Home Nacional "el dolor de una sobreviviente del 27f: por mucho tiemp...

El dolor de una sobreviviente del 27F: Por mucho tiempo me sentí culpable por la muerte de mi amiga

Comparte esta noticia

Este sábado se cumplen 6 años desde que la tierra sacudió a Chile con un terremoto de 8,8 grados conocido como el 27F. El sismo, uno de los de mayor magnitud que ha azotado al país en las últimas décadas, dejó cientos de muertos, damnificados y emotivas historias de sobrevivencia y pérdidas.

En un nuevo aniversario de la tragedia, la joven periodista Carol Muñoz relató a La Nación su traumática experiencia en Pelluhue, localidad donde murieron 45 personas, entre ellas su amiga Vania Yáñez. Este es su testimonio:

“Yo viví el terremoto en Pelluhue, a 70 kilómetros del epicentro. Llegué ese mismo día a Pelluhue con mi hermana que estaba embarazada en ese tiempo, tenía 7 meses, con su pareja y con mi pololo; y con mi hermana mayor y su marido.

Yo en ese tiempo estaba en la universidad, así que trabajé en el verano con mis papás y ellos como regalo nos dijeron ‘váyanse a la playa, nosotros le vamos a pagar la estadía’.

Siempre íbamos a Pelluhue porque yo soy de Talca, entonces nos queda muy cerca. Y siempre cuando íbamos nos quedábamos en unas cabañas que estaban muy cerca de la playa. Esa vez mis papás nos llevaron, nos fueron a dejar y nos arrendaron una cabaña mejor que está a las faldas de un cerro, un poco más en altura. Por cosas de la vida decidimos quedarnos ahí.

Ese día también fue una amiga mía, Vania Yáñez, y yo me iba a juntar con ella en la noche, íbamos a ir a una discoteque que está en la arena, que ya no existe. Ese día no sé por qué con mis hermanas y parejas decidimos no ir. Nos dio lata, estábamos cansados, de hecho yo le dije a mi amiga que fuera a la cabaña y ella no quiso, se fue a la discoteque.

Nosotros nos fuimos a acostar, vi el Festival y yo me llevé un té, lo puse en el velador y empezó a temblar. Yo en realidad nunca le había tenido miedo a los temblores, pero ese día fue más fuerte y más fuerte. Yo estaba en el segundo piso con mi hermana embarazada y mi otra hermana estaba abajo.

Imagen foto_00000003

El temblor fue tan fuerte que no podíamos bajar la escalera. Mi hermana mayor nos gritaba del primer piso: ‘¡bajen!’, y no podíamos, porque el movimiento era tan fuerte que era imposible bajar.

Mi hermana (embarazada) estaba en shock. Estaba súper angustiada, desesperada. Después de un rato logramos bajar porque se nos podía a caer la casa encima. Logramos bajar y salimos. Nosotros estábamos en un condominio con muchas cabañas que estaba cerrado con una gran reja, y en cosa de segundos llegó una bola de gente y empujó la reja, la botó al suelo y todos subieron gritando ‘¡Hay que subir al cerro!’.

Empezamos a subir al cerro, yo subí en calzones y una polera. Subía mucha gente, todos desesperados. Yo quedé con varias espinas en mis brazos y piernas hasta como marzo. Igual me da nervio hablar de todo esto, fui al psiquiatra y todo…

Subimos el cerro y de repente mi hermana mayor corría más arriba, mi hermana embarazada iba más lento y llegó un punto que no pudo correr más. Todo eso en medio de latigazos que se escuchaban, ese es como el sonido que recuerdo y que era el mar. Mi hermana embarazada se sentó y en ese minuto me quedé con mi hermana, la abracé, le dije ‘tranquila, no va a pasar nada’. Mientras le decía esto, yo miraba para los lados buscando un árbol para tratar de subirme. En verdad era ridículo, es obvio que el agua iba a llevar todo. Desde arriba yo escuchaba a mi hermana mayor gritando nuestros nombres.

Como nosotras, mucha gente también se sentó en el cerro y cada vez que volvía un remezón, el miedo te inundaba y decía ‘puta, hasta aquí llegamos’. Estaba todo oscuro y no sabía si el agua estaba cerca o no (…) no sabíamos si nos íbamos a ahogar o no.

