Tras la llegada de la televisión, en 1959, era impensable que 58 después, la industria televisiva viviera una situación como la que atraviesa hoy. A la iniciativa que le inyecta más capital a TVN, cruzada que movilizó, incluso, a sus propias figuras o rostros televisivos a levantar una campaña en favor de aquello, se suma la conocida situación de Canal 13 que ha tenido pérdidas millonarias y que, recientemente, llevó a la Pontificia Universidad Católica a vender el 33% de la propiedad que le quedaba en la estación a sus socios mayoritarios, el Grupo Luksic, poniendo fin así a 60 años de historia y vínculos con el otrora llamado “canal del angelito”.
Mega parece estar en mejor pie, pero, aunque una primera lectura lo hace aparecer como un proyecto exitoso, al que acompaña la ideal mezcla numérica de ingresos y sintonía, no hay que olvidar que cuenta con el respaldo de un poderoso grupo económico, que controla un equipo de fútbol, tiene importante presencia en el retail y, desde luego, toda la red horizontal de expansión mediática del canal, en el cual la televisión es solo parte de un negocio que incluye radioemisoras y plataforma web.
Canal 13 tiene similar mecenazgo, con un empresario dueño de un banco, de empresas mineras y, por supuesto, con la misma lógica expansiva horizontal que llega incluso a la televisión por cable ¿Por qué los resultados son tan distintos?
Es claro que la forma de ver televisión cambió.
La pantalla ya no es patrimonio exclusivo de la televisión, está en los teléfonos celulares, los computadores, las tablets, etc; y con ello, el televidente, en rigor, es un multividente que se ha vuelto impredecible y ante el cual ya no es tan fácil determinar -como suelen decir los medios- “lo que la gente quiere ver”. Hoy la oferta de contenidos es superior y la audiencia elige qué ver y a qué hora.
Contrario a lo que pudiera creerse, la televisión sigue ostentando los más altos niveles de penetración en las audiencias, sigue concentrando el mayor interés en la inversión publicitaria, pero el auge de las redes sociales ha democratizado la opinión sobre sus contenidos y se ha vuelto, quizás, su principal amenaza por cuanto es el espacio para dudar de las verdades oficiales.
Asimismo, los contenidos televisivos han dejado de ser un referente, y la clave parece estar en lograr una mejor articulación mediática con las redes sociales -y en eso Mega parece llevar la delantera- pero también en permitirse usarlas para renovar contenidos, para dejar de transmitir uniformemente lo que supuestamente la gente quiere, y aprovechar de reformularse como una mejor industria, que cuide también a sus trabajadores, no solo a sus rostros, y que abra mayores espacios para proyectos y nuevas producciones. Las universidades suelen ser grandes semilleros y el nido de grandes sueños; así lo fue, al menos, en los inicios de la televisión chilena.
Después de todo, más que ver la actual crisis de la televisión como un problema, es tiempo de percibirla como una oportunidad para avanzar hacia lo que el público desea ver y no solo lo que ella quiere mostrar.
*Catalina Maluk es Decana de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Central.