La semana pasada se celebró el Día Internacional de la Enfermera, en conmemoración del nacimiento de Florence Nightingale, la madre de la enfermería profesional.
A nivel mundial, las enfermeras son más de 20 millones y representan un importante porcentaje de la fuerza laboral en salud y, en esa línea, la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha hecho un llamado a usar eficientemente este valioso recurso humano para alcanzar la salud universal.
En Chile las enfermeras también representan uno de los grupos de profesionales de la salud más numerosos, alcanzando alrededor de 37.000 mil. Son un capital humano bien calificado con formación universitaria de al menos 5 años. No se entiende entonces que actualmente “sobren”, no se entiende que tengamos enfermeras cesantes o que abandonen la profesión tempranamente porque no hay cargos o porque no pueden acceder a una progresión profesional financiada por el Estado, a diferencia de los médicos y odontólogos.
Esto es menos comprensible cuando tenemos déficit de camas hospitalarias, altas tasas de prevalencia de enfermedades crónicas como la diabetes e hipertensión, cifras alarmantes de obesidad y sobrepeso con respecto a Latinoamérica, y una población con serios problemas de salud mental.
En este complejo escenario, las enfermeras pueden jugar un rol clave en los cambios que el sistema de salud requiere. Como lo demuestra la experiencia internacional, se sabe que, en la atención primaria, los pacientes crónicos atendidos de forma integral por estas profesionales obtienen igual e incluso mejores resultados de salud y a un menor costo que cuando son atendidos por médicos.
O bien que, en los hospitales, cuando una enfermera está a cargo de un número adecuado de pacientes, mucho menor que el promedio de los hospitales chilenos, están mejor cuidados, se complican menos, están menos tiempo hospitalizados y reingresan con menor frecuencia.
Asimismo, cuando la enfermera se forma en roles avanzados impacta positivamente en la productividad de la atención del médico especialista, haciéndose cargo de los controles y manejo de los pacientes menos complejos, para dejar al especialista concentrarse en los más complejos.
Si queremos avanzar en la solución de muchos de los problemas de salud que hoy tenemos, es necesario darle el espacio a las enfermeras para que puedan trabajar con autonomía y desplegar todas sus habilidades.
Es necesario remover las trabas administrativas arcaicas e impulsar su formación continua para que puedan ofrecer un cuidado de alta calidad, ya que un país enfermo es un país que se empobrece y se aleja del desarrollo. Frente a los graves problemas de salud que enfrentamos como país, la figura de la enfermera se levanta como una estrategia costo efectiva en el desafío de alcanzar la “salud para todos, en todas partes”.
. María Consuelo Cerón Mackay, decana Facultad de Enfermería y Obstetricia de la U. de los Andes.