Sólo escuchábamos latigazos que salían como del medio de la tierra, se escuchaba muy fuerte y después venía el remezón. En ese momento pasaba la gente buscando a sus familiares, fue terrible.

Cuando pudimos ver nos percatamos que estábamos como a 7 cuadras del mar, estábamos a muy poco. Eso fue una angustia terrible, un miedo como que te deja paralizada, no atinas a hacer nada.

La angustia era terrible, veíamos a una señora buscando a su hija, que probablemente estaba muerta, cabros jóvenes que buscaban a sus pololas, amigos. Todo muy fuerte.

El tortuoso camino de regreso

Después mi cuñado, que es carabinero, bajó a una tenencia y le dijeron que el camino principal para volver a Talca estaba cortado. Averiguó que había un camino paralelo más chico por el cual podíamos salir, pero era muy peligroso porque estaba al lado de un cerro y en el cual caían rocas. Además había que pasar por un puente, de esos típicos antiguos y que estaba quebrado.

Al final decidimos que nos teníamos que ir porque en un minuto miramos el mar y vimos cómo se empezó a recoger. Ahí dije ‘tenemos que salir de acá sea como sea, me arriesgo en el camino, prefiero morir en el camino que ahogada’. Cuando nos íbamos una señora nos pasó a su guagua y nos dijo que por favor la lleváramos. Nosotros le dijimos a la señora que se quedara con su hijo y se mantuviera en el cerro porque era mucha responsabilidad y arriesgado llevar a su hijo. Pero imagínate la desesperación de la mamá de entregar a su guagüita.

Imagen foto_00000006

Cuando nos íbamos en el auto, había gente en las calles muerta y ahí nos dimos cuenta que estaba todo destruido. Te das cuenta la fuerza que tiene el mar para destruir todo.

Nos fuimos por el camino y pasaba un auto y después otro, y caían las rocas, ‘¡paf!’, al medio. Cuando pasamos por el puente me dio terror porque era viejo que el cemento se levantó, yo pensaba que se podía caer.

Las semanas de angustia post terremoto

Logramos llegar a Talca y no había señal, no había nada. En mi casa se habían caído cosas, los clavos se salieron, nos vio mi mamá, nos abrazaba, mi hermana se fue a ver a sus hijas y de ahí vino una segunda parte que fue peor, porque andaba mucha gente robando, asaltando, estaba ese miedo de dormir y que te fueran a robar.

Mi cuñado dormía con un bate bajo la cama, yo con un cuchillo, todos dormíamos con algo. Estuvimos así como dos semanas.

Además, yo dormía casi en la entrada de mi casa porque me daba miedo cuando temblaba y salía hacia el patio. En un minuto me dio una crisis muy extraña que yo de la nada me puse a gritar ‘está temblando, está temblando, viene el agua’. Me subí arriba de un sofá con los ojos blancas y ahí me agarraron y me calmaron.

El trágico final de su amiga

Después me llevaron a la casa de mi hermana que tenía agua y electricidad y empecé a buscar a mi amiga. Me metí a Facebook y muchas amigas preguntaban por mí. Era terrible ver que todos tus amigos te estaban buscando pensando que estaba muerta.

Yo escribí que estaba bien, que estaba con mi familia pero que no sabía nada de la Vania, que quería saber de ella. Entonces, una amiga me llama y me habla todo el rato llorando y me contó que Vania había muerto, murió en el terremoto. La encontraron arriba de un jeep en Chanco, el agua la arrastró hasta Chanco, de Pelluhue a Chanco y murió de un golpe en la cabeza. Estaba sola en el auto.

Durante mucho tiempo yo me sentí culpable por su muerte. Decía por qué no la convencí de que ella subiera a mi cabaña, quizá hubiera estado viva. O si yo hubiese ido con ella quizá entre las dos nos salvábamos. Me costó mucho tiempo superar eso y entender que no era mi culpa.

A mí me marcó muy fuerte porque era mi amiga y yo iba a vivir con ella ese año en Santiago. Fue fuerte porque era una niña joven, alegre, uno no espera que una amiga muera de esa manera tan trágica”.

Imagen foto_00000001


FUENTE: Patricio Gutiérrez Villagrán
Source
  • Tags
Comparte esta noticia
60,813FansLike
8,370SeguidoresSeguir
346,900SeguidoresSeguir

Lo Más Leído