Pese a que su trabajo se hace visible cuando se producen catástrofes naturales como terremotos, aluviones y erupciones de volcanes o incendios -que casi siempre son generados el hombre-, la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi) realiza un trabajo continuo de modernización y capacitación para evitar efectos tan desastrosos como los que dejó el sismo de 8,8 grados Richter con el consiguiente tsunami la fatídica madrugada del sábado 27 de febrero de 2010 que dejó 525 muertos y 25 desaparecidos entre las regiones de Valparaíso y Biobío.

Aquel día, en el turno del organismo fundado en 1974 sólo había un jefe y un radio operador, quienes laboraban sin un protocolo de coordinación con los otros estamentos encargados de medir los movimientos telúricos como el Centro Sismológico Nacional, o el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA) que por fax dio la alerta de maremoto y luego la retiró con los efectos por todos conocidos.

Esta es la vilipendiada imagen del organismo que ha permanecido en el inconsciente colectivo de la gente, sobre todo porque ese escenario dejó al descubierto un sistema que no era capaz de abordar emergencias en el segundo país más sísmico del mundo, puesto que no contaba con personal suficiente y tampoco con el actual Sistema de Aviso de Emergencia (SAE) que si hubiera existido se podría haber evacuado oportunamente el borde costero.

De estos avances y varios más el director de la Onemi, Ricardo Toro, habló con La Nación, a 6 años del 27F. En esta entrevista, el ex militar reivindica la labor que los 400 funcionarios de la entidad realizan a diario en el monitoreo de eventuales catástrofes en las 15 regiones del país, todos con funciones específicas y turnos 24-7.

-¿Cómo definiría usted a la Onemi pre y post terremoto, considerando que al 27 de febrero de 2010 no tenía este desarrollo ni el reconocimiento internacional que señala?

– En estos últimos años hemos fortalecido cómo Chile enfrenta las emergencias dadas sus características geográficas, las realidades que presenta en las lecciones aprendidas y las mejoras continuas. Chile enfrenta las emergencias utilizando las estructuras del Estado y del Sistema Nacional de Protección Civil con apoyo mutuo y uso escalonado de los medios, para que a través de los comités de protección civil en la fase de prevención y los comités de emergencia en fase de respuesta se pueda actuar con proactividad en toda la fase del ciclo.

-¿Cuánto ha evolucionado la capacidad de respuesta que tiene Onemi ante las emergencias?

– Los adelantos tecnológicos los hemos hecho principalmente en función de las comunicaciones y en el sistema de alertamiento, y eso se ha ido mejorando especialmente en lo que más nos afecta, que son las posibilidades de terremoto y tsunami que nos afectan en forma más intempestiva.

“De unos 20 minutos que demorábamos en poder advertir hace cuatro o cinco años, hemos bajado al orden de los 8 ó 9 minutos entre lo que informa el Centro Sismológico, el SHOA y nosotros. Eso es bastante, considerando que la ruptura de la placa la primera ola demora 15 minutos. Eso nos ha permitido tomar las decisiones”.

– ¿Cómo está el nivel de confianza de la gente hacia la Onemi?

– Hemos establecido niveles de confianza que han crecido, aunque depende del tipo de emergencia. Alguna situación que aluda a Onemi le afecta directamente en el nivel de confianza. Por ejemplo, lo que pasó en el festival (de Viña 2016) con la mención del comediante (Edo Caroe) sobre Onemi. Si bien es un humorista el que habla sobre ello, el sólo hecho que coloque a la Onemi en esa situación genera una desconfianza en la población.

“Lo que puedo decir sobre lo que él dijo, de que la Onemi no existía, son las fortalezas que hoy (la Onemi) tiene. Entonces su rutina habla de lo que no tenemos cuando justamente es lo que tiene, y denota un desconocimiento. Pero quiero asegurar y aprovecho esta entrevista para justamente decir que las fortalezas de Onemi son las que él dice que no existen”.

PREVENCIÓN Y RESPUESTA

-¿Cuánto se ha avanzado en materia de prevención?

