El doctor Luis Díaz Robles, investigador de Ingeniería Química de la Usach extraña que la autoridad y los responsables del vertedero en llamas no se hayan referido al estado de los geotextiles que evitan la contaminación de las aguas.

El doctor Luis Díaz Robles, investigador del Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Santiago (Usach) tiene en sus laboratorios un plan piloto para convertir basura en energía: Se trata de un gasificador construido en Brasil y que procesa cerca de 3 toneladas de desechos diarios. Poco para una ciudad, pero algo totalmente escalable como modelo para que Chile pueda subirse al camión que eliminaría dramáticamente el problema de los rellenos sanitarios cerca de zonas urbanas, cree el académico.

Mientras eso sucede, sobre la crisis sanitaria que ha generado la nube de humo y hedor emanada desde el vertedero Santa Marta, Díaz no cree que se haya exagerado al bautizar como “tóxico” el cúmulo que invadió gran parte de Santiago, pero sí que las autoridades se precipitaron al indicar en un primer momento al restarle su efecto nocivo.

La reacción en cuestión combustiona y concentra una cantidad de monóxido de carbono que sobrepasa en mil veces el límite en las normas de seguridad permitidas lo que implica un riesgo de asfixia directo. También hay otros gases como la dioxina y el furano, los que pueden ser cancerígenos.

“Ha faltado consultar a expertos de distintas universidades que trabajan actualmente con interesantes estudios sobre contaminación atmosférica. También he extrañado que la empresa se haya referido a materias importantes sobre la naturaleza del incendio. No me refiero a buscar un culpable, sino a saber las causas del fuego o qué ha sucedido con los geotextiles, que son las diferentes capas de arcilla que impermeabilizan la base de un relleno sanitario para evitar que la contaminación y los líquidos percolados contaminen las aguas subterráneas”, se pregunta Díaz sobre la posibilidad de que el fuego haya dañado esta barrera.

Las capas geotextiles requeridas para dar luz verde a un depósito de basura de este tipo deben garantizar un uso de hasta 50 años, agrega el profesor, y deben tener la capacidad de tolerar este tipo de siniestros, que se dan con mayor regularidad en vertederos ilegales que en soluciones como las de Santa Marta donde “se corre un riesgo de que se queme o se altere y generar un grave daño a las aguas bajo tierra. La empresa responsable debería referirse a si existe o no ese riesgo”, sostiene.

Un país sin vertederos

El incendio que mantiene preocupados a los ciudadanos, ya es un accidente desde que se instaló un relleno sanitario con todas las de la ley en una localidad cercana a asentamientos urbanos como en el caso del Santa Marta. Incluso, Díaz piensa que ya era compleja su ubicación al considerar que la mayoría de los vientos de la cuenca de Santiago corren desde el suroeste, ubicación que comparte el basurero del límite entre Talagante y San Bernardo.

“La tendencia mundial no es la de buscar nuevos lugares para depositar las toneladas de basura, sino desarrollar tecnologías para aprovechar los desechos y su reciclaje. Por ejemplo en Corea del Sur, un país que invierte en investigación y desarrollo casi un 5% de su PIB, no pueden “darse el lujo” de dedicar metros cuadrados a un basurero porque tienen el mismo problema de Antofagasta”, dice sobre la escasez de terreno entre las fronteras naturales de ese territorio.



“Lo que hacen ellos es aprovechar la basura para los fines energéticos de una población de 80 millones de personas con la misma basura que botan. Por otro lado en Tennessee, EEUU, pude conocer una planta que hace compostaje gracias a sistemas de reciclaje desde el origen donde los mismos usuarios seleccionan la basura en bolsas de diferente color. Así, determinado día de la semana pasa el camión recolector que recoge las bolsas rojas y verdes con botellas plásticas, por ejemplo. El día siguiente pasa el que retira las latas o papeles ya organizadas, etc. Para llegar a esto se necesitan sociedades más avanzadas, mayor educación de por medio para que el reciclaje sea algo más que una obligación: una responsabilidad”, dice el académico de la Usach. “Si esto logra disminuir en un volumen relevante los desechos, es muy probable que en el futuro no se necesiten más vertederos”, agrega.