El popular músico y abogado Leo Quinteros publica “El cuento del Pirata Comearañas y su viaje a la pizza del tesoro”, una aplaudida joya de la cotizada corona de la literatura infantil. Texto que a poco andar ha calado en una audiencia exigente y que no está para cuentos ligeros. Su primera incursión en el género ha sido testeada con éxito en la Feria del Libro de Santiago, donde el cara a cara con los niños, le ha indicado al rockero que va por buen camino.
El libro ilustrado que versa sobre una fiesta de personajes de cuentos clásicos a la que llega como un colado un cuento inventado suena a la misma prosa febril que permea su trabajo musical en canciones como “Los accidentes del futuro” (protagonizada por unos duendes esquizos) o “Heart Attack” (donde conviven dragones y la Alicia de Carroll).
“No me había dado cuenta de esa relación, pero suelo referenciar un imaginario mágico infantil psicodélico… no sé, algo hay en todo eso que me sirve como imagen, un lugar donde esos bordes imprecisos de la realidad se muestran un poco. Te cito a Lewis Carroll: “If I had a world of my own, everything would be nonsense” (“si tuviese un mundo propio, nada en él tendría sentido”). A mí eso me alcanza como filosofía de vida”.
“En el caso particular de “El cuento del Pirata Comearañas”, hay mucho personaje universal que no necesita mayor presentación, representan características muy definidas, entonces el “cuento inventado” viene a desbalancear los roles”, dice sobre la publicación de Planeta que es ilustrada por el iquiqueño Roberto Siñiga y que sigue las pistas de humor y espontaneidad que dejaron otros autores clásicos en la pluma de Quinteros.
“Me gusta mucho Mo Williams, Shaun Tan, y de los clásicos Mark Twain, Lewis Carroll, los que se me ocurren ahora. En Chile, obvio, los Papelucho de Marcela Paz, Mampato de Themo Lobos. También de lo más contemporáneo me parece que Esteban Cabezas tiene una mirada bien moderna de lo que debiera ser esto. Y los libros que me influyeron de chico, no sé, leí muchas cosas, y libros que de repente no eran tan para mi edad. Me gustaban esos en que uno elegía su propia aventura, y me acuerdo haber leído todos los cuentos clásicos, onda Los Tres Mosqueteros, La Isla del Tesoro, Tom Sawyer, todo Julio Verne y los que te mencioné antes. Cuentos de aventuras, detectives, Sherlock Holmes, hasta una época me pegué con Agatha Christie, como a los 10 creo… no sé. Cuando más leí fue cuando chico”, recuerda.
Sobre el trabajo de Siñiga, que sirve de puente entre las palabras del autor y la imaginación incontenible de sus lectores, Quinteros rescata que “quedé muy feliz con el trabajo de Roberto, sin duda captó la idea y el humor del cuento. Las ilustraciones son muy cuidadas y atractivas. Si bien el cuento lo escribí yo, el resultado final de un libro ilustrado es siempre una especie nueva, un resultado colectivo”.
destapar las cañerías de la imaginación
En el proceso creativo que lo lleva a estas costas, el músico revela que su imaginario se mueve con la misma marea que traslada a sus piratas. “La verdad es que las imágenes aparecen escribiendo, en el acto de escribir. De repente escribo una palabra y decido seguirla. No uso las palabras al revés, me refiero a que no uso las palabras para explicar una idea previa, sino que voy encontrándole sentido a lo que escribo a medida que lo hago. Palabras sacan palabras, dicen”, explica sobre ese hilo narrativo que requiere sorprender a una audiencia que cada vez despega menos los ojos de la tablet.
-¿Qué reflexión te merece que una gran parte del catálogo de libros infantiles actual sean primero moraleja y después relato?
-Yo no me pondría a escribir un cuento pensando “voy a enseñar a los niños tal cosa”. Prefiero intentar proponer imágenes que los lleve a una asociación libre, a percibir la musicalidad del lenguaje, a encontrar nuevas ideas por sí mismos. Si bien, es indiscutible que la literatura infantil tiene una dimensión educativa, esa labor no es necesariamente educar en la moral o en el adoctrinamiento como una parábola, sino en el lenguaje, en el pensamiento y en la sensibilidad.
-¿El paso por la Feria del Libro probando el relato, te dejó alguna sensación sobre lo que los niños quieren leer?
-Creo que para los niños los libros mantienen intacta su capacidad de impacto. En los adultos es distinto porque tienen las cañerías tapadas, como los edificios viejos. Para los niños todo es posible, están en plena construcción de la realidad. En ese sentido, un cuento puede ser una herramienta a través de la cual el niño amplía los límites de su imaginación, de su realidad, de lo que es posible. Un adulto fome, te aseguro que fue un niño con la imaginación chica. Así que si me pides una imagen de la Feria del Libro, respecto de los niños, te digo que a pesar de vivir en estos tiempos de ultra estimulación 3D, yo veo constantemente a niños que escuchando una historia o recibiendo una frase inesperada, se quedan un rato como mirando nada, pensando, y algo pasa ahí, uno los ve imaginar, y ahí es cuando el ser humano crece, por lo menos en términos de creatividad.
►Leo Quinteros, “La Enredadera”
FUENTE: Carlos Salazar