La educación emocional es un tema actualmente de relevancia nivel mundial y países como Inglaterra, Suecia y los Países Bajos ya han implementado esta forma de educación, mientras que Chile recién comienza a hacerlo.
Elsa Punset es la experta en inteligencia emocional más respetada de Europa. Nacida en Londres, es licenciada en Filosofía y Letras, máster en Humanidades de la Universidad de Oxford y en Periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid, además de máster en Educación Secundaria de la Universidad Camilo José Cela de Madrid.
Ha escrito los libros “Brújula para Navegantes Emocionales”, “Inocencia Radical” y la fábula “El león jardinero”. En 2012, lanzó su bestseller “Una Mochila para el Universo”, editado en 14 países y, en el 2014, la obra obre inteligencia social ”El Mundo en tus Manos”.
Esta divulgadora de la inteligencia emocional como herramienta para el cambio positivo, visitó Chile recientemente para promocionar su nuevo libro “Felices”, de Editorial Planeta, y conversó con La Nación para relevar la importancia de la inteligencia emocional y como esta nos ayuda a ser más felices, asegura.
¿Qué la motivó a escribir sobre la felicidad?
-Mi pasión y a lo que me dedico es a compartir con mis lectores formas muy prácticas de mejorar nuestro bienestar. Yo tardé mucho en usar la palabra felicidad, las personas tendemos a pensar que felicidad son solo emociones positivas, pero felicidad es también saber gestionar las emociones negativas. Primero escribí sobre la razón por la cual los seres humanos tendemos a la negatividad, y ahí me di cuenta de que tenemos el cerebro programado para sobrevivir, que tiene un sesgo negativo.
Siempre se habla de felicidad, y se tiende a relacionar con momentos extremadamente buenos, hasta eufóricos, pero ¿qué es la felicidad?
-Realmente es una percepción subjetiva. Es decir, lo que a mí me hace feliz no tiene porqué hacerte feliz a ti. Es una sensación de bienestar y de estar en paz, e incluso a lo largo de toda tu vida puede ir cambiando tu idea de felicidad. La felicidad se debe sentir, saber que es un sentimiento, es esta sensación de plenitud. Se sabe, cuando lo estudiamos, que tiene que ver con muchos elementos. En el mundo entero las personas más felices tienen muy buenos vínculos sociales. La forma más práctica de mejorar nuestra felicidad es aprender a trabajar esos pequeños hábitos sociales y emocionales que funcionan, y a cambiar aquellos que no; cómo nos relacionamos con los demás, cómo resolvemos conflictos, cómo escuchamos y cómo nos comunicamos. Para mí la felicidad realmente es un conjunto de hábitos emocionales y sociales, trabajarlos te permite mejorar tu felicidad.
¿Cómo se trabajan esos hábitos para ser más felices?
-Mejorar los hábitos es algo que se sabe, mucho hablamos de ello pero no lo hacemos porque yo creo que es algo cultural e histórico. Hasta los años 50 la gente no hacía ejercicio físico porque no sabía que había que trabajar el cuerpo para mantenerlo sano, no sabía que podía mejorar el envejecimiento, pero ahora sí somos consciente de ello y hacemos algo. Pero eso todavía no se ha aplicado a la mente, pero estamos en el siglo de la mente. Entendemos que podemos trabajar la mente como un músculo, eso nace gracias a la neurociencia; gracias esta ciencia comenzamos a hablar de inteligencia emocional, no es una moda, es una nueva forma científica de entender el cerebro y actualmente nuestro reto es aprender a trabajar el cerebro.
INCORPORADA A LOS CURRÍCULUMS ESCOLARES
En Chile se envió un proyecto de ley para agregar la inteligencia emocional al currículum educativo ¿Cómo podemos trabajar esa inteligencia?-En el mundo entero se está incorporando a los currículums educativos la inteligencia emocional, sabemos que funciona y que se trabaja de forma directa, una hora a la semana, y también de forma transversal, es decir, que educas también a la comunidad educativa. A un niño no le importa tanto lo que le dices sino lo que haces, lo que importa es cómo ve a un profesor resolver conflictos en el aula, cómo ve a la persona que le da de comer, cómo se relacionan los adultos que lo rodean, el niño imita eso.
