Desde que cambiamos del sistema de voto obligatorio a la inscripción automática y voto voluntario, para muchos la pregunta ¿por quién vas a votar? pasó a ser ¿vas a ir a votar? Y lo que gran parte de los ciudadanos se cuestiona es si su voto es útil o si vale la pena participar de la elección de quién gobernará los próximos cuatros años, quiénes legislarán y quiénes definirán el futuro de los avances regionales. Y la respuesta es sí. El voto sí sirve, sí sirve participar, sí es relevante elegir a aquellos que tomarán las decisiones que afectarán el futuro del país y de las oportunidades de cada uno de los ciudadanos.
Es verdad que para muchos la clase política y sus representantes están cuestionados por preocuparse más de preservar sus intereses que de servir al país. Que los abusos y cohechos hacen que crezca la desconfianza y que se acumule la rabia hacia el poder y las elites. Que ya no se crea en la posibilidad de generar a través del voto la seguridad de que quienes representan a la ciudadanía se dedicarán a luchar por sus necesidades y reivindicaciones y no a beneficiar a los grandes grupos de poder que financian sus campañas e influyen en sus decisiones políticas en beneficio de unos pocos, que son siempre los mismos.
Entonces, para una parte importante de la ciudadanía, por qué ir a votar es el centro de la discusión. Es recurrente escuchar que no importa quiénes se presenten a la elección, es irrelevante si es joven o experimentado, si vive en el barrio alto o proviene de una condición humilde, si ha dedicado su vida al servicio público o proviene de la empresa privada, al final pareciera que el devenir ya está definido por los poderosos y poco y nada podrá hacer el individuo para cambiar esta situación.
Y he ahí el error. Porque somos individuos sociales que tenemos la responsabilidad y el deber de participar, por nosotros y por los demás. No da lo mismo votar o no votar. La instancia del voto es la única instancia donde expresamos el ideal de país que queremos, el que no vota le está diciendo al resto de la sociedad que no le interesa el futuro del país y de lo que ocurra con las decisiones que tomarán quienes estarán en los cargos de poder político, y que al final repercutirá en las oportunidades de todos quienes vivimos en Chile, de sus familiares, de sus amigos, de aquellos que están vulnerables, de aquellos que quieren surgir, de quienes quieren vivir mejor.
Si quien podría o no representarlo mejor es de derecha, de ultraizquierda o de centro, o si quiere un país más justo y quiere cambiar todo, o le asegurará que continuará con un modelo que está bien como está, no es lo principal que debe moverlo a ir a votar hoy. Lo principal es participar, es expresar su opinión, es decidir qué es lo mejor para Chile desde su perspectiva, es elegir a quien cree que trabajará para lo que usted quiere para el futuro de nuestro país. Es la oportunidad de expresar si hay políticos que lo representan o bien plasmar con un voto blanco o nulo su descontento con las opciones existentes o con el sistema político.
La democracia ha demostrado ser -hasta el momento- el mejor sistema de organización política y social que tenemos para lograr ponernos de acuerdo y avanzar hacia mejores condiciones para todos. Hoy 14.308.151 ciudadanos que viven en Chile y 39.137 que lo hacen en el extranjero tenemos la oportunidad de expresar nuestra opinión acerca de cómo queremos que continúe el desarrollo de nuestra sociedad y de nuestro país.
Es la oportunidad donde todos somos iguales, jóvenes y adultos, pobres y ricos, todos “valemos” lo mismo, cada uno representa el mismo poder de decisión que el otro. Votar nos entrega la autoridad moral para exigir un país mejor, reafirma nuestros derechos y representa lo que queremos para nosotros, los nuestros y los otros. No ir a votar nos deja fuera de todo eso.
*Andrés Chamorro Montenegro es Periodista, Magíster en Comunicación Estratégica y actualmente es el Director de Prensa del Diario La Nación.