Carlos Guajardo Castillo, director de Pedagogía en Educación General Básica, Universidad Central.
Desde que el Ministerio de Educación anunciara una modificación en el Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (Simce), han surgido una serie de apreciaciones y recomendaciones las cuales vienen planteándose desde la década de los 80. Fue en ese entonces cuando se aplicaba por primera vez a 4° y 8° básico una prueba que pretendía ser estandarizada pero que a su vez y, curiosamente, deseaba “medir” la calidad de la educación en Chile.
¿Es posible medir la calidad de la educación de un país por medio de una evaluación de este tipo? Resulta complejo cuando lo que se hace en la educación escolar es formar a niños y jóvenes para la vida, es decir, que no solo desarrollen conocimientos asociados a cada asignatura del currículo educativo, sino que también una serie de habilidades y actitudes que les permitan actuar de manera autónoma y transformadora en la sociedad de la cual son parte.
Por lo mismo, no es nada nuevo que se retome el debate en cuanto a “modificar”, “eliminar”, “suspender” el Simce. Cada vez que asume un nuevo gobierno, vuelve a cobrar relevancia la aplicabilidad de esta evaluación con ciertos “tintes” políticos. Es justamente esto lo que se debiera evitar, ya que la calidad de la educación debiera trascender hacia permutaciones más bien sistémicas las cuales también incluyen al Simce. No basta con que sea esta la referencia, ya que existen otras variables como la cantidad de estudiantes en una sala de clases – en que aún suelen verse más de 40 alumnos en aula-, el estado emocional de los profesores y profesoras – que poco se les consulta -, altos índices de vulnerabilidad en algunos establecimientos del país que luchan por sacar adelante a sus niños y adolescentes y un largo etcétera que deben ser contemplados al momento de decidir si modificar o no una prueba.
Con esto, no pretendo minimizar el que el Simce requiera de un análisis para el desarrollo de las habilidades del siglo XXI, sin embargo, existe una multiplicidad de otros elementos para proyectar una educación equitativa y de calidad en Chile.
Ya varios expertos lo han destacado: el factor político no puede estar en función del Simce. Existen una diversidad de principios agregados que son ineludibles cada vez que se provoquen transformaciones en el sistema educacional de todo el territorio nacional. Para esto se requiere de un trabajo reflexivo comunitario en que, participen: estudiantes, docentes, apoderados y expertos en los ámbitos del currículum y la evaluación.
Esperemos que esta vez existan las voluntades por efectuar un verdadero cambio en una prueba que históricamente ha estado en el tapete de la educación en nuestro país.
Carlos Guajardo Castillo, director de Pedagogía en Educación General Básica, Universidad Central.