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Expresidente Sebastián Piñera y los Sub-40

(Gustavo Campos C., académico Escuela de Gobierno, Universidad Central): Las credenciales democráticas del expresidente permitieron a muchos sub-40 sacarse la pesada mochila de la dictadura y adherir a las ideas de centroderecha. Con su llegada a la Presidencia surgieron en las conversaciones familiares, oficinas e inclusive en salas de clases, entusiastas defensores de su gobierno, especialmente jóvenes que defendían sin complejos las ideas de centroderecha, y que querían dedicarse a la política universitaria (más allá del movimiento gremial de la UC) y al servicio público, rompiendo una hegemonía ideológica muy poco saludable para la sociedad.

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Gustavo Campos C., académico Escuela de Gobierno, Universidad Central.

Pasados ya varios días del trágico accidente donde falleció el expresidente Sebastián Piñera, su obra y su legado como político son y seguirán siendo objetos de escrutinio público. Su multifacética vida y su ubicuidad en la escena pública e historia reciente de nuestro país, realzan su figura tanto para sus adherentes -muchos de los cuales miran con nostalgia su días de gobierno y tal vez con algo de culpa lo extemporáneo de los reconocimientos que hoy recibe- y para sus detractores -que han visto con estupor como algunos de sus líderes han elogiado su persona y su legado, dejando sin sustento algunos relatos y caricaturas que eran materia prima de ácidas y muchas veces injustas críticas-.

Con las luces y sombras propias de todo hombre, para la generación Sub-40, que nació en dictadura, pero creció y adquirió consciencia plena en democracia, la figura de Sebastián Piñera se evalúa más allá del clivaje del plebiscito entre el “Sí” y el “No” y del episodio de la radio Kioto. Para toda una generación, representa la constatación de que la alternancia en el poder no solo era posible para Chile, sino que es necesaria y sana para todas las democracias. Al mismo tiempo, lideró la construcción de una derecha más moderada y sintonizada con los cambios vividos por una sociedad que se modernizó con la misma o mayor rapidez que el mercado y que, por ejemplo, aceptó antes que sus élites la necesidad de ajustar las instituciones a nuevas realidades sociales como el divorcio, las relaciones de personas del mismo sexo e inclusive abordar difíciles temas como el aborto.

Las credenciales democráticas del expresidente permitieron a muchos Sub-40 sacarse la pesada mochila de la dictadura y adherir a las ideas de centroderecha. Con su llegada a la Presidencia surgieron en las conversaciones familiares, oficinas e inclusive en salas de clases, entusiastas defensores de su gobierno, especialmente jóvenes que defendían sin complejos las ideas de centroderecha, y que querían dedicarse a la política universitaria (más allá del movimiento gremial de la UC) y al servicio público, rompiendo una hegemonía ideológica muy poco saludable para la sociedad.

Muchos de los recuerdos de su vida pública están marcados por anécdotas, salidas de protocolo y la compleja amalgama entre el político y el empresario. Frases como “la nueva forma de gobernar”, “el gobierno de los mejores”, los pendrives para sus ministros -muchos de ellos debutantes en la vida pública- y las chaquetas rojas, pueden ser juzgadas superficialmente como buenas muestras de marketing político, pero es innegable que contenían un talante que logró impregnar un aire distinto en las instituciones públicas y la ciudadanía: el Estado puede y debe hacer mejor y más eficiente su trabajo.

Sería un ejercicio desmedido aseverar que este cambio radical y profundo ocurrió a cabalidad y por el solo mérito del expresidente, pero resulta innegable -y así lo muestran algunas encuestas- que la gestión era una de sus grandes fortalezas: la reconstrucción del 27F, la proeza del rescate de los mineros, la oportuna disponibilidad de vacunas para el Covid, han sido reconocidas con mucha más justicia en el extranjero que en nuestro país. Nadie es profeta en su tierra, pero a Sebastián Piñera, esta frase fue aplicada en su querido país con la mayor de las rigurosidades.

Sólo el tiempo nos dará la perspectiva suficiente para juzgar en plenitud el legado del expresidente Sebastián Piñera, como por ejemplo su rol en el todavía reciente 18 de octubre y días posteriores, pero es de esperar que el testimonio de su activa vida pública nos permita -sobre todo a los más jóvenes- aprender las lecciones necesarias para la construcción de nuestra sociedad, que requiere más que nunca diálogo, capacidad de gestión y convicciones democráticas.

Gustavo Campos C., académico Escuela de Gobierno, Universidad Central.

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