Imagine que en su casa dispone de solo un enchufe, tendría que tener conectado en él varios triples, “zapatillas” y alargadores. Un alargador que llegue al refrigerador, otro que llegue al computador en la pieza, y otro hasta la estufa, entre otros. Habría una gran cantidad de cables atravesando de un lado para otro su hogar, además, del inminente peligro de una sobrecarga.
La matriz energética en Chile se parece a esa situación. Tenemos grandes centrales de generación eléctrica que alimentan a extensas zonas, concentrando la infraestructura y el impacto ambiental, asimismo, de requerir numerosas vías de transmisión de alto voltaje. Producimos mucho en pocos lugares.
Las consecuencias de nuestra matriz energética, al menos en este aspecto, son que determinados ecosistemas tienen que pagar el precio ambiental de la generación eléctrica del resto del país. Sumado a esto, las formas de generación de energía en Chile siguen estando lejos de ser sostenibles en el tiempo.
Sabiendo que necesitamos reducir nuestras emisiones de gases invernaderos y conservar los ecosistemas que permiten el desarrollo de la vida en nuestro territorio, las características de una matriz energética que apunte en esa dirección deben ser: generación distribuida y energías renovables según el potencial energético de la zona. Es decir, en el desierto colectores solares, en los ríos minicentrales de paso, mezclando paneles con turbinas, con hélices, pero, sobre todo, en la gran cantidad de costa que posee nuestro largo y angosto territorio para aprovechar la energía mareomotriz.
Datos dignos de tener en cuenta son, por ejemplo, que con sólo aprovechar un 10% de la energía mareomotriz disponible, podríamos igualar la capacidad instalada de todo el Sistema Interconectado Central. En este mismo sentido, no es disparatado asegurar que Chile tendría un potencial mayor que el que proporciona la energía solar, gracias a los más de 4.000 kilómetros de costa que posee.
El potencial de la energía de las olas para generación eléctrica supera los 240 mil mega watts (MW), mientras que en el caso de la energía solar (producto de las condiciones de radiación en el norte del país) supera los 200 mil. Teniendo en cuenta que, según estudios, se espera que entre 2015 y 2020 los costos de instalación relacionados a la energía mareomotriz sean más competitivos que el diésel, Chile puede jugar un papel decisivo en su desarrollo e investigación, convirtiéndose en un actor relevante a nivel mundial.
Con esta conclusión indesmentible e irrefutable, se hace indispensable estudiar e identificar el potencial energético renovable de cada zona en Chile, y en base a esto, un proyecto de matriz energética que conecte una compleja red de generación.
*Willem Schuitemaker es especialista sustentable y co-founder de Convoy.