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Lelio por “Una Mujer Fantástica”: Los personajes libertarios hacen explotar las etiquetas

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Del amor enfrentado a la muerte, desafiar los límites de la empatía y provocar un juego de miradas entre los personajes y el espectador. De eso trata “Una Mujer Fantástica” según su director, Sebastián Lelio, quien está de paso en Chile por el estreno en salas nacionales de la película ganadora del Oso de Plata al Mejor Guión en el Festival de Berlín 2017. Esta es la segunda ficción que el realizador nacido en Mendoza y nacionalizado chileno estrena en nuestro país tras un exitoso paso en la Berlinale: en 2013 lo hizo con “Gloria”, premiada en la categoría de Mejor Actriz por el papel de Paulina García. Pero que ambas películas se hayan llevado un “Oso” del certamen alemán no es el único punto en común entre los largometrajes: en la cinta protagonizada por Daniela Vega, actriz trans que interpreta a un personaje trans, vuelve a poner en primer plano y bajo los focos estelares a una mujer que desafía las normas. “Creo que Marina (Vega), al igual que Gloria (García), son mujeres luminosas, lo que no quiere decir que no tengan oscuridad. Necesito admirar a mis personajes, pese a que admirarlos no significa no mirarlos despiadadamente. Y en ‘Gloria’ y ‘Una Mujer Fantástica’ eso está presente. Hay algo en las luchas de ambas que me emociona y conecto con ellas”, comenta a La Nación el director que pronto partirá a Europa para continuar con la producción de “Disobedience”, su primera cinta de habla inglesa y que contará con Rachel McAdams y Rachel Weisz. Más que coincidencia temática, uno de los temas principales del director radicado en Alemania es abordar a través de la femineidad a personajes que desafían las reglas y ponen en jaque tanto a su entorno como al espectador -otro actor que cumple un rol activo en su filmografía, en la que destacan “La Sagrada Familia” (2005) y “Navidad” (2009)-. Junto con reflexionar sobre cómo Marina es vista por el resto, cómo ella se ve a sí misma y la colisión que se produce entre ambas miradas, el sexto largometraje de Lelio (43 años) también tiene que ver con “el espectador y cómo la película lo interpela. Por una parte está Marina, las fuerzas antagónicas y el espectador, quien es el tercer observado y observador que debe tomar una posición”. Pese al protagonismo de esta especie de diálogo entre los elementos del film, Sebastián Lelio no quiere que perdamos de vista la historia que mueve a los personajes. Porque fuera de las segundas lecturas, “Una Mujer Fantástica” cuenta lo que le pasa a nuestra heroína luego de que su pareja (Francisco Reyes) sufre un accidente y los cercanos de éste quieren que Marina desaparezca del mapa familiar. – Una de las lecturas que se pueden hacer de la película es que se trata sobre ver y ser visto, y de cómo eso afecta la percepción de quien uno es. -Por una parte es una película sobre el amor enfrentado a la muerte, sobre la identidad y los límites de la empatía, sobre qué estamos dispuestos a permitir que ocurra y qué no. También sobre cuáles amores y seres son legítimos y quién se declara autoridad para evaluar aquello. Y en una mirada más profunda, es una película sobre el punto de vista, sobre ver y ser visto, y cómo ver y nombrar define tanto realidades como a quien ve. En este caso, las palabras que se usan para nombrar o describir a Marina revelan más sobre el que está emitiendo el juicio que sobre la juzgada. – Muchas veces al hablar de esta película se le agrega el apellido de “social”. ¿Cómo lo tomas? -Todo cine es un acto social y como tal es un acto político. Se hace cine para que sea visto por la sociedad y ojalá sea muy visto, y en ese sentido es un acto social. El asunto es cómo hablar de los temas de forma que revelen aspectos que no han sido revelados del todo o cómo encontrar ángulos para hablar de los temas pero que se iluminen con una luz nueva y el espectador pueda expandir sus vocablos con los que mira la realidad. La película es social porque habla de un tema muy de frontera y que sintetiza lo que estamos discutiendo como sociedad chilena y sociedad humana. – En ese sentido, ¿el personaje de Marina tiene alguna responsabilidad? -Es una especie de símbolo de todo lo que se está discutiendo en un mundo post Trump e ISIS. Un personaje como Marina se convierte en ícono porque hay una condición de frontera, en el borde de lo que estamos o no dispuestos a permitir y eso la hace social y conectar con una discusión social contemporánea. – En tu filmografía destacan los personajes femeninos fuertes, que miran de frente a la cámara, sin pudor de sus virtudes y defectos. ¿Qué te entregan que les has dado esa importancia? -Me cuesta filmar mirando para abajo a los personajes. Ahora, porqué son mujeres es muy difícil para mí responder. No sé cuál es la razón. Me emociona la idea y ahí hay algo que no sé muy bien qué es. Tengo que seguir escudriñando. – Hablas de seguir escudriñando, ¿cuál es ahora tu búsqueda en el cine? -Es una pregunta cabrona porque hacer cine es egoísta, es hacer algo que me emocione profundamente a mí, que enriquezca mi vida y me haga crecer teniendo la fe de que si uno escucha ese llamado posiblemente va a resonar en los otros. Que va a producir un eco en los otros. Pero no se puede, no hay manera de tocar al otro si no es tocándose primero a uno mismo. Y eso suena súper masturbatorio, pero es desde el amor. – Volviendo a Marina, en una entrevista comentaste que ella y Gloria eran personajes luminosos. ¿A qué te refieres? -Hay una fuerza vital en ella que para existir tiene que estar conectada con cierta luz, sino la vida te abate y destruye. Y esa luz viene de adentro de ellos, los propios personajes lo generan. No es una luz por reflejo, digamos. Están en combustión, están en pleno fuego, ardiendo en la vida y eso es bonito de admirarlo. Y es con esos personajes que están en plena explosión con los que el mundo choca. Están pagando el precio por esa luminosidad. Pagan el precio por arder. – En el fondo, es como si su exceso de libertad y los riesgos que toma produjeran un malestar en el otro que termina rechazándola. -El rechazo que generan esos personajes tan vivos es producto de la ignorancia y el miedo al exceso de vida y a lo desconocido. Es como si la vitalidad del otro nos resultara ofensiva. Y eso revela más del que se ofende que del ofendido. En ese sentido, Marina es como un gran reflector que provoca que el otro se vea en una encrucijada, porque su libertad resulta ofensiva, casi un insulto. Se crean un montón de etiquetas, muletas y artimañas para amordazarla (a la libertad): que no es lo correcto o no es natural, y que Dios creó solo al hombre y la mujer. Y lo que hacen los personajes libertarios es detonar las etiquetas o ponerlas en crisis. Así la sociedad avanza. Pero hay una resistencia a ponerse en crisis y se termina pagando un precio por eso.
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