“Chile necesita el Museo Violeta Parra”, declaró hace poco el filósofo y musicólogo Gastón Soublette, quien fuera estrecho colaborador en el trabajo de transcripción musical de los cantos campesinos que la artista recopiló en los años 50 recorriendo los distintos territorios del país.
“No sería un acto de generosidad con nuestro pueblo y con nuestra cultura que ese patrimonio quede guardado”, afirmó. La voz de Soublette resuena con la fuerza de un mandato: Violeta Parra es patrimonio de todas y todos y el museo dedicado a su figura tiene la responsabilidad social de mantener, nutrir y socializar su legado.
Pese a que su edificio de Vicuña Mackenna fue incendiado en el contexto del estallido social de octubre 2019, el museo se ha mantenido vivo y dialogante –aseguran los encargados-consciente de que su obligación va más allá de ofrecer una experiencia material: se trata de sostener una visión de mundo, un imaginario simbólico y espiritual, en permanente proceso de apropiación y reinterpretación colectiva, con potencia para iluminar las problemáticas contemporáneas que hoy, más que nunca, atraviesan la realidad.
El museo ha sostenido durante el último año una presencia continua y un contacto permanente con la gente, a través de múltiples acciones vinculadas a su figura y quehacer, que se han difundido en redes sociales y en su web, aumentando audiencias y creando nuevas demandas y deseos.
Pero era también necesario encontrar un espacio donde volver a ofrecer la experiencia del contacto físico, sensorial y visual con la obra de esta artista clave, añaden. Por eso, el Museo Violeta Parra –junto a la Fundación y al directorio que lo sustenta—firmó un acuerdo para instalarse en dependencias del recientemente inaugurado Centro de Extensión del Instituto Nacional, mientras se avanza en las tareas de restauración y reacondicionamiento del edificio de Vicuña Mackenna, labor que se está realizando en estrecho diálogo con los vecinos del sector y que implica incorporar nuevos estándares de seguridad, cuidado del entorno y sustentabilidad.
Este aterrizaje en el Centro de Extensión del Instituto Nacional (institución emblemática de la educación pública chilena, con más de dos siglos de existencia) refuerza la labor patrimonial del Museo Violeta Parra, enfatizando su carácter simbólico, se indicó.
Se trata de un espacio cultural que surge a comienzos de la década del 60 instalando la idea de cultura como bien público vehiculizado a través de la educación. La construcción del edificio se detuvo en la obra gruesa y estuvo paralizada casi 60 años por falta de recursos. Son más de 6 mil metros cuadrados que se construyeron en los subterráneos del liceo. Un lugar extraño e histórico, al que varias generaciones de alumnos acudían para sus reuniones secretas. Lo llamaban “Las catacumbas”. Allí se tejieron momentos y relatos de estudiantes que han sido también influyentes en el acontecer nacional.
El Centro de Extensión se inauguró en 2018, pero recién ahora entra en plena acción, incorporando además del Museo Violeta parra al Centro Cultural Alameda y otros proyectos culturales. Tiene cinco niveles, un aula magna con 800 butacas, una sala de cámara, dos grandes salas de exhibición, además de oficinas, salas multimedia y salas de ensayo.