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Paloma Valdivia, ilustradora chilena, candidata al Nobel de la Literatura Infantil: “El libro es el primer museo portátil para un niño”

Ad portas de participar en la delegación que representa a Chile en la prestigiosa Feria del Libro de Buenos Aires, la ilustradora y escritora cuya obra ha sido traducida a más de 15 idiomas vive un auspicioso presente. Es la candidata del país para el Premio Hans Christian Andersen, considerado el Nobel de la Literatura Infantil, mientras que su editorial (Ediciones Liebre) fue nominada para un premio en la Feria del Libro Infantil de Bolonia, la más relevante del mundo en el rubro. Acá conversa con La Nación sobre lo que sabe y le apasiona: la potencia de las imágenes y el libro como un dispositivo fundamental para la formación y las representaciones de infancia.

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COMUNICACIÓN EN DIÁLOGO

La literatura infantil es muy virtuosa. Según Anderson (2002), contribuye a que niños y niñas empaticen con los sentimientos y problemas de otras personas, a reforzar los lazos con el adulto y, por supuesto, a estimular el placer por la lectura, aumentar el vocabulario y a reconocer estructuras de significados que les conectan con el mundo que les rodea. Los libros ilustrados pueden, de acuerdo con otros estudiosos como Echauri-Galván (2020), ayudar a reforzar estas funciones. “Hay magia en ellos”, subraya la autora nacional Paloma Valdivia, en diálogo con La Nación.

Hay evidencia científica de que los estímulos a los que están sujetos los niños en sus primeros años son muy relevantes para su desarrollo posterior. ¿Cuál es el rol de los libros en aquello?

-Con respecto a las comunicaciones y la primera infancia, hay toda una tendencia de leerles a las guaguas y mostrarles libros desde muy chicos, que los reconozcan como objetos fascinantes y entretenidos. Estos libros son las primeras imágenes impresas que un niño tiene a su alcance, son su primer museo portátil, son su introducción a la palabra, a la cultura, a la identidad. Y pasa otra cosa muy increíble de la que habla (la colombiana) Yolanda Reyes, que es una especialista en literatura infantil: que cuando un adulto le lee a un niño se produce un triángulo afectivo, pues es un momento muy tranquilo en el cual se está traspasando información muy valiosa.

¿Qué tipo de contenidos crees que son más aptos para mostrarles?

-Es algo muy personal, desde un sentido común. En mi caso, yo busco la tranquilidad y lo contemplativo, porque el mundo está lleno, saturado de estímulos, bombardeos de ruidos, imágenes rápidas, y si uno está todo el día con el teléfono en la mano, los niños van a querer hacer lo mismo. En cambio, cuando uno ofrece un libro con una ventanita de papel, algo diferente para mirar, lo que el niño contempla ahí le resulta mágico.

Hoy se discuten mucho las representaciones de infancia, los estereotipos de género. Y se piden reorientaciones en los productos orientados a la niñez. Estos libros también pueden ayudar a repensar la sociedad.

-Un libro es un dispositivo que genera un diálogo en la casa, si es que lo que se muestra puede ser comparable a lo que los niños ven fuera, en el colegio, en la calle. Los libros son disparadores, te ayudan a mirar con otros ojos, a vivir otras vidas, a no estar solo. Eso pasa en la infancia, pero también nos pasa como adultos. Quien lee es más libre porque tiene más opciones de escoger, tiene más ideas disponibles en la cabeza. Y respecto de los estereotipos, siempre ha habido libros diferentes. Pipi Calzaslargas era uno de una niña feminista y es de la década de los cincuenta. Hasta La pequeña Lulú, que alegaba por el club de Toby.

Quizás no las leíamos de esa forma.

-Claro, no nos dábamos cuenta. ¿Te cuento algo? Me pasa que una exposición que hice en el Centro Cultural Palacio de La Moneda (CCPLM) que quería convertirla en libro la postulé a un fondo, pero me decían que estaba muy estereotipado todo y que, por ejemplo, por qué no había papás cantándoles a sus guaguas. Pero ¿cuándo has visto a un papá boliviano con su guagua en la espalda o a un papá chilote con su guagua todo el día mientras la mamá sale a pescar? La realidad es que en muchos contextos aún son las mamás las que siempre están ahí. Habría que darle una vuelta más inteligente a eso para que no sea forzoso. Por otro lado, tengo dos hijos hombres y yo quiero transmitirles a ellos que los hombres son tan grosos como las mujeres. Siendo feminista, me parece que lo mejor es eso.

¿Tus libros son un espacio para poner en discusión ciertas ideas?

