Peter Kornbluh es director del “Chile Documentation Project” del National Security Archive en Washington D.C. La bodega que documenta la infamia y recursos detrás del apoyo de EEUU a la desestabilización del gobierno de Salvador Allende. También autor de la investigación “Pinochet: Los Archivos Secretos”, ha sido un abierto crítico del desempeño de Agustín Edwards como director de diario El Mercurio en lo referente a su rol como uno de los principales “generales civiles” de la Junta de Gobierno y sus intereses.
En particular se refiere a los documentos que comprueban las reuniones entre Edwards y altos mandos del gobierno de EEUU como Henry Kissinger, entonces consejero de Seguridad Nacional de Richard Nixon y el director de la CIA Richard Helms, para contrastar la información necesaria para evitar el auge de la Unidad Popular. Citas que el fallecido empresario de la prensa negó hasta el final, no así las desclasificaciones de archivos comprometedores que certifican su presencia en el Salón Oval en septiembre de 1973 y la entrega de cerca de US$ 2 millones de dólares para costear una guerra mediática contra el comunismo a través de las páginas de la prensa.
En ese contexto, Peter Kornbluh llegó hasta las oficinas del juez Mario Carroza como testigo con los documentos que dan cuenta de esta relación. “Que un civil llegue al punto de tener una reunión con el jefe de la CIA y arregle una reunión con el presidente mismo es algo inédito. Agustín Edwards fue el individuo más importante y el puente entre EEUU y Chile en el movimiento para un golpe de Estado”, recuerda.
El 15 de septiembre de 1973, a las 9:15, consta la cita agendada entre Kissinger, Helms y Edwards. Los mismos registros de la época indican que el dueño de El Mercurio solicitó apoyo y una manifestación de EEUU en Chile y que entregó detallada información de inteligencia sobre los potenciales conspiradores de un golpe de Estado en suelo chileno.
“El rol de Edwards fue por entonces entregarle toda la información necesaria a Kissinger sobre los chilenos poderosos y con influencias dentro de las militares y quiénes eran, por otro lado, los que eran proclives a Salvador Allende. La estrategia de las reuniones fue asegurarse de que el gobierno democráticamente elegido de Allende fracasara para que no se extendiera por el resto de Latinoamérica o Europa de manera imitativa”, dice Kornbluh. “En ese sentido, creo que Agustín Edwards será recordado históricamente como un traidor a su propio país”, agrega.Desde entonces e indagado por el juez Carroza, Edwards negó haber mantenido esta comunicación directa con Washington y mucho menos haberse reunido con la cúpula de gobierno. Aseguró que él y El Mercurio nunca recibieron financiamiento secreto de la CIA y que toda conversación con Helms fue poco después de la elección de Salvador Allende para comentarle opiniones sobre la elección de un presidente comunista, pero nunca como instigador de un golpe de Estado.