En el artículo, publicado en el último número de Nature Communications, el experto Harald Ott, de la Escuela de Medicina de Harvard (Massachusetts, Estados Unidos), y un grupo de colegas llevaron a cabo experimentos con roedores a fin de explorar curas para esta condición.
El “síndrome del intestino corto” engloba alteraciones funcionales derivadas de una reducción en la longitud del intestino, que se manifiestan con síntomas como diarrea crónica, deshidratación, desnutrición o pérdida de peso, entre otros.
Según el informe, el trasplante exitoso en ratas de injertos intestinales vascularizados, derivados de células humanas, se logra construyendo órganos bioartificiales en los denominados “andamios vivos”, es decir, realizados con biomateriales que permiten la vascularización y la transferencia de nutrientes.
Esto podría hacer avanzar las posibles opciones para dar con un tratamiento para los pacientes que sufren este síndrome, porque uno de los problemas añadidos es que reduce la habilidad del organismo de absorber nutrientes.
El tratamiento actual consiste en trasplantar el intestino, pero existe un número limitado de órganos para llevar a cabo esos trasplantes y la tasa de supervivencia es sólo de tres años, debido a factores como el fracaso en los injertos y el rechazo celular.
De acuerdo con esta investigación, trasplantar intestinos manipulados, creados a partir de células derivadas de los pacientes, podría abordar esos problemas.
No obstante, algunos intentos llevados a cabo previamente a fin de construir estos órganos, empleando “andamios sintéticos”, han tenido un éxito limitado.
Los expertos han investigado intestinos descelularizados como “andamio” alternativo pero, hasta la fecha, los órganos resultantes carecen de la vasculatura funcional necesaria para restaurar la absorción de los nutrientes.
Los investigadores crearon en esta indagación un “andamio” capaz de permitir tanto la vascularización como el traspaso de nutrientes. Eliminaron asimismo las células de una porción del intestino de las ratas, empleando un método que preserva la vascularización del “andamio”.
Para reconstruir la capacidad de absorción de los nutrientes, los autores, en esta ocasión, añadieron dos tipos de células intestinales.
Primero emplearon las células epiteliales derivadas de las células madre humanas para crear múltiples bolas de células, conocidas como esferoides, que se fusionan en el “andamio” con la ayuda de un tubo de silicona.
Tras un periodo de cultivo de dos semanas, se añadieron las células endoteliales.
Ott y sus colegas observaron que las tasas de transferencia de nutrientes eran similares a las extraídas de las muestras del intestino de las ratas y que, cuatro semanas después del trasplante, el intestino manipulado continuaba sobreviviendo y madurando.