Alejandra Valdés, directora ejecutiva de la Corporación Cultural de Lo Barnechea.
El 21 de junio recién pasado celebramos por segunda vez el Día Nacional de los Pueblos Indígenas. La fecha coincide con el Solsticio de Invierno, momento en que se da el punto máximo de distancia que puede alcanzar el Sol de la Tierra, algo que distintas culturas festejan con rituales, festivales o celebraciones para recibir un período de renovación y renacimiento.
Este día tiene por propósito homenajear y reconocer a todos los pueblos originarios de nuestro país, entre ellos, el pueblo mapuche, aymara, rapa nui, diaguita, atacameño, quechua, colla, chango, kawésqar y yagán. Hace justicia celebrar este día y tomar conciencia de tantas costumbres y aportes que realizan a nuestra cultura y tradiciones, y que son parte – entre otras cosas – de lo que hoy nos convierte en chilenos. Me refiero por ejemplo, a nuestra manera de comunicarnos, con palabras heredadas que hoy son parte de nuestro vocabulario; a la gastronomía, con recetas y uso de distintos ingredientes autóctonos; o a la salud, cuando recurrimos a hierbas silvestres para el tratamiento de distintas dolencias; y asi tantos otros ejemplos.
Además, el conocimiento ancestral ocupa un lugar relevante en nuestro diario vivir, porque muchos de los avances que hoy usamos en áreas como la agricultura, minería, pesca, caza, astronomía, construcción, etc., provienen de la base que antes crearon nuestros antepasados y el respeto que han mostrado a través de los años por los recursos que entrega la naturaleza.
El problema es que no basta con un día feriado para saldar la deuda histórica que tiene nuestro país con el reconocimiento del legado cultural de los pueblos originarios. Los símbolos ayudan, sí, pero donde realmente debemos apuntar es a reconocer su importancia en la práctica, abriendo instancias donde puedan desplegar su visión y aporte sin cuestionamientos ni prejuicios, y también con la entrega de herramientas que mejoren su calidad de vida y permitan que ese conocimiento siga preservándose y traspasándose a las siguientes generaciones.
Para proyectar el futuro en la toma de decisiones se debe revisar el pasado, actualizarlo y considerar la natural evolución de las civilizaciones. Esto conlleva relevar a los pueblos originarios, sus creencias y costumbres como asimismo relevar también otros aportes que nos conforman desde nuestra historia en la nación que somos. Me refiero a honrar, aceptar y querer el mestizaje, pues en esta línea debemos tomar en cuenta procesos migratorios relevantes como fueron la llegada de los alemanes al sur, el arribo de personas originarias de África al norte y, más tarde, de tantas otras culturas que aportan al Chile que somos hoy. Todo ello conforma la riqueza que une a nuestra ciudadanía chilena. Pues la deuda pendiente no es dividirnos entre pueblos originarios como si fuéramos varias naciones, el objetivo debiera ser querer cada parte del proceso para ganar en unión y no en ruptura.
No somos el único país en esta senda. Es conocido el caso de Canadá, que ha buscado múltiples maneras de compensar a sus pueblos originarios de los abusos y el robo de terrenos realizado hace más de un siglo. El pueblo de los siksika recibió un reconocimiento público y una compensación monetaria por estos hechos. Además, la nación está consciente de las atrocidades cometidas en contra de niños indígenas (lo que se vio confirmado con el hallazgo de sus tumbas) y ha realizado distintos actos de perdón y reparación hacia sus descendientes. Más conservando un país unido, con sueños y objetivos comunes y e integrando la multiculturalidad actual bajo un mismo país.
Otro caso es Nueva Zelanda del que podemos aprender buenas prácticas, entre ellas, la incorporación de símbolos de la cultura maorí dentro de la identidad del país, la representación legislativa reservada para velar por sus intereses, un acuerdo económico de restitución de tierras y la entrega de derechos de pesca basado en el emprendimiento. Se puede. Siempre que el foco lo pongamos en el bien común de todos y todas los chilenos y chilenas.
Los pueblos originarios son más que co-habitantes de un mismo territorio. Asimismo lo son otros que aportan a la identidad patria. Todos en conjunto son parte de la historia del país, visiones diversas que enriquecen y potencian el conjunto. Depende de todos nosotros conectar esas realidades a través de la cultura, propiciar el encuentro en torno a experiencias y generar la motivación para que todos seamos parte de un Chile rico en tradiciones, patrimonio, expresiones, realidades y sueños
Añoro un país donde valoremos todos, tanto a los pueblos originarios como a tantas personas y culturas que a lo largo de los años han hecho posible que seamos el Chile de hoy. En un mundo globalizado creo que debemos integrarnos y unirnos como un solo Chile que se sabe diverso y transpira y transmite el orgullo de lo que esa diversidad significa con la conciencia de que es esa identidad común la que también nos dignifica.
Alejandra Valdés, directora ejecutiva de la Corporación Cultural de Lo Barnechea.