El hallazgo corrió por cuenta de los guardaparques Sandro Flores y Efraín Gutiérrez, destacándose que esta especie está en categoría “en peligro” y “rara”, lo que resalta la importancia de este registro y también del resguardo de la zona en que se detectó su presencia.
Además, la buena noticia, según Esteban Zúñiga, encargado de biodiversidad de Conaf en la región, es que “estas especies son indicadores de la salud ambiental de los ecosistemas donde están presentes. De allí la importancia del registro de su presencia, ya que además ayudan a tomar decisiones de otras acciones y nos permiten también ver, por ejemplo, las modificaciones que está generando el cambio climático”.
Conjuntamente, destacó que el monitoreo de anfibios anuros dentro de las áreas silvestres de la región se retomó el 2015 y ese año se detectaron la presencia de otros anfibios propios del lugar, como Telmatobius y Rhinella. En el caso del sapito de cuatro ojos, si bien estaba descrito para esta área protegida, el último recuento bibliográfico con fotografías es del año 2006, en la publicación “Estado actual de los anfibios en Chile”.
En el monitoreo de anfibios, los guardaparques utilizan el chinguillo (armazón con una red de pesca), el que permite buscar en el fondo de los riachuelos y vertientes, con la técnica de un recorrido en forma de W. “Por la experiencia que tenemos, donde uno de los factores es la temperatura adecuada, uno sabe dónde podrían aparecer”, señaló Gutiérrez, quien es nacido en la zona andina. Agregó que “yo le digo rana negra, pero como lo vi también en un libro, lo reconocemos como la de cuatro ojos que no se había visto”.
Las fotos de la especie encontrada y luego devuelta a su hábitat, muestran el tamaño y las manchas dorsales simétricas que le caracterizan.