Schreier, una de las pocas estrellas internacionales que emergieron de la comunista Alemania del Este, murió en su querida ciudad de Dresde.
A pesar de que dejó la ópera en el año 2000, a los 65 años, porque sentía que era demasiado viejo para seguir interpretando a jóvenes en el escenario, siguió dando recitales de canto durante años y luego se centró en enseñar y dirigir, hasta que sus problemas de salud resultaron demasiado pesados.
En una carrera que duró décadas y en la que interpretó más de 60 papeles diferentes, Schreier actuó regularmente en algunas de las óperas más prestigiosas del mundo, así como en festivales, en Berlín, Viena, Salzburgo, Nueva York o Milán.
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