Según datos del Registro Civil y Poder Judicial, en 2016 se celebraron 64.431 matrimonios y 7.259 Acuerdos de Vida en Común (AUC), cifras que a decir verdad, son bastante exiguas si se les compara con los 48.608 divorcios inscritos el mismo año y los 120.273 procesos de separación legal iniciados en 2016, incluyendo ceses de convivencia, divorcios, nulidades y separaciones judiciales.
En términos estadísticos, esto se traduce en que hoy en Chile las probabilidades de que las parejas -y las familias que forman- se mantengan unidas “hasta que la muerte los separe”, son francamente nulas, o casi nulas.
Nos pareció importante que se promulgara la llamada ley “coscorrón”, sin embargo ¿qué hace el Estado para prevenir el “coscorrón”? Echamos de menos noticias informando que el gobierno está creando e inaugurando centros que ofrezcan gratuitamente a quienes les interese o lo necesiten, terapias familiares, talleres para fortalecer o desarrollar habilidades parentales y similares. ¿O seguiremos conformándonos de que “prevenir” nunca será parte de nuestra cultura?
Las causas basales de los quiebres matrimoniales son desatendidas, muchas veces por no tener los medios para contratar apoyo especializado y el divorcio sobreviene sin importar la edad: el año pasado, 489 cónyuges entre los 80 y 94 años de edad se divorciaron de sus respectivas parejas.
No son los únicos. Entre fines de 2004 y 2016, casi 879 mil chilenos se han divorciado. En la actualidad, es tal la cantidad de procesos legales de familia iniciados cada año, que muchas veces, los tribunales fijan la fecha de la continuación de una audiencia de juicio para dos meses después de la primera, pues ya tienen sus agendas bastante recargadas.
Son muchos hogares los que quedan desmembrados año tras año, miles de hijos alejados del padre o la madre.
Quizás por todo ello en 2016 se registró la cifra más baja de nacimientos en Chile de la última década. Fueron apenas 247 mil bebés, de los cuales 72,7 % nacieron fuera del matrimonio, porcentaje que se sitúa entre los más altos de los últimos 10 años.
Estas cifras llaman a la reflexión a las autoridades y revelan cada vez mayor inestabilidad en las familias chilenas, ante lo que no percibimos mayor preocupación del Estado por prevenir aquello.
¿Desidia del Estado y del gobierno de turno respecto a estos temas?
Según un analisis político-estadístico que realizamos, en el que se consideraron datos de los últimos 40 años, concluimos que independiente que el futuro Presidente represente a un gobierno de izquierda, o de centro izquierda o de derecha, las separaciones matrimoniales y convivencias mantendrán su tendencia al aumento mientras que los matrimonios primerizos seguirán disminuyendo como lo ha sido hasta ahora. Dicho en palabras simples, da lo mismo quien sea elegido Presidente, para efectos de la institución matrimonial, ésta seguirá debilitándose a pasos agigantados.
Si entre 1992 y 2002, esto es durante los gobiernos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei y Ricardo Lagos, Chile hubiese mantenido el mismo promedio anual de incremento de los matrimonios que aquel registrado en el decenio anterior (durante el gobierno militar de Augusto Pinochet, alcanzando el peak histórico de alrededor de más de 100 mil matrimonios hacia el final de ese gobierno), el censo de 2002 hubiese arrojado un total de 6 millones 200 mil chilenos casados y no los 5 millones 181 mil que se contabilizaron efectivamente.
Por el contrario, al instaurarse la democracia en el país y durante los siguientes cuatro gobiernos politicamente de centro-izquierda (1990-2010), las más de 100 mil bodas –léase matrimonios primerizos- registradas en 1990 disminuyeron a menos de la mitad en 2009, esto es 47 mil 800 matrimonios primerizos (57.836 bodas si se incluyen los casados en segundas nupcias, pues ya estaba vigente el divorcio).
Pero un punto interesante del análisis es que un nuevo gobierno de derecha ya no sería de ninguna forma sinónimo de que se fortalecerá nuevamente la institución matrimonial, ya que fue justamente Sebastian Piñera quien promulgó la ley de Acuerdo de Unión Civil, que poco a poco ha estado debilitando aún más la institución base de nuestra sociedad. Las cifras no mienten. La gran mayoría de las parejas que han firmado el AUC son heterosexuales. Pudiendo casarse, prefirieron la unión civil. En Chile, el matrimonio perdió credibilidad. Se le considera un producto desechable.
¿Se esfuerza el Estado por mantener a la familia unida? No. No nos consta.Y si lo hace, el esfuerzo es tan ínfimo que pasa desapercibido.
Pregunta para los presidenciables: ¿Sabe usted si el Estado invierte los mismos recursos en divorciar a las parejas que lo que invierte en apoyar a las familias disfuncionales, procurando que la pareja y sus hijos se mantengan unidos?
Por favor averígüenlo. Se sorprenderán al conocer los resultados y sólo entonces comprenderán la razón por la que muchos consideran a nuestro país entre los más divorcistas del planeta.
*Ricardo Viteri Prado es el fundador de Separados Chile.