Ya terminé el Programa Balance y como que me relajé con eso de no tener un ojo encima mío, a “alguien que me vigila”, y en la primera semana subí un kilo. En cuatro meses de este proceso no había subido nunca. O me había mantenido en mismo el peso o había bajado míseros 200 gramos, pero subir un kilo completo fue algo nuevo y me vi parada en la pesa con ganas de llorar.
Me sentí estúpida, floja, desamparada, desesperanzada. Todo en un solo segundo. Pensé que nada de lo que había hecho tenía sentido y que seguiría siendo presa de mi sobrepeso.
Por suerte, antes de poder siquiera entrar en la autocompasión y entregarme a esa idea, mi tía me hizo analizar qué era lo que había hecho fuera de la pauta. Además, mis compañeras de equipo me retaron lo suficiente como para volver a ponerme en orden.
Porque NO estoy destinada a tener sobrepeso. No es algo que “me pase”, sino algo que “yo hago que pase”. Entendí que a veces una se equivoca. Que si bien lo único que hice distinto fue comer carbohidratos en la noche tres veces esa semana y un helado a media tarde (lo leo y me da espanto), fue algo que me costó muy caro y no estoy dispuesta a “pagar el precio”.
Así que me ordené lo más que pude y ya en una semana logré deshacerme del kilo nefasto ese, así que ya volví a tener los 10 kilos menos que me propuse bajar cuando empecé el Programa Balance.
Es cierto que no he bajado mucho en las últimas dos semanas, pero me he dedicado a ordenar mi vida para seguir bajando de a poco, pero por sobre todo no subir y no descuidarme.
Me miro entonces como una adicta a la comida que no puede tener en su casa azúcar, ni ningún tipo de tentación. Que debe evitar exponerse a buffets de postres y caminar sin mirar las heladerías.
A veces, conscientemente y a propósito, comeré ciertas cosas. Lo importante es que aprendí que esto no me puede pasar de nuevo sin que me dé cuenta. Debo ser consciente de mi alimentación, de mi vida y de mis metas.
Ahora debo convencerme de retomar el ejercicio, que lo tengo abandonado. Seguramente (re)descubriré que es la solución a este agotamiento y falta de energía que tengo. Claro, me han pasado cosas en este tiempo, profundas como el fallecimiento de mi abuela, el término de una relación y otras que pusieron a prueba mi voluntad, como asistir a un evento lleno de postres o participar en un maravilloso y conversado tour por los bares de Valparaíso.
Está bien que uno avance 10 y retroceda momentáneamente 1, pero siempre y cuando ese “descanso” sirva para seguir avanzando otros 10. Sé que la baja ahora será más lenta, por lo que la constancia se vuelve importantísima, porque esto es para toda la vida.
Constancia que estoy recién empezando a conocer.
- Claudia Farah S. Periodista / Journalist MA in Philosophy, Politics and Economics (PPE). The University of York, UK