Con la cabeza rodeada por la tradicional bandana de colores “Trarilonco”, tres miembros del grupo escupen su flujo rítmico, mientras cada uno sacude un “wada”, una forma de maracas tradicionales de la cultura mapuche.
Los mapuche o “pueblo de la tierra” como se dice en mapudungun representan la mayor comunidad originaria de Chile (9,7% de la población). Originarios del sur del país, así como de Argentina, han estado en conflicto con el Estado chileno durante más de 150 años, a raíz de la ocupación de sus territorios ancestrales por colonos, mayoritariamente europeos.
“La música juega un papel fundamental, acompaña el proceso de lucha”, dice con orgullo a la AFP Filutraru Paillafilu, una de las cinco treintañeros que forman el “Wechekeche Ni Trawun” (“Encuentro de Jóvenes”).
Los mapuche reclaman el reconocimiento de su cultura y la restitución de sus tierras ancestrales, que antes de la llegada de los españoles a Chile en 1541, se extendían desde el río Biobío hasta unos 500 kilómetros al sur.
Desde la década de 1860, tras numerosos conflictos con los gobiernos, el territorio de la comunidad se ha reducido significativamente. Hoy en día, solo disponen del 5% de sus antiguas tierras.
Para hacer oír su voz, los más radicales han recurrido en la última década a acciones violentas, principalmente contra empresas madereras, iglesias y viviendas.
Pero para el grupo de raperos fundado en 2004, la lucha puede tomar otros caminos.
Para ellos, la música es una alternativa pacífica para protestar contra la apropiación de sus tierras y denunciar el uso excesivo de la fuerza contra los mapuche por las fuerzas de seguridad. Incluso si no tienen pelos en la lengua.
En la canción “Venceremos al Estado”, escrita en 2017, el grupo habla directamente a los que consideran “opresores”: “encarcelas y asesinas y luego pides perdón, tu perdón es un insulto para toda mi nación”.
UNA MEZCLA
Además de la lucha por la restitución de tierras, los músicos también quieren transmitir el orgullo de ser mapuche a las nuevas generaciones.“Nuestros textos hablan de todo lo que toca nuestra cultura, nuestra historia, nuestra lucha. También añadimos nuestros instrumentos musicales”, explica Filutraru, profesora de música tradicional en una escuela de Santiago.
El grupo también quiere mostrar la omnipresencia de la cultura mapuche en la capital. “La gente no sabe que la mitad de los nombres (de calles, municipios) son mapuche”, dice una indignada Filutraru.
Cada verano, los músicos viajan a las regiones de La Araucanía, Biobío y Los Ríos para tocar frente a sus familias, a menudo agrupadas en pequeñas comunidades con condiciones de vida difíciles; no en vano, las estadísticas muestran que la pobreza dobla en el pueblo mapuche a la media nacional.
En el concierto de Santiago, organizado para recaudar fondos para un niño que necesita atención médica en el extranjero, solo tres de los miembros del grupo vinieron a cantar. Se turnan en cada concierto.
Diferentes grupos musicales mapuche se suceden en el escenario. Pero cuando aparece “Wechekeche Ni Trawun”, el público se anima y se entusiasma. Algunos espectadores acompañan al grupo con su “Trutruka”, un instrumento de viento tradicional que una vez fue utilizado por los mapuche para reunirse antes de los combates.
Musicalmente, “Wechekeche Ni Trawun” combina su rap con rock, salsa, cumbia, R&B para llegar a tantos “hermanos” como sea posible, según sus miembros.
Las consignas contra la represión policial y a favor de la liberación del “Wallmapu” (territorio mapuche) se suceden en canciones interpretadas tanto en mapudungun como en español. Entre la multitud, los aficionados gritan las letras de las canciones con entusiasmo.
“Todos somos mestizos”, explica Carolina, una educadora que vino a escuchar el concierto y que dice que tiene “sangre mapuche”, a pesar de su nombre español. “El mapudungun debe ser enseñado en la escuela para que nuestros niños sean conscientes de la interculturalidad de nuestro país” agrega Carolina.
“Hacer música es una responsabilidad (…) es la responsabilidad de transmitir un mensaje importante que inspire a nuestros hermanos”, concluye Filutraru Paillafilu.