Se trata de Ernst Wolfang Kneese (antes el colono Ernst Wolfang Müller), quien el año pasado regresó a Chile desde Alemania a presentar un recurso de revisión en contra de la sentencia dictada en 1967 por el Juzgado de Letras de Parral, que lo condenó por injurias graves a la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad.
En fallo unánime, la Segunda Sala del máximo tribunal -integrada por los ministros Milton Juica, Carlos Künsemüller, Lamberto Cisternas, Jorge Dahm y la abogada (i) Leonor Etcheberry- acogió el recurso excepcional e invalidó la sentencia del 25 de febrero de 1967, decretando además la absolución de Wolfang Kneese, quien hoy lleva el apellido de su esposa.
El caso se remonta a marzo de 1966, cuando un muchacho rubio que apenas hablaba castellano llegó al Departamento de Extranjería de la Policía de Investigaciones de Santiago y declaró: “Soy un fugitivo de la Colonia Dignidad”, el enclave alemán en Parral fundado en 1961 por Schäfer con un grupo de alemanes reclutados en su país.
El fugitivo era Wolfgang Müller, tenía 21 años y había concretado su primera fuga exitosa de Colonia Dignidad, después de dos intentos fallidos. Relató a la policía una historia de violaciones y abuso de menores que tenía por protagonista a Paul Schäfer. Pero Müller también dio detalles sobre la vida dentro del enclave.
Dijo que la gente trabajaba desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la noche; que estaban prohibidas las relaciones sexuales, excepto para el jefe, que bañaba personalmente a los niños; que a los más díscolos se los vestía de rojo durante el día y de blanco por las noches, para que fueran fácilmente distinguibles; que estaba prohibido hablar; que se castigaba o premiaba a los colonos reduciéndoles o aumentándoles las raciones de comida, y que los trabajadores no percibían sueldo.
Müller también denunció que el “tío Schäfer” lo había violado por primera vez a las seis horas de conocerlo, y que su propia madre había desaparecido en el interior de la Colonia, donde la habían juzgado loca. Él había intentado escapar dos veces, pero había sido recapturado por las brigadas punitivas que salían de Dignidad a rastrear a los colonos que se fugaban.
La Sociedad Benefactora lo demandó por injurias y el tribunal parralino lo condenó y absolvió a Schäfer. Había empezado a funcionar una red de protección que dos años más tarde, en 1968, adquiriría estatus judicial: una comisión investigadora, encargada de indagar las fugas de Müller y otras que le siguieron, rechazó todas las acusaciones que se habían hecho contra Colonia Dignidad.
Además, la comisión reprochó severamente a quienes las habían formulado y concluyó que Dignidad “cumple cabalmente sus objetivos benéficos, y su organización de vida y trabajo no vulnera en forma alguna la ley, la moral o las buenas costumbres”.
En un cuarto intento, Müller logró cruzar por las montañas hacia Argentina y pudo regresar a Alemania, donde dedicó toda su vida a denunciar las violaciones y abusos a menores cometidos por el “tío permanente” y otros cabecillas de Colonia Dignidad.
El fallo absolutorio de la Corte Suprema consideró que antecedentes posteriores a la dictación de la condena impugnada, junto a otras que se dictaron en contra de integrantes de la excolonia por abusos sexuales de menores y por violaciones a los derechos humanos entre 1973 y 1990, ameritaron para acoger el recurso excepcional que contempla la legislación nacional para la revisión de sentencias a firme.