La moralidad política como ariete presidencial
*Por José Orellana Y.
Los vínculos entre las redes del narcotráfico y la práctica política municipal y partidaria denunciada en los noticieros chilenos tuvo la virtud de instalar en plena campaña electoral un contexto de definiciones valóricas de los candidatos en oposición a la legítima contienda electoral para obtener votos. Por otro lado, en los últimos debates presidenciales, el tema ha sido uno de los ejes argumentativos utilizado por algunos de ellos que aluden a Alejandro Guillier por los apoyos brindados por el alcalde de San Ramón en cobertura política y mediática. El periodista y senador se ha visto siempre presionado a responder los emplazamientos de sus contendientes. Los que evidentemente continuarán.
Más allá de que esté descartada esa vinculación o si tuvo un buen o mal desempeño en el abordaje del asunto, queda en la retina la calidad de los emplazamientos por parte de José Antonio Kast en particular. También la pobreza de los emplazamientos en cuanto a profundidad del fenómeno y a contenidos de una propuesta que permita disminuir la ocurrencia del flagelo de la narcocultura.
En los debates que vendrán los emplazamientos “con veneno” probablemente se incrementarán e intensificarán, cuestión que no debe cegar a quien pase a Segunda Vuelta, sea desde las fuerzas de Centro Izquierda o de Izquierda, algo que estará muy asociado a los resultados de Parlamentarias y CORES.
Se puede considerar dos botones de muestra. El primero referente a las afirmaciones sobre “inmoralidad política”. Un asunto casi transversal y recurso de varios candidatos que no deben encarnar obstáculos para acuerdos futuros, dada la intrascendencia y uso de un oportunismo político mal entendido para ganar algunos votos por parte de candidatos como MEO. Por otro lado, tampoco deben ser tema los emplazamientos sobre “irresponsabilidad política” que se le endosan al Frente Amplio para gobernar, dado que si Beatriz Sánchez logra pasar a segunda vuelta, es de inteligencia política mínima crear acercamientos para impedir que la candidatura de la derecha que representa Sebastián Piñera siga profundizando el modelo que, ya ha sido demostrado, causa amplias desigualdades sociales.
En esta misma línea, y para superar la maniquea frase “todos contra Piñera”, la que efectivamente molesta y a nadie convoca, es que el planteamiento de Carolina Goic, como ‘la que se atreve’, resulta del todo convincente. Esto es, avanzar lo que más se pueda en la ‘integración programática’ como plataforma posibilitadora de acuerdo político, que permita profundizar en reformas para un Nuevo Chile que proyecte una moral, una ética y una tolerancia, que supere el individualismo que lo ha caracterizado las últimas 40 décadas.
En tal sentido, cualquier candidato tiene el derecho de acusar ‘mala fe’ de su contrincante, pero al mismo tiempo tiene la obligación de reaccionar con propuestas. No sólo enojarse con sus colegas candidatos y periodistas, sino que superar a punta de propuestas los cercos publicitarios y políticos en los que opera.
*José Orellana Yáñez es Cientista Político, docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y Doctor © en Estudios Americanos por el Instituto IDEA, USACH.