Esto partió como una pequeña llovizna. El ex sub secretario de Hacienda fue el primero que se atrevió a decir lo que el resto del equipo económico del gobierno pensaba del rechazo del proyecto Dominga. Alejandro Micco fue la compuerta, la válvula de escape. Lo que pareció una “salida de madre” se entendería después. Al parecer, era una estrategia consciente para instalar la molestia de los titulares de Hacienda y Economía de la forma en que el controvertido proyecto había terminado después de la polémica sesión del Comité de Ministros.
Y la tormenta fue creciendo de manera rápida, hasta convertirse en la peor crisis del segundo gobierno de Michelle Bachelet desde que debieron abandonar el gabinete Arenas y Peñailillo, sus dos hombres de confianza, aquellos que la acompañaron por años fielmente. Rodrigo Valdés sabía que no tenía opción. Discrepar públicamente de la mandataria y luego enterarse de que Bachelet había respaldado a Mena lo puso en un callejón sin salida. Era un problema de tiempo nada más.
Aunque hay una parte de la historia que no se entiende. ¿Por qué la salida se dilató tanto? Es probable que la presidenta haya intentado convencerlo del costo que tendría para su gobierno el que abandonara su puesto en el último tramo de su período. De lo contrario, es inexplicable que Valdés no haya renunciado la tarde del miércoles, cuando se reunió a solas, por largo rato, con Michelle Bachelet en La Moneda. Tal vez son ciertos los trascendidos que circularon esa noche: la Presidenta estaba dispuesta a entregar una señal de autoridad pero sin sacrificar a Valdés. Dejaría caer a Céspedes. Un mal menor para una crisis predecible.
De seguro, Valdés consideró que lo que estaba en juego no era sólo su cargo, sino una visión del manejo de las finanzas públicas y de la forma en que se puede lograr el crecimiento. El ex ministro entendió que si quien -hasta ayer- era su jefa había sido tan clara en reforzar que el crecimiento no era a costa de cualquier cosa, menos del medio ambiente, no había nada más que hacer en el gobierno. Se había acabado su ciclo. La batalla estaba perdida.
Si la presidenta le pidió a ambos ex ministros que la dejaran en libertad o fueron ellos los que -concertadamente- presentaron la renuncia es, a estas alturas, una simple anécdota. El hecho es que nadie puede ejercer un cargo, de la naturaleza que sea, cuando no está de acuerdo con quien lo ha contratado. Así de simple, y así de complejo para un gobierno a pocos meses de una elección y de entregar la banda presidencial.
Pero lo cierto es que quien dio inicio a esta crisis, el ex sub secretario, presentó su renuncia a las pocas horas que Valdés y Céspedes abandonaban el palacio de gobierno de manera silenciosa y rompiendo los protocolos esperados para estos casos. De seguro, Micco supo siempre que sus palabras podrían tener consecuencias. Había creado una tormenta que luego se convertiría en el peor huracán para Michelle Bachelet.
*Germán Silva es analista político y director del Centro de Estudios y Análisis de la Comunicación Estratégica de la Universidad Mayor.