su mortalidad -el año pasado aumentó entre un 15% y 20%- es porque hay personas que no vacunan a sus niños. O sea, ahora estamos en una tasa de mortalidad de 7 por cada 100 mil recién nacidos y hace 20 años teníamos 18 por cada 100 mil y hace 40 años era aproximadamente 30 a 35 niños nacidos vivos”, ejemplifica la académica.
Baeza hace hincapié en que desde los años 60 y 70 todas las curvas de vacunación muestran entre un 40% y 50% de prevalencia de las enfermedades y cayeron a un 5%, a un 10% y en la medida que se ha mantenido durante más de 20 años la vacunación en las personas, en los niños, estas enfermedades se han mantenido controladas. “Ante esta evidencia nadie podría negar que son efectivas las vacunas”. En esa misma línea, el presidente Sociedad Chilena de Pediatría, Humberto Soriano, recalca que a nivel médico “hay preocupación por grupos anti vacunas que confunden a una pequeña minoría, por suerte hasta ahora es pequeña. El peligro es que en Chile pase lo que ha pasado en otros países como en el estado California, Estados Unidos, o en los años 60 en Inglaterra, en los cuales un suficiente número de personas deja de vacunar, lo que ha significado epidemias que matan y enferman a muchos hijos”.
Por ejemplo, dice, si el 15% de los padres no vacuna a sus hijos contra el sarampión, puede venir una epidemia que afectará a los niños con cáncer, a los niños con inmunosupresión, a los abuelitos con menor inmunidad, la gente más vulnerable es la que se daña cuando un grupo de gente irresponsable convence a otra de no vacunar.