“Dada la creciente amenaza, ha llegado el momento de que todos pongamos nueva presión sobre Corea del Norte“, dijo el secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En su primera visita a la sede de la ONU, Tillerson insistió en que Pyongyang representa “el asunto de seguridad más acuciante del mundo” y defendió que la comunidad internacional necesita actuar de forma urgente y hacerlo de forma más contundente que hasta ahora.
“Durante los últimos 20 años, los esfuerzos bienintencionados (…) han fracasado”, dijo Tillerson, recalcando que el tiempo de la “paciencia estratégica se ha acabado”.
En las últimas semanas, el Gobierno de Donald Trump ha venido endureciendo su mensaje contra el Gobierno norcoreano, advirtiendo sobre la posibilidad de un conflicto armado, y dejando clara su disposición a utilizar la fuerza si es necesario.
Tillerson insistió en esa idea, subrayando que las herramientas diplomáticas y financieras deben estar respaldadas por una “disposición a contrarrestar la agresión norcoreana con acciones militares”.
“Preferimos una solución negociada a este problema. Pero estamos comprometidos a defendernos a nosotros y a nuestros aliados“, subrayó.
Tillerson destacó que la “amenaza de un ataque nuclear sobre Seúl o Tokio es real” y consideró que solo es cuestión de tiempo que Corea del Norte desarrolle las capacidades necesarias para alcanzar el territorio estadounidense.
En concreto, EEUU quiere un “nuevo enfoque” con más “presión diplomática y económica” sobre el gobierno de Kim Jong-un, que ya es objeto de duras sanciones pactadas en el Consejo de Seguridad.
A la hora de presionar a Pyongyang, Tillerson recordó que China tiene una responsabilidad única, al ser el principal socio comercial del país y mantener una importante influencia allí.
Pekín, que en los últimos años se ha distanciado del régimen de los Kim y que ha apoyado en la ONU sanciones en su contra, insistió en que la solución a la cuestión norcoreana solo puede llegar a través del diálogo.
Tanto China como Rusia consideran que, para que haya una solución, EEUU debería dar un paso atrás en el Extremo Oriente, donde mantiene una importante presencia militar y donde está desplegando un escudo antimisiles muy criticado por Pekín y Moscú.