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La hepatitis C: una enfermedad “silenciosa” y subdiagnosticada

Calificada por el jurado del Nobel de “problema mayor de salud mundial”, la hepatitis C mata cada año a 400.000 personas, mientras que 71 millones son portadoras crónicas del virus, es decir, 1% de la población mundial, según la OMS.
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El virus de la hepatitis C, cuyo descubrimiento fue galardonado este lunes con el Nobel de Medicina, es responsable de una terrible enfermedad crónica, que progresa en silencio antes de provocar potencialmente cirrosis o cáncer de hígado, pero que ya es posible curar.

Calificada por el jurado del Nobel de “problema mayor de salud mundial”, la hepatitis C mata cada año a 400.000 personas, mientras que 71 millones son portadoras crónicas del virus, es decir, 1% de la población mundial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Entre estas, solo una de cada cinco (19%) son conscientes de su enfermedad, debido a unas capacidades limitadas de diagnóstico a nivel mundial.

Tras una fase de infección aguda, generalmente asintomática, una minoría de pacientes, entre 15% y 45%, elimina espontáneamente el virus, pero en la mayoría de casos, éste se instala en las células del hígado para convertirse en una enfermedad crónica.

Pero se mantiene silenciosa durante mucho tiempo, puesto que puede evolucionar durante 10, 20 y hasta 30 años antes de que aparezcan complicaciones graves como cirrosis o cáncer de hígado.

Según la OMS, “entre los enfermos crónicos, el riesgo de padecer cirrosis del hígado es de entre 15% y 30% durante un periodo de 20 años”.

La hepatitis C se transmite esencialmente a través de la sangre. Las transfusiones fueron durante mucho tiempo una vía importante de contaminación, pero con el desarrollo de tests de detección, este tipo de contagio prácticamente desapareció.

Hoy, la OMS estima que 23% de las nuevas infecciones y 33% de la mortalidad debido al virus de la hepatitis C son imputables a la inyección de drogas con material no esterilizado.

También se puede transmitir durante la realización de tatuajes y piercings y más puntualmente, mediante una relación sexual o de una madre al feto.

La producción en los años 2010 de nuevos antivirales de “acción directa”, capaces de eliminar el virus en pocos meses en más de 95% de los casos, revolucionó el tratamiento de esta enfermedad. Se trata sobre todo del sofosbuvir, comercializado por el gigante farmacéutico Gilead bajo el nombre de Sovaldi.

Estos medicamentos hacen de la hepatitis C “la única enfermedad viral crónica que se puede curar”, según el Instituto Nacional de Salud y de Investigación Médica de Francia.

En los países con acceso a estos tratamientos, este mal está en constante disminución, aunque globalmente su difusión padece de su coste elevado, si bien los precios cayeron en los últimos años gracias a la introducción de versiones genéricas.

A finales de 2017, únicamente 5 millones de personas de un total de 71 millones de enfermos crónicos habían sido tratados con antivirales de acción directa, según la OMS.

“Queda mucho por hacer antes de lograr la meta de tratar el 80%” de las personas infectadas “en 2030”, advierte la organización internacional.

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