Un grupo de astrónomos detectó un conjunto de galaxias con un agujero negro supermasivo en su centro que fecha de los tiempos remotos del Universo, un hallazgo que permitirá saber más sobre la formación de estos enigmáticos monstruos cósmicos, según un estudio divulgado el jueves.
La escena, vista por el Observatorio Europeo Austral (ESO) de Chile, tiene lugar cuando el Universo no tiene siquiera 1.000 millones de años, es decir, 10% de su edad actual (13.800 millones de años): seis galaxias se encuentran en medio de unos filamentos cósmicos parecidos a una telaraña, detrás de los cuales aparece un agujero negro que tiene una masa mil millones de veces superior a la del Sol.
Estos primeros agujeros negros, que habrían nacido con el hundimiento de las primeras estrellas, son “uno de los objetos astronómicos más difíciles de entender”, comentó Marco Mignoli, del Instituto de Astrofísica de Bolonia (Italia), autor principal del estudio publicado en la revista Astronomy & Astrophysics.
“Antes, creíamos que eran pequeños y que crecían con el tiempo, a lo largo de 13.000 millones de años. Pero el hecho de haber hallado (de este gran tamaño, ndlr) tan temprano en la historia del Universo muestra que evolucionaron mucho más rápidamente”, explica a la AFP la astrofísica Françoise Combes, del laboratorio LERMA, del Observatorio de París-PSL.
¿Cómo es posible un crecimiento tan rápido? El estudio sugiere que el inmenso entramado de filamentos y las galaxias que se agrupan en él contienen suficientemente gas para suministrar el “carburante” necesario. Así, el agujero negro devoraría el gas de los filamentos de la galaxia principal en la que se aloja, transformándose en un gigante cósmico de forma acelerada.
“En los orígenes del Universo, había mucho más gas y una mayor densidad que ahora”, explica Combes. Con su expansión, el gas se separó y los filamentos se diluyeron.
La Vía Láctea se halla en una región mucho menos densa, que esta investigadora compara “al campo”, puesto que su agujero negro central “solo” tiene una masa cuatro millones de veces superior a la del Sol, respecto a las “grandes aglomeraciones” que componen las agrupaciones de galaxias.
La observación de estas galaxias, de las más difícilmente detectables, fue posible gracias al Telescopio Muy Grande de Chile (VLT) y a su instrumento MUSE.
“Creemos haber visto solo la punta del iceberg y que estas galaxias halladas alrededor del agujero negro son solo las más brillantes”, según Barbara Balmaverde, coautora del estudio.