– La prevención es lo más importante. En Chile estamos sujetos a múltiples emergencias y la gente debe saber conocerlas. Estamos trabajando fuertemente en un mapa de riesgo, que pronto haremos su lanzamiento, para que la gente cuando llegue a un lugar conozca cuáles serían los tipos de emergencia a los que puedan verse enfrentada y estar atenta. Lo principal que requiere la emergencia es que los potenciales afectados puedan enfrentarla tomando sus propias decisiones, independientemente del apoyo que le puedan proporcionar los organismos del Estado, especialmente Onemi que es la encargada de aquello.

“En ese aspecto es que ha implementado campañas de prevención como Chile Preparado, Familia Preparada, Plan Integral de Seguridad Escolar, los acuerdos con Archi, las mesas publico privadas, las redes sociales y convenios con el Senadis”.

-¿Cómo se encuentra el SHOA, que fue uno de los organismos más damnificados del 27/F por sus reportes equívocos?

– El SHOA ha bajado ostensiblemente los tiempos para determinar el tsunami y tiene estrecha relación con los organismos internacionales. Y si algo falla, podemos tomar los datos de la red internacional porque nada se saca con hacer protocolos si no se ponen en práctica para ir resolviendo.

– ¿Cómo es su día en la Onemi ante la posibilidad de una emergencia inminente?

– Es todo el día monitoreando y enviando apoyo dependiendo si hay un incendio forestal o la actividad de un volcán. Y en la medida que se permite, tener reuniones con otros organismos o entrar de lleno en la emergencia que se produzca. Lo que más desgasta es la incertidumbre de lo que pueda ocurrir, porque uno es el responsable de las primeras decisiones. Vivir en la emergencia requiere condiciones que mantienen a la persona permanentemente conectada y alerta, porque esto va orientado a salvar vidas, el medioambiente y entonces tiene un objetivo que es sumamente gratificante tener esa responsabilidad. Todo lo que uno adquiera en conocimiento y experiencia se valora porque contribuye a salvar más vidas. Fuera de eso, uno tiene que administrar, porque es una organización como cualquier otra.

-¿Han hecho el ejercicio de un terremoto como el del 27/F?

– Los daños de un terremoto siempre se ven después. Las acciones que se tienen que tomar en el momento que ocurre el terremoto para salvar las vidas de la población son las que deben ejecutarse de inmediato. Eso queda demostrado en haber evacuado a todo Chile tras el terremoto de Iquique el año 2014 y del terremoto de Coquimbo en 2015. Esto demuestra que en este ámbito Chile está bastante preparado. Tenemos señalética, zonas de seguridad, sistema de alertamiento que se ha ido mejorando con sirenas y cada región implementa su sistema de protección civil.

“Además, estamos trabajando en la lección que dejó el aluvión (de Atacama) porque es una amenaza que llegó para quedarse y que ya tenemos un registro de lo que puede ocurrir”.

-¿Tienen identificada alguna región o zona geográfica más amenazada por las catástrofes?

– Si vamos al sur podemos tener hasta 4 emergencias en una sola región, porque tienen más variables hidrometeorológicas, volcanes, riesgo de tsunami y los incendios forestales y también variables antrópicas, es decir, que pueden ser producidas por el hombre. Pero todas las regiones tienen una particularidad geográfica.

RETOMANDO LA CONFIANZA

– ¿Podría decir que el terremoto del 27-F le hizo un favor al país al verse obligado a fortalecer la Onemi?

– Creo que a lo largo de la historia de Chile hay dos puntos de inflexión que han determinado avances concretos del país en materia de emergencia. El primero fue el terremoto de 1960 en Valdivia, y que derivó que en 1965 se estableciera toda la norma sísmica, que ha permitido que un sismo 7,5 Richter pase desapercibido y sobre 8 no tenga la afectación que tienen otros países. Y otro punto fue el 2010 que generó todo un cambio en la forma de cómo enfrentar las emergencias, que antes estaba orientado más a dar respuesta y activarla hacia todo el ciclo de riesgo, y esperamos que a futuro siga produciendo los avances programados.

“Además, es necesario seguir insistiendo en seguir fomentando la cultura sísmica y crear la resiliencia en la gente para que siempre tenga la actitud de pensar que le puede pasar, dialogar respecto a qué hacer en caso de que la familia no esté reunida al momento de los sismos eso es un trabajo duro en el que hay que ser persistente”.