Durante el pasado fin de semana, y con el objetivo de promover a los nuevos artistas teatrales, se realizó en el Teatro Duoc UC el V Encuentro de Teatro “Nuevas Autorías”.

En la ocasión se presentaron tres obras de creadores escénicos, todas estas caracterizadas por una marcada mirada crítica y particular sobre el acontecer político y social del país.

“Vitae”, de Teatro Voltio; “Patrici(di)o”, de Teatro Catástrofe, y “Casino, expectativas laborales”, del Colectivo de Arte Escénico La Comuna, fueron las obras que dieron vida al evento.

La Nación tuvo la oportunidad de conversar con Rodrigo Molina, actor y director teatral, y organizador del evento mediante Escena Independiente, y valoró la existencia de estas instancias, además de reflexionar acerca de la actualidad del teatro independiente en Chile.

-¿Cuál es el objetivo de este tipo de eventos?

La idea es generar la posibilidad de que las compañías independientes de teatro de Santiago, que no han tenido una repercusión ni visibilidad mediática, se puedan mostrar en una instancia que, en el aspecto teatral, ya se encuentra colonizada por el mercado.

-¿Qué visión tienes del teatro independiente actualmente?

-Creo que dentro de las compañías independientes hay un material estético muy potente, en cuanto a dramaturgias, diseño integral actuaciones, etc. Los cinco encuentros nos han permitido ver que existe material humano y artístico distinto al oficial. Pasa que este material artístico no oficial no tiene rostro, entonces la idea de estas instancias es darle el rostro a esas compañías que vienen trabajando sistemáticamente, basados en una cuestión netamente creativa y de autogestión.

-¿Qué diferencias ves entre la escena independiente y la que está más establecida?

-La primera diferencia es la infraestructura. Los teatros más comerciales tienen buenas salas, y lo más importante es que tienen prensa y difusión, y hay un gasto en ese sentido. Esas son dos grandes diferencias. Las compañías de teatro independiente no tienen espacios propios para generar sus propias creaciones, o sea, no tienen un lugar fijo de trabajo como una sala de ensayo, y eso significa que tienen que buscar recursos para poder pagarlas. ¿Dónde están esos recursos? En los fondos concursables. ¿Qué opción tiene una compañía independiente de ganarse un fondo concursable con relación a un teatro que postula como corporación o entidad privada? Pocas, porque el diseño de concursos está hecho para la personalidad jurídica.

-Entonces, no gozan de muchos recursos en comparación con los teatros más tradicionales…

-Las compañías independientes siguen siendo el “circo pobre”, entonces se hacen campañas que llaman a la unión del sector, pero resulta que esa unión siempre va a estar supeditada a los contactos que tengan las compañías, productores o directores. El mundo del teatro funciona a partir de los contactos, y ese tema tiene un historial muy largo, y en el ámbito del tráfico de influencias se pueden elaborar muchas teorías al respecto; pero para no ensuciarse en necesario que existan una contracorriente o espacio alternativo, y ese es el teatro independiente.

-¿Hay muchos reparos de parte de la corriente en la que participas con respecto al resto de la escena santiaguina?

-En el teatro santiaguino, se crean mitos sobre ciertos trabajos de directores, actrices, actores, dramaturgos y dramaturgas, y más bien, son inventos mediatizados que han tenido repercusión por estar en un espacio taquillero. El mismo medio crea la ficción de un impacto artístico. Se clona el discurso del invento mediatizado y se reproduce, hasta convertirse en mito. La escasa prensa que cubre el teatro colabora en esa construcción mitológica, y a partir de ese discurso sin disenso, se genera la monopolización de los espacios. No hay análisis, no hay reflexión, no hay debate en torno a las propuestas estéticas en el teatro. De teatro deberíamos hablar como se habla de fútbol.

-¿Cuál es la relación del teatro independiente con el público?

-El teatro independiente no puede pretender acaparar, por ejemplo, una sala de 600 personas, porque ahí dejaría de ser independiente. Sin embargo, el ser independiente no significa no buscar recursos de algún modo, porque ese espectáculo hay que solventarlo de algún modo, y eso tiene un costo, y eso viene ya sea a través de trueques, bienes de intercambio, etc. Al final siempre vas a necesitar dinero. El tema es que buscar la difusión también es una necesidad, porque más allá del boca a boca que se da para promover obras en la escena independiente, si queremos que estas propuestas sean parte del itinerario del ciudadano que habita la metrópoli, tenemos que buscar las vías para que aparezcan en alguna parte, ya sea en un portal web o prensa escrita.

-Pero, ¿ambas corrientes pueden coexistir sin problemas?

-Tienen que coexistir, pero el tema es que uno también debe hacer reparos y alzar la voz cuando hay recursos del Estado comprometidos. Cuando esos recursos se van solamente a quien tiene monopolizadas las instancias de las artes escénicas, hay que decir algo de alguna forma. Y eso tiene que ver con encontrar la manera justa de encontrar la repartición de los recursos, porque el discurso de la justicia o injusticia, del dominado contra el dominante en el arte escénico está muy presente, pero a la hora de igualar esos recursos hay quienes se callan y se van por el lado que más les conviene, entonces hay que atreverse a hablar más de eso.

-¿Ves alguna diferencia entre la escena independiente de hace unos años y la de estos días?

-La proliferación de artistas. Ha habido una explosión impresionante, y dentro de esa proliferación hay un montón de grupos de una calidad artística impresionante, de lo que he podido ver a través de estas instancias. El teatro chileno por historia es un teatro de calidad. El tema es que no todos tienen la posibilidad de tener una temporada, entradas vendidas, o el espacio asegurado para mostrar su trabajo.