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La animita de la milagrosa “Niña hermosa” acrecienta su leyenda

Astrid Soto soñaba con ser actriz pero el 21 de octubre de 1998, en el kilómetro 22 de la Autopista del Sol, un camión se cruzó en su camino y acabó con sus sueños a los 18 años cuando iba en moto, otra de sus pasiones.
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El fervor popular por Astrid Soto, la “Niña hermosa”, se mantiene vivo a juzgar por la montaña colosal de peluches, flores frescas y mensajes de agradecimiento por “milagros” realizados que se agolpan en su animita, un santuario popular a orillas de la carretera donde perdió la vida hace veinte años.

Astrid soñaba con ser actriz pero el 21 de octubre de 1998, en el kilómetro 22 de la Autopista del Sol que lleva a la costa, un camión se cruzó en su camino y acabó con sus sueños a los 18 años cuando iba en moto, otra de sus pasiones.

Pero si desapareció físicamente, su alma, que según los creyentes, vaga en el lugar del trágico accidente, se ha convertido en la esperanza milagrosa para muchos que le pagan sus favores sobre todo con peluches.

Otros fieles anónimos le dejan cajas de uvas, pimentones, frutillas, frambuesas, “según las cosechas”, y que su madre, Graciela Chamorro, se lleva a casa para repartirlas entre sus vecinos, como sin duda hubiera hecho su hija, que era muy “generosa” con los necesitados, asegura a la AFP por teléfono.

Han pasado ya dos décadas de su muerte y Graciela, de 58 años, mantiene todavía su habitación intacta, su enjuague bucal (“ya seco”) y su cepillo de dientes. En su memoria tiene grabada indeleble la sonrisa y la larga melena pelirroja encaracolada de su hija, a la que prefiere visitar “donde están los ositos”, en vez del cementerio.

Cada mes de mayo, acude con una torta de cinco pisos con flores para su cumpleaños y en sus visitas semanales le suele dejar dulces. “La última palabra que me dijo fue que me cuidara”, rememora tras leer un mensaje que le había escrito su hija en una agenda en el que le aseguraba, casi a modo de testamento, lo “orgullosa” que estaba de esta mujer trabajadora, y que concluía con la promesa de que “nunca le fallaría”.

Alejandra Fredes ha venido a ver la animita con su marido y sus dos hijos “por curiosidad”, pero a la vista del santuario, “le voy a pedir porque veo muchas cosas de agradecimiento y que ella ha cumplido”, dice a la AFP.

“Tiene que ser muy milagrosa para tener tantas cosas”, exclama.

Julio Ortega, un ingeniero en paro, en compañía de su esposa Ana Zúñiga, le ha pedido que le ayude a encontrar trabajo y salud para su único hijo. “Como alguien va a la iglesia a rezar a dios o a la virgen, le puedes venir a rezar a alguien que puede tener sus cualidades y que intercede ante el ser supremo”, asegura.

Su esposa está segura de que se los va a proteger y a ella le va a curar su depresión, porque “cuando toqué su foto sentí algo muy grande acá (se toca el pecho) y me dieron ganas de llorar”.

LA GÉNESIS DEL MITO

Las carreteras de muchos países están flanqueadas por cruces, flores y objetos de los fallecidos trágicamente.

Pero es un misterio lo que hace que algunas sean veneradas, acrecentando el mito. “Muchas personas vinieron, le pidieron y ella les concedió, lo que la hace distinta a otras animitas”, explica Fredes.

Debe ser así, porque un poco más allá, están las animitas de los 20 pasajeros fallecidos en un accidente de autobús en 2010 y otra con muchas botellas de plástico que no suscitan el mismo fervor que la de la “Niña hermosa”, a cuyas fotos sus fieles le han colocado aretes, collares y pasadores para el cabello.

En señal de respeto, los camioneros y muchos conductores tocan la bocina cuando pasan al lado de su santuario, que el Ministerio de Obras Públicas quiere desplazar ante el peligro para las personas que estacionan sus vehículos en el estrecho arcén y el problema de salud pública que puede generar la podredumbre de los peluches a causa del tiempo y la lluvia.

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