El Consejo para la Transparencia ha hecho una encuesta que muestra que el ‘pituto’ tiene un importante 30% de aceptación, incluido los empleados públicos. Suena un poco violento pero no es para tanto, la pregunta que se hizo fue si es preferible para el ciudadano utilizar los canales formales para hacer un trámite con resultado positivo, o bien conseguirse un contacto con el fin de asegurarse el éxito del trámite. Están de acuerdo con esta última opción un tercio de los encuestados, cifra que sube un poco más cuando responden los funcionarios públicos.
La primera reacción al conocer las cifras es que tenemos una sociedad corrupta, pero no es así. Corrupción implica obtener beneficios de alguna clase por parte de una autoridad –es muy difícil definir corrupción privada– o también se puede entender como ocupar el poder político o administrativo, directa o indirectamente fuera de su campo legítimo. Pero nos parece que preferir el ‘pituto’ tiene un efecto negativo para la sociedad y eventualmente podría favorecer la corrupción si se transforma en una cultura que legitime el ‘apitutamiento’ como el modo natural de obtener, por supuesto de la autoridad política, los bienes que podemos obtener sin ninguna ayuda.
El ‘pituto’ es una clase menor de clientelismo, que es la cesión de una favor –político, no hay que olvidar– a cambio de apoyo electoral; pero en este caso, si resulta, el favorecido sólo pagará con su agradecimiento y cariño. Podríamos pensar en el nepotismo, esto es, preferir a los parientes y quizás a los amigos; pero la legislación chilena es muy clara respecto de contratar a pariente, porque el nepotismo está centrado en los contratos, los amigos no constituyen impedimento si cumplen los requisitos, el ‘pituto’ ya no es lo que fue.
¿Y qué es el ‘pituto’ y en qué se diferencia del de antaño? Antiguamente era una recomendación para favorecer a un amigo o pariente, el ‘pituto’ era alguien bien ubicado y con una cuota de poder de decisión para favorecer al recomendado; es decir un amigo me envía y avala ante otro amigo, que yo no conozco, pero que me beneficiará, ¿Por qué lo hará, si no es mi amigo? Porque es amigo, pariente, camarada, compañero, ‘hermano’, correligionario, etc; porque debe dar prueba que es un miembro de un grupo con alguna clase de poder.
No debe confundirnos, saltarse la fila, llamar a un amigo o compañero, no va a poner en riesgo la gobernabilidad, la gobernanza, la democracia ni nos va a volver un país corrupto, sólo muestra un país con una cultura subdesarrollada, en la que confiamos algo conspiranoicamente, que el biotipo, la edad, el sexo, la clase, el lugar donde cursamos la educación media, la universidad a la que fuimos, el barrio donde vivimos o el vehículo que se tiene, es lo que determinará nuestra suerte cuando se hace toda clase de trámites.
Como lo más probable es que todos tengamos unas cuantas historias de segregación social, preferimos ir sobre seguro, así que el ‘pituto’ es casi terapéutico. Corrupción, ¿de dónde? Una encuesta a los corruptores, cuando la puedan hacer, daría información válida. Quizás la mayor amenaza a la democracia vaya por otros fenómenos, como la institucionalización del delito y la captura del Estado que pudiera producirse y no por agilizar algún trámite.
* Por Rodrigo Larraín Académico U. Central