Hoy se conmemora el Día Mundial de los Derechos del Niño y cabe preguntarse, ¿qué hemos hecho como sociedad por los menores que han sido más vulnerados en sus derechos, por aquellos que tienen discapacidad?.
Hace 10 años Chile firmó la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, que obliga a nuestro Estado a entregar oportunidades de participación social a personas con discapacidad en igualdad de condiciones que las demás.
Si bien hemos dado pasos positivos que todos debemos reconocer, es también cierto que para afirmar que cumplimos con la convención nos queda mucho trabajo por realizar. La igualdad de oportunidades para personas con discapacidad no se cumple aún en diferentes subsistemas de nuestra sociedad destacando en ello, y de manera escalofriante, el Servicio Nacional de Menores (Sename): Un 54% de las 210 muertes de niños y niñas reportados, según el informe oficial del organismo al año 2016, tenía discapacidad. Una cifra que duele, tanto por la cantidad como por las condiciones de fallecimiento. Esta realidad ha existido tristemente desde hace mucho, simplemente nadie la conocía.
Hoy la agenda país ya ha priorizado a los niños y sus derechos, y dentro de ello, transformar el Sename ocupa un lugar. “Los niños primero”, se repite una y otra vez ¡bienvenida esta repetición!, porque somos todos los que debemos no solo repetirlo, sino que actuar.
¿Dónde están las fallas de nuestro sistema de protección de la infancia que nos llevan a este nivel de vulneración de derechos? Debemos encontrarlas, porque de no hacerlo, no podremos formular correctamente acciones que las eliminen.
Un 5,8% de los niños, entre 2 y 17 años, tiene discapacidad en nuestro país. Con toda seguridad la cifra es mayor para el Sename, por cuanto son niños a los que se les vulnera con mayor frecuencia sus derechos. Tienen peores oportunidades educativas, viven mayores tasas de abusos sexuales, de abandono y tienen una probabilidad más alta que sus pares de morir al interior de sus centros.
Si usted no sabía, existe alrededor de mil personas que son adultos en los centros del Sename, en su mayoría tienen discapacidad intelectual, y que tal como explicó, el ministro de Desarrollo Social “entraron hace muchísimos años a esos centros y han quedado ahí”. Eso, ¿les provoca algo?.
Si los centros de residencia son excepcionales y transitorios, para esta población estos espacios son permanentes y condenatorios. Es decir, además de excluirlos, pues nos alejamos mucho de ser un país inclusivo, los torturamos institucionalizándonos con las condiciones que ya todos sabemos en las que se encuentran.
En este proceso de reformulación del sistema de protección y de garantías de derechos de los niños, niñas y adolescentes se hace urgente revisar, primero, qué tipo de sociedad queremos, qué tipo de personas queremos para nuestros espacios. ¿Realmente queremos vivir en diversidad?, ¿realmente vivimos la diversidad?
Si partimos por ahí no me cabe duda que todos podrán tener espacio para poder vivir como sujetos con sus propios proyectos sociales. Yo no quiero ser la voz de las personas con discapacidad, solo quiero ponerlo en la mesa para que se generen espacios propositivos y de lucha para que al fin se reivindiquen y se otorgue dignidad a nuestra población con discapacidad quienes, ha quedado evidencia, se vulneran sus derechos en distintas escalas.
Duele nuestra infancia, duele nuestro país que cree que la homogeneización es la clave del éxito. Somos distintos, somos diversos, por ende, todos tenemos derecho a vivir dignamente. Quien lea esta columna, aquí estamos varios que queremos trabajar en un tema que abre para muchas discusiones más.
. Viviana Rivas Naranjo, colaboradora Fundación Mis Talentos.