Marcelo Trivelli, director de Fundación Semilla y exintendente de la Región Metropolitana.
Un estereotipo es una imagen, idea o descripción inalterable que tiene un grupo social sobre otro. Se utilizan para simplificar la vida que de por sí es compleja. Son generalizaciones reduccionistas que resaltan algunos aspectos y omiten otros. Independientemente de si los estereotipos tienen una connotación positiva o negativa, roban la dignidad a las personas; las despojan de su identidad y unicidad. Es decir, dejan de ser individuos para ser vistos como una masa uniforme.
El abuso de los estereotipos no es casualidad. Exacerban posiciones antagónicas que refuerzan sentimientos de supremacía de unos sobre otros en busca de establecer o consolidar posiciones de poder. Es frecuente leer o escuchar frases como: los migrantes son delincuentes, las mujeres son más débiles que los hombres o los convencionales constituyentes se farrearon la oportunidad de unir al país.
Qué diferente sería si conociéramos el impacto positivo de las migraciones, la fuerza de las mujeres para enfrentar las discriminaciones por el solo hecho de ser mujer o las vidas de los convencionales constituyentes y sus comunidades de origen que han sido abusadas por grupos privilegiados.
Los estereotipos son categorizaciones simplistas que dañan la convivencia. Dan cuentan de una sola historia y por ello es importante que las personas tengamos acceso a más de una mirada y que seamos capaces de percibir y poner en valor las diferencias. Una sociedad que vive sólo de estereotipos está condenada a su autodestrucción.
Lamentablemente las redes sociales no aportan a la diversidad en tanto sus algoritmos nos exponen a contenidos que reafirman nuestros prejuicios que son la base del proceso de estereotipificación.
Los estereotipos también son un peligro cuando las personas abandonan su identidad para transformarse en un personaje. Pierden la riqueza de su individualidad y su capacidad autocrítica. Por ejemplo, desde muy temprana edad, las conductas violentas en contextos escolares y en la sociedad en general, están asociadas mayoritariamente a hombres; no es que la naturaleza de los hombres sea más violenta que la de las mujeres, sino que los primeros viven de acuerdo con el estereotipo de “macho alfa” que resuelve sus conflictos por la fuerza.
Los ejemplos abundan. Mujeres que sufren para responder al estereotipo de belleza que nos ofrece la publicidad, narcos que luchan por destacar en violencia y riqueza; o niñas, niños y jóvenes que buscan imitar a los “bakanes” de su curso.
La sanción a la diferencia refuerza los estereotipos y modela conductas de manera sutil, pero persistente. Revelarse ante un estereotipo requiere de mucha convicción y valor, por ello es tan importante que en el ámbito escolar las y los profesionales de la educación y, en general, el mundo adulto tome conciencia y desarrolle la capacidad y el conocimiento para que ningún estudiante quede encasillado en un estereotipo que afecte su desarrollo y bienestar.
Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad porque, en palabras de la reconocida novelista nigeriana, Chimamanda Achie, los estereotipos “roban la dignidad de las personas”.
Marcelo Trivelli, director de Fundación Semilla y exintendente de la Región Metropolitana.