Añade que “cuando introduces inteligencia emocional a los colegios, primero debes educar a los adultos. ¿Cómo lo hacemos, cómo educamos a los niños? De forma muy práctica. Son habilidades, se deben crear aulas en donde los niños no tengan miedo de pedir ayuda, en donde aprendan a resolver conflictos hablando, todo tipo de cosas que los ayuda a adquirir hábitos de escucha, resolución de conflictos, eso se incorpora en todas las materias. Si fuese solamente un libro más sobre la mesa todos tendríamos inteligencia emocional, pero no funciona así, es una forma de hacer, es una forma de ayudar a los niños a ponerle nombre a sus emociones. Yo creo que es un proyecto precioso que acaba de empezar en el mundo entero”.
En su libro, “Felices”, usted hace mención a culturas antiguas como la griega y la china. ¿Hemos avanzado con relación a dos mil años atrás, considerando que aquellas filosofías aún están muy vigentes?, ¿tenemos los mismo problemas de felicidad?
-Avanzamos mucho, era un mundo más injusto, avanzamos socialmente y a veces no nos damos cuenta de ello, ya que siguen habiendo muchos problemas, medioambientales, de justicia social, de violencia y nos parece que no avanzamos. Pero lo cierto es que cada día, desde hace dos siglos, hay cada vez menos personas sin acceso al colegio, hay más niñas de países pobres que acaban la escuela primaria, vivimos cada vez más años, hablamos de justicia social, de desigualdad. Sí hemos avanzado, porque cada vez somos más conscientes de lo malo y que hay que cambiar. El ciudadano es mucho más activo y exige cambios. Antes los cambios eran más lentos porque no tenían nuestros medios de comunicación, dependían mucho de jerarquías muy establecidas.
¿Cómo cree que han influido las redes sociales en este estado llamado felicidad? Hay quienes aseguran que nos hacen menos sociables.
-¿Qué es lo que más dispara la felicidad de las personas? Cuando hablamos de felicidad no hablamos de algo buenista, hablamos de salud mental, emocional y física. Ahora nos damos cuenta de que las emociones dejan una huella en el cuerpo, lo que nos permite envejecer mejor y ser más felices es nuestra calidad de relaciones humanas; sin embargo, desde hace dos décadas, las personas nos quejamos más de soledad. Hace 10 años, cuando empezaron las redes sociales en serio, pensamos que ayudarían a las personas a conectarse, pero no ha sido así. Más bien a veces la acrecienta (la soledad), y eso es porque los humanos, para vincularnos los unos con los otros, tenemos mecanismos físicos, nos miramos a los ojos, nos acariciamos, nos hablamos. El nivel de agresividad en los medios sociales es inaudito, que no se da en la vida real en general, y es porque rompemos la capacidad de empatía, no vemos al otro, miramos una pared. Codificamos y deshumanizamos al otro.
Entonces, ¿las redes sociales en lugar de hacernos un bien nos hacen mal?
-No tienen que ser malas, yo creo que tenemos que aprender a ser conscientes del poder que tenemos en las redes sociales y no utilizarlo mal. Tiene que haber una autorregulación, somos las primera generación que se enfrenta a esta nueva forma de comunicarnos y efectivamente nos va a a pasar como con la comida basura: vamos a tener que tocar fondo primero. Hubo un momento en que la gente consumía una gran cantidad de grasa y no se daba cuenta del mal que le hacía al cuerpo, estamos un poco en el mismo momento, tenemos que aprender a regular nuestro uso de las redes sociales. El problema no es la red social en sí, es que aún no sabemos usarla.
Entregue tres tips importantes para lograr la felicidad.
-No centrarse tanto en las grandes cosas que te pueden pasar para bien o para mal, que esas no las puedes controlar. Céntrate en las cosas pequeñas: como reaccionas cuando estás en un atasco, cuando estás en una pelea con alguien, como disfrutas de las cosas pequeñas que te rodean.
“Cuida mucho las relaciones humanas y ten en cuenta que las que mejor funcionan son las que tienen alegría. Prívate unos días de cosas pequeñas que disfrutas, deja de tomar café durante una semana y verás que bien te sabe, el cerebro se acostumbra a las cosas buenas”, completa.