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“El Cristo Ciego”: Los milagros del Norte Grande de Christopher Murray

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Michael, un mecánico que cree estar tocado por Dios y que vive con lo justo para mantenerse junto a su padre alcohólico, emprende descalzo una peregrinación por la hostil pampa chilena luego de enterarse de que un viejo amigo está a punto de perder una pierna. Solo armado con su fe tan ciega como infinita y los estigmas que cuando niño le revelaron su misión de profeta, Michael va transitando por pueblos perdidos en quien sabe donde para dar con el paradero del desgraciado hombre y obrar en él su primer milagro, convirtiéndose de paso en el mesías del inclemente Norte Grande.

Esa es la historia que cuenta el director chileno Christopher Murray (foto derecha) en “El Cristo Ciego”, que se estrena en las salas nacionales este jueves, en plena Semana Santa, y tiene a Michael Silva (el Jorge González de “Sudamerican Rockers”) como el único actor profesional en un reparto que contó en su mayoría con habitantes de Huara, La Tirana y Pisagua.

El segundo largometraje de ficción del cineasta nacido en Santiago y de padres escoceses llega, como ya es frecuente en la cinematografía nacional, precedido de positivas críticas en festivales internacionales que esta vez vienen de la Mostra de Venecia, donde estuvo en competencia junto a “Jackie”, de Pablo Larraín; “La La Land”, de Damien Chazelle, “Voyage of Time”, de Terrence Malick, y “The Beautiful Days of Aranjuez”, de Wim Wenders, entre otras.

En menos de hora y media de duración, “El Cristo Ciego” camina junto a Michael por el polvoroso y árido paisaje de Tarapacá mientras el convencido iluminado vive su propia parábola tropezándose con los dolores de los pobladores que coprotagonizan el filme, como el exconvicto Raúl Godoy o el lisiado Mauricio Pinto, el amigo que desencadena la historia. Por momentos trágica y solemne, por momentos silenciosa y ambiciosa, la película intenta construir una fábula sobre el deseo de creer en medio de una reflexión político-religiosa alejada de estridencias.

“Una de las cosas hermosas del cine es que es un trabajo colectivo donde se trabaja con mucha gente. Y las personas estaban invitadas a trabajar creativamente en el guión porque son sus historias. Es un juego para nada documental, no se intentó recrear la situación tal cual es, sino intentar trabajar con ellos para crear un personaje, un vestuario, una locación y se sumen a esta historia”, cuenta Murray en entrevista con La Nación desde Iquique, donde exhibió en premier la cinta con el propio elenco y sus familias.

– ¿Como fue trabajar con las personas de la zona y darles tal protagonismo en la película?

De actores amateur pasaron a ser profesionales. Cuando estaba haciendo el trabajo en terreno fui tocando puertas y conversando con gente, ahí los invité a participar de esta aventura. Desarrollamos un proceso creativo de ensayo y de trabajo. Ellos se volvieron parte del equipo. El mismo proyecto se nutrió de historias que se fueron sumando al proyecto e hicieron que mi guión, que al principio era simplemente el de un joven que peregrina para hacer un milagro y salvarle la vida a un amigo, se transformara en una aventura de muchos.

Tierra de milagros

La inclusión de los “actores amateur” y sus experiencias no es para nada baladí. Esta película, que se mueve cómodamente en el silencio de Dios y los misterios de la fe, mira a la pobreza de frente y ésta se para firme bajo la luz principal junto a la humanidad de los personajes y sus historias íntimas, recolectadas en las innumerables visitas del director y guionista a la zona rural.

“En ningún caso la intención era mostrar o explotar imágenes que tengan que ver con pobreza, por el contrario, se centra en lo humano, que es donde trascurre la película que se ilumina de los personajes que la componen. Transita por su humanidad y va irradiando luz en este contexto hostil. Es increíble ver la fortaleza de seguir de pie aferrado a algo para seguir avanzando”, comenta el realizador de 32 años que ya ha rodado “Manuel de la Ribera” (2009) y el documental “Propaganda” (2014).

Porque para los habitantes de la Tarapacá de Murray, la fe alimenta la esperanza y la religión se convierten en una vía de escape para resistir el sol quemante, las noches solitarias y a los padres borrachos; todo bajo una mirada que no acusa ni constata, sino expone a través de una cámara limpia y de formal tecnicismo gracias al trabajo como director fotográfico de Inti Briones (“Matar a un hombre”, “Aquí no ha pasado nada”).

Y es ahí, entre iglesias sin párrocos, casas a medio construir y sueños enterrados bajo tierra, que Michael se levanta con sus manos gastadas y hambrientas de ayudar como una encarnación bíblica de la esperanza, la que apareció en tiempos en que las minas de cobre y la pasta base conviven con la Fiesta de La Tirana y rezos a San Lorenzo.

Hablar de “El Cristo Ciego” es hacerlo sobre un Cristo chileno deslumbrado por los milagros sobrenaturales, obsesionado con una señal divina y quien sabe si incapaz de ver que los verdaderos milagros están en los rincones de la tierra nortina, cuenten o no con el permiso de Dios.

– ¿Cuál es tu relación con la fe?

-No soy religioso o parte del credo. Para mí es una inquietud y un misterio. Es difícil dar una respuesta taxativa a algo así. Desde la modernidad nos hemos acostumbrado a dejar la fe en un plano secundario o al margen. Pero no se logra totalmente porque siempre nos ronda y está presente. “El Cristo Ciego” es una indagatoria en ese misterio y para alguien cercano o lejano a la fe, la película funciona porque tiene distintas capas de lectura. Se pueden encontrar varias formas de conectar, algunos lo harán desde lo social y político o la humanidad religiosa.

– En “El Cristo Ciego”, la fe y la pobreza están estrechamente relacionadas.

-La fe y su misterio está muy arraigado a las condiciones de vida de las personas, no creo que las creencias sean algo estático o independiente al mundo. Por el contrario, creo que está completamente vinculado a las condiciones de vida. La fe está conectada con las problemáticas más terrenales y creo que es bien interesante. Por eso la película se centra en las personas, sus necesidades y creencias ligadas a un contexto muy íntimo, y no en la institución eclesiástica.

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