Marcelo Trivelli, director de Fundación Semilla y exintendente de la Región Metropolitana.
En un mundo donde se distancian cada vez más los discursos de las conductas cobra relevancia la frase que alguna vez pronunció Albert Einstein: “Educar con el ejemplo no es una forma de educar, es la única”.
Educar y enseñar son dos palabras que muchas veces se utilizan como sinónimo, pero son muy diferentes. Enseñar se refiere a transmitir conocimiento, técnicas, rutinas conductuales…. Mientras que educar significa formar a la persona en valores desarrollando su creatividad, capacidad de asombro, curiosidad y pensamiento crítico.
Otra manera de explicar la diferencia es que se enseña el contenido de lo ya conocido mientras que se educa para que, con lo aprendido, se cuente con la capacidad de aventurarse a lo nuevo, lo desconocido por los individuos.
La sociedad moderna ha consensuado que la educación es un derecho y responsabilidad del Estado pudiendo complementarse con sistemas privados. Los entes rectores son los ministerios de educación que, de educación solo les queda la nomenclatura. Hoy sería más adecuado denominarlos ministerios de la enseñanza porque priorizan la transmisión de contenidos y miden sus logros o fracasos por la mal llamada “calidad” a través de pruebas estandarizadas que sólo miden conocimiento.
En el papel, en Chile la política pública de educación cuenta con todos los elementos propios del real significado de educar, pero en la práctica nos concentramos en la enseñanza. Por ejemplo, la normativa contempla la existencia de Consejos Escolares para todos aquellos establecimientos que reciben aportes del Estado, pero en la generalidad operan como instancias puramente administrativas para dar cumplimiento a la normativa vigente.
Si los Consejos Escolares cumplieran con el espíritu bajo el cual fueron diseñados serían un gran aporte a la educación de cada una de las comunidades escolares. Y más aún, serían un gran ejemplo práctico para educar en participación, convivencia y bienestar a estudiantes, profesionales y asistentes de la educación y familias.
Si nuestros líderes y lideresas hubieran recibido educación ciudadana a través del ejemplo no estaríamos enfrentando la falta de diálogo y poca capacidad de entendimiento que están mostrando los hechos cotidianos en la política. Por ejemplo, me parece impresentable que, ante el llamado a conversar que realizó el Presidente de la República a diferentes sectores políticos haya quienes no acudan y señalen que sólo asistirán cuando se necesiten sus votos en el Congreso.
Con ejemplos como el que he señalado, ¿qué se puede esperar de las generaciones que están en formación? La responsabilidad de líderes y lideresas es guiar e iluminar el camino teniendo siempre presente el bien común por sobre los intereses particulares.
Es a través del ejemplo de quienes tienen presencia pública que podremos construir una mejor sociedad con una mejor convivencia. Nadie se humilla por ser un buen ejemplo ciudadano. Todo lo contrario, se enaltece y por ello insisto en citar la frase con que inicie esta columna de opinión: “Educar con el ejemplo no es una forma de educar, es la única”.
Marcelo Trivelli, director de Fundación Semilla y exintendente de la Región Metropolitana.