Integración en Las Condes: Un desafío a mirarnos como país
• María Amelia Barrera, directora de Centro Sol Instituto de Terapia Centrada en Soluciones.
La polémica surgida tras el anuncio del alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, de construir una torre de viviendas sociales en la Rotonda Atenas es una muestra de la estructura social que hemos construido y revela de algún modo nuestro modo más íntimo de pensarnos.
Claramente no somos iguales, a fin de cuentas, nadie es exactamente igual al otro. Somos individualidades interactuando con otras individualidades. Pero nuestra naturaleza es gregaria, necesitamos sentirnos parte de algo, o de un grupo social. Nuestro cerebro es capaz de reconocer diferencias y similitudes y agrupa, clasifica, ordena en esquemas reconocibles. Nos identificamos, nos sentimos parte de aquel grupo que tiene algunos aspectos significativos para nosotros, que comparte gustos, intereses, estilos, modos de pensar o de actuar. Sin duda el actuar social está entrelazado con la biología. Hasta este punto el sentirnos partes de grupos y diferenciarnos de otros es explicable.
La reflexión que me surge a partir de la respuesta a la propuesta de construir viviendas sociales en Las Condes tiene que ver no con el sentirse parte de un grupo diferente del otro, sino con la exclusión del otro y con la falta de una mirada más abarcadora: mirarnos y darnos un sentido como país.
La exclusión del otro del espacio en el que habito puede tener una explicación en el miedo que me genera la diferencia, la posibilidad de perder aquello que valoro tanto. Creer que los otros tienen costumbres y hábitos fundamentalmente distintos, tanto, que no quiero lidiar con ellos. Por lo tanto, ojalá ellos vivan lo más lejos de nosotros, distanciados, que se hagan cargo de aquello que los aqueja sin tener que ver nosotros con esto. En la exclusión las creencias juegan un papel importante. Las creencias emergidas y mantenidas en grupos cerrados acerca de los otros, pertenecientes a otros grupos, no pueden ser contrastadas con la realidad. Se reverberan en las conversaciones con los miembros del grupo al que pertenezco y son confirmadas en la propia selección de eventos. Dicho de otro modo, no tengo forma de contrastar mis creencias si me mantengo aparte, si lo que sé de los otros lo leo, o lo veo de aquello ya es una selección hecha por alguien a quien yo valido como miembro de mi grupo o clase. Mi relación con los otros pasa a ser una relación desde mis creencias, las que a su vez pensamos que son confirmadas.
Es un desafío interesante entonces el contrastar nuestras creencias. Creencias tales como que todas las personas de escasos recursos son flojas, o que roban, que no tienen valores básicos de convivencia, pueden ser parte del ideario creado a partir de esta separación, que se mantiene gracias a esta separación y que a su vez la justifican. Interesante es también desafiar la visión unidireccional que hay contenida en estas. Nos genera miedo el pensar que ellos traerán sus “malos hábitos” hacia mi comuna, y no darse el tiempo de pensar en lo que estarán recibiendo de parte nuestra, los cambios que ellos tendrán a partir de este encuentro cotidiano con nosotros. Claramente debemos avanzar hacia el pensamiento y la comprensión sistémica (influimos y somos influenciados, somos parte activa de una totalidad)
Sin duda mantenerse en una mirada pequeña, limitada, de la especie y su evolución social no contribuye al cambio. Así como individualidades interactuamos con otras individualidades, grupos sociales interactúan con otros grupos sociales, y países interactúan con otros países. La sociedad ha evolucionado y seguirá haciéndolo en el interactuar y compartir modos y estilos, especialmente en un mundo globalizado como lo es hoy.
Pero tras lo acontecido con las viviendas sociales, se percibe también la dificultad de vernos y pensarnos como miembros de una clase mayor, de la cual también somos parte constituyente y responsables. Pensarnos como país, como el país que queremos ser y que en este se contiene la diversidad. Mientras nos percibamos solo como el grupo social al que pertenezco, los otros serán pensados como externos totalmente, incluso podremos verlos como enemigos. Pero si atendemos a que todos somos parte de esta “clase” mayor, que es el país, podremos observar la contribución de la diversidad en la construcción de esta totalidad que es el país. ¿De qué modo cambiará la convivencia social si nos vemos como Chile, un país constituido por etnias, clases, diversidad de grupos sociales? Sin duda, nos hace falta un cambio de perspectiva y pensarnos más como el país que somos y el que queremos ser. De este modo los cambios necesarios serán vistos con alturas de mira, y nuestras intervenciones serán propuesta más que reclamos.
• María Amelia Barrera, directora de Centro Sol Instituto de Terapia Centrada en Soluciones.