-Creo que mis historias tienen algo bien autobiográfico a partir de muchos recuerdos que tengo de mí cuando era niña y así traduzco ciertas obsesiones o pensamientos profundos que me quedaron de la infancia y los hago libros. Por ejemplo, Los de arriba y los de abajo, su traducción a 15 idiomas sigue muy vigente a partir del tema de la migración. Yo tenía desde muy niña esa idea de por qué el mapa del planeta lo habían hecho así y no al revés, y por qué los países más ricos estaban arriba y los más pobres abajo. En ese caso, es una invitación a mirar nuestras pequeñas diferencias desde otro punto de vista.

UNIVERSAL Y LOCAL

Has publicado en una quincena de idiomas. ¿En el caso de la niñez la comunicación, sobre todo visual, es más universalizable?

-Respecto de la literatura infantil lo que se llega a publicar está más o menos universalizado, pero las guaguas tampoco entienden todo altiro, uno les va mostrando y explicando. Que, por ejemplo, ese árbol que está en el libro es el mismo que está ahí afuera. Así van haciendo las conexiones. Se educa en torno a la imagen y al mismo tiempo estamos capacitados para entenderla.

Cómo se expresa en tu trabajo esa universalidad y, al revés, la identidad más local.

-Sé cuál es el libro que quiero hacer.

– ¿Y cuál es? ¿Esa decisión pasa por las temáticas?

-Últimamente me cuesta mucho hacer libros de otros, me cuesta más enganchar con historias escritas por otros, a menos que las sienta mías. Es lo que me pasó con El libro de las preguntas (de Pablo Neruda, que ilustró y publicó bajo un sello de Nueva York y con el que ganó un prestigioso premio internacional): yo aprendí con ellas, porque tenía una profesora muy maravillosa que me enseñó a leer con él y con los poemas relacionados con la infancia y la madre de Gabriela Mistral.

La creación implica un proceso de apropiación.

-Sin duda. Ahí me funciona, pero en otros casos eso puede ser forzoso. Sobre mi trabajo puedo decir que me gustan mucho los libros tranquilos, no puedo ilustrar un libro en el que pase todo muy rápido, en una ciudad, y tampoco me saldría bien. Con pocos recursos busco transmitir ideas más grandes. Soy sintética y esa es mi búsqueda.

¿Cómo te vinculaste con las ilustraciones?

-Creo que siempre lo hice. Siempre dibujé, siempre consumí libros ilustrados y todos sabían que me tenían que regalar lápices. Entré a estudiar diseño en la Universidad Católica y allí fui encontrando maestros en el camino que me dijeron esto que te gusta y haces se llama ilustración. Valentina Cruz (destacada artista visual) me mostró que en países desarrollados era un oficio del cual se podía vivir. Tomé un ramo que se llamaba Seminario de Ilustración, en el que había que ilustrar un texto real con la posibilidad de publicarlo. Pensé, guau, lo voy a hacer hasta que me lo gané. Lo tomé como proyecto de título y de ahí nunca más paré.

Has trabajado en docencia y aún haces talleres. En ellos, trabajas la idea de que ilustrar es un modo de autodescubrirse.

-Para mí es evidente que uno tiene que buscar algo adentro para contar algo. Y si encuentras una historia afuera, uno la pasa por un filtro personal. Hoy todo está tan revisitado que me parece que lo más nuevo es lo que uno tiene adentro. Y en eso, a veces un dibujo mal hecho puede ser infinitamente más poderoso que uno perfecto.

Tienes 25 mil seguidores en tu Instagram. ¿Cómo manejas la conexión con las personas y con qué propósitos?

-Creo que tengo que hacerme esa pregunta más a conciencia, porque tengo hartos seguidores a los que no sé muy bien qué les doy. En general, les voy contando noticias, de lanzamientos, y me gustaría mucho empezar a mostrar los procesos creativos.

Y la gente, ¿cómo llega a ti? ¿Qué esperan o buscan?

-Me muestran mucho cómo usan sus libros, lo que es precioso. Me piden consejos, me contactan por trabajo.

Eres referente en tu ámbito. Y estás en la cresta de la ola.

-Siento que tengo tanto por hacer. Sí puedo decir que después del libro de Neruda, siento que por primera vez la pillé.

Y eres candidata al Premio Hans Christian Andersen.

Nos demoramos dos años para postular. Entonces una vez que te aceptan y quedas en una lista de veintitantos ilustradores es increíble.

Ahora participarás de la delegación chilena en la Feria del Libro de Buenos Aires, que es muy respetada. ¿Para qué te sirven esas instancias?

-Hay algunas más importantes que otras y a las que hay que ir, como la de Bolonia en mi caso. Te abren mundos, conoces a otros colegas. Y, algo muy importante: te das cuenta de que, vinculándote con personas de afuera, puedes crear desde Chile.

COMUNICACIÓN EN DIÁLOGO es un espacio gestionado por Arturo Figueroa-Bustos, académico investigador de la Escuela de Periodismo de la Universidad Andrés Bello, Campus Creativo.

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