Es fuerte. No es fácil entender que la comida es una muleta emocional. Que mis costumbres históricas me han jugado en contra y que, en verdad, no tengo todo tan controlado como quiero. He pasado por todos los estados de ánimos varias veces al día desde que decidí dejar de estar gorda y me inscribí en Balance: “No puedo hacer esto”, “soy seca y voy a terminar sin guata”, “en qué chucha me metí”, “mejor lo dejo botado, total nadie se ha enterado todavía”, “y si me resulta tan bien, que en las vacaciones me puedo poner bikini por segunda vez en mi vida, pero ahora sin la guata de elefante de los 8 meses de embarazo que era imposible ocultar de todas maneras”. Y si…
Ha sido una semana intensa, llena de descubrimientos, cambios, novedades y gente maravillosa. Empecemos con que hice el primer taller de Balance donde aprendí lo más importante para mi vida: es el cortisol lo que hace que tenga hambre durante el día y, para evitar eso, debo desayunar durante los 45 minutos después de que despierto. ¡Toda la vida haciéndolo mal! Por desayunar tranquila me tomaba el café en mi escritorio cuando llegaba a mi trabajo y hoy hago mil cosas antes de sentarme a desayunar. Peor cuando tengo reuniones temprano: salgo corriendo y logro comer algo recién terminadas las reuniones. A veces paso derecho al almuerzo. Mal.
Porque resulta que el cortisol es la hormona del estrés que se activa naturalmente en nuestro cerebro cavernícola en la mañana para ponernos en alerta y en el ocaso, para protegernos de la oscuridad de la noche. Entonces, cuando uno no desayuna, resulta que se eleva el cortisol y ¡pasamos hambre todo el día! Así que ya creo haber hecho el primer cambio definitivo en mi vida. Uno tan simple, pero tan importante.
https://www.instagram.com/p/BfCWKTfl917/?taken-by=yodecidomipeso Creo que la otra gran revelación de la semana es que la rutina y la planificación, eso de lo que he renegado toda mi vida, es lo que más puede ayudarme. Yo, que me jacto de no tener jamás un día igual al otro, término dándome cuenta de que no logro incorporar cosas nuevas o me cuesta “hacer ejercicio 3 veces por semana a las 8 AM”, que es uno de los pilares de la eliminación de grasa del cuerpo.Entonces, me veo a mí misma haciéndome un horario estilo estudiante, repartiendo no solo las horas que requieren cada uno de mis proyectos laborales y personales, sino que también incorporando actividades como “ejercicio” y “colaciones”. Pero de eso se trata esto, ¿no? De dejar de hacer lo que he venido haciendo y que me tiene gorda. Tengo que entender que no todo en lo que creo es correcto. Muchas de mis costumbres y creencias no tienen validez real, y si no la tienen deben salir de mi vida.
Por sobre todo, me he dado cuenta que sí puedo. Que si en verdad me aplico y me ordeno esto sí va a resultar y después de algunos meses volveré a las terrazas a beber, comer y reír con mis amigos como antes. Porque total, ya voy a estar tan acostumbrada al ejercicio y a la moderación, que lo que sea lo quemaré al día siguiente.
En el camino tengo a mis dos partners del grupo de taller que nos apoyamos 24/7 para no recaer. Chicas que están en lo mismo que yo, que entienden mis miedos y mis demonios, que por lo mismo me van a descubrir si miento o decaigo. Porque la otra epifanía de esta semana, es que una no puede sola. Tiene que pedir ayuda y necesita apoyo permanente. De las compañeras como de las amigas que invitan a los cumpleaños “con ceviche” para mí; la tía que invita a cenar de lo que pueda y me manda con pertrechos para empezar desde el primer día y de la gente que me lee y me sigue en Instagram, motivándome y motivándose a hacer lo mismo.La primera semana ya pasó y estoy mejor que antes. Me siento mucho más “desinflada” y tengo más energía. ¡Hoy incluso me dieron ganas de hacer ejercicio! (¡sí, a mí!). Llevo 1 kilo menos, quedan 19. ¡Ya casi!
* Claudia Farah Periodista independiente, MA in Philosophy, Politics and Economics (PPE) de University of York, Inglaterra. Instagram: @yodecidomipeso.