Paula Aros: El tiempo que se le dedica a escribir una carta la convierte en un tesoro
La obra de teatro “Correo” escrita por Paula Aros y Tomás Espinoza interpela a su audiencia preguntando: “¿Cuándo fue la última vez que enviaste una carta?”. Junto al trabajo de escritorio y sentimiento del “Archivo mundial de misivas”, invita a los espectadores a escribir sus propias cartas durante la función que sigue en cartelera hasta el 15 de abril en el GAM.
Sobre el emotivo género epistolar y la trascendencia de la palabra escrita, sellada y enviada la dramaturga y directora se refiere a las tres direcciones postales que hacen de las cartas un clásico incombustible, pero también una expresión cultural que supera en carácter al correo electrónico, al chat del trabajo y al Whatsapp.
La primera esfera es la materialidad de esa carta encontrada en el buzón o que entra debajo de la puerta. “Una carta la puedo ver oler y sentir. Una carta puede traer consigo el olor de otra persona y a través de la escritura a mano también puede transmitir el ánimo y la emoción de la otra persona”, dice Aros.
Esto hace que la longeva carta enviada por mail se diferencie desde un aspecto emotivo del correo electrónico que se luce desde una pantalla y no puede palparse a menos que sea impreso. “El objeto carta que me llega en un sobre trae, incluso, la saliva de la otra persona que selló el sobre. Por eso se atesora como algo valioso de guardar. Tiene un mensaje y una trascendencia en el tiempo por cuanto puedo seguir apreciandolo en el tiempo”, dice la autora de “Correo”.
“Por otro lado, desde la temporalidad, la carta tarda un tiempo en ser recibida. Un lapso que anula la tremenda ansiedad a las que nos tienen sometidos los sistemas de comunicación electrónicos y su instantaneidad. ¿Te has fijado?, en esa urgencia de que un mensaje debe ser respondido de inmediato. Eso es lo que pasa con el Whatsapp donde es más fácil notar esta ansiedad: estoy esperando que el otro me responda y estoy pendiente de si la persona está en línea o de si tengo un check o un doble check”, insiste.
Esa misma temporalidad, compara Aros, es como una máquina del tiempo que es capaz de llevar a quien escribe la carta a un futuro mientras se redacta un saludo, una mala noticia o el cobro de sentimientos. Además, esa relación es orgánica ya que los acontecimientos narrados en una carta pueden cambiar durante el tiempo que esta tarda en llegar a destino. Al mismo tiempo, una vez abierta, el lector viaja al pasado en que el texto fue escrito. “Ese carácter multitemporal es lo que plantea también la obra”, advierte la dramaturga.
Una tercera esfera y la más interesante, dice Aros es la dedicación que se toma la persona en hacer la carta donde un tiempo o un silencio tienen la misma valía. “En estos tiempos es algo súper relevante que otra persona se dé el tiempo de escribir un mensaje. Ese tiempo de escoger una idea, el momento, el papel, escoger el lápiz. Escribirlo a mano es algo muy valioso hoy en día porque el escaso tiempo que la persona dedica a escribir una carta, las convierte en un verdadero tesoro. Esto en tiempos en los que lo que más escuchas es: no tengo tiempo, no tengo tiempo”, sostiene.