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La marcha de la estupidez

(Joaquín Orellana, director ejecutivo del Centro Democracia y Comunidad): La próxima elección presidencial de Estados Unidos se vuelve relevante para los destinos del sistema internacional, la democracia y el planeta en su conjunto. En este sentido, el par “Biden-Trump” mantiene en vilo la realidad tal como la conocemos. La suma de dudas que dejan los planteamientos públicos de Joe Biden, siembran perplejidad y exhortan al Partido Demócrata a tomar una decisión de última ratio para enfrentar a la ultraderecha de Donald Trump.

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Joaquín Orellana, director ejecutivo del Centro Democracia y Comunidad.

“La insensatez es hija del poder”, señala Bárbara Tuchman en “La Marcha de la Locura” (1984). Un texto imperdible donde la autora realiza un rastreo de procesos de eventos históricos (como el caballo de troya o la guerra de Vietnam) poniendo énfasis en la toma de decisiones y el perfil de liderazgo que tienen las autoridades políticas que determinan el rumbo de la historia y, por qué no, el de la humanidad.

En aquel marco es que la próxima elección presidencial de Estados Unidos se vuelve relevante para los destinos del sistema internacional, la democracia y el planeta en su conjunto. En este sentido, el par “Biden-Trump” mantiene en vilo la realidad tal como la conocemos. La suma de dudas que dejan los planteamientos públicos de Joe Biden, siembran perplejidad y exhortan al Partido Demócrata a tomar una decisión de última ratio para enfrentar a la ultraderecha de Donald Trump.

Mientras el excéntrico paladín del Partido Republicano sufre un aparente atentado en Pensilvania y en su sitio web (www.donaldjtrump.com) se despliega una “ventana emergente” con la etiqueta de “preso político”, su otrora competidor, el actual presidente de los Estados Unidos, les promete a sus adherentes en Michigan que está bien de salud.

Ustedes juzgarán cuál es el relato más atractivo de cara a una carrera que es fundamentalmente política, pero también mediática y performática. De esta manera, Trump acaba de conseguir la nominación a “la mejor foto del año” y Biden no logra repuntar.

La tesis de Tuchman se basa en la capacidad que tienen los liderazgos de tomar decisiones en contra de sus propios intereses, sin tomar en cuenta las advertencias y menos aún las consecuencias. Y es que lo que no se explica por la racionalidad, tiende a serlo por la estupidez. Precisamente es eso lo que estamos viendo en una de las principales elecciones presidenciales de Occidente. La persistencia en carrera de Joe Biden no hace más que cristalizar la confianza del candidato que hace carne los valores de la ultraderecha.

Si bien, el escenario está abierto de cara a los resultados finales. Se debe recordar que el sistema electoral del país norteamericano no es mayoritario (del tipo 50%+1), sino que cuenta con mayorías que se ven reflejadas en un colegio escrutador correspondiente a cada Estado miembro de la República Federal. Pero la permanente duda en torno a la figura de Joe Biden debilita su adhesión ciudadana y su despliegue de campaña. De no cambiar de candidato, lo mejor que pueden hacer los Demócratas es cerrar filas, concentrarse en lo que queda y consolidar el tándem “Biden-Harris”.

Lo que ocurra en Estados Unidos no es baladí. La realidad del sistema internacional no solo depende de la comunidad que la compone, sino también de la “performance” de las potencias que interactúan en él. De allí que el eventual triunfo de Donald Trump sea un factor de preocupación para la estabilidad del orden global y las democracias.

Con base en lo anterior, vale la pena preguntarse: ¿Será que nuevamente estamos siendo convocados a la marcha de la estupidez?

Joaquín Orellana, director ejecutivo del Centro Democracia y Comunidad.

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