Juan Cristóbal Romero, director ejecutivo del Hogar de Cristo.
Fue un 19 de octubre de 1944. Es decir, hace 79 vueltas al sol, como se usa decir ahora. Entrando en los ochenta entonces, sólo cabe hacer un ejercicio de memoria agradecida y recordar a los compañeros, compañeras y participantes que han sido parte de nuestras obras y que han partido en los últimos años. A sus equipos de trabajo y familiares, nuestro cariño y fuerza.
Todo aniversario es un momento para honrar la historia.
Para destacar a esa larga caravana de miles de mujeres y hombres, monitores, técnicos, profesionales, profesores, religiosos, que han llevado esta posta de la solidaridad y la preocupación por los más pobres y excluidos, durante ya casi ocho décadas, en lo que para muchos es el milagro cotidiano del padre Hurtado.
Para celebrar a tantas personas, niños, adultos mayores de distinta condición y origen que han encontrado en el Hogar de Cristo, en una cuidadora de trato directo, en un monitor, en una paramédico, en un voluntario, una luz de esperanza, un espacio de acogida y apoyo para mejorar sus condiciones de vidas y restituir la dignidad, que no es otra cosa que el piso mínimo para sacar lo mejor que hay en cada uno e integrarse activamente a la sociedad.
Para agradecer a los cientos de miles de aportantes e involucrados: socios, voluntarios, empresarios, funcionarios públicos, organizaciones de la sociedad civil, agrupaciones territoriales, trabajadores de empresas que con sus donaciones, aportan al financiamiento de los servicios que brinda nuestra fundación desde Arica a Magallanes.
Celebrar estos 79 años es celebrar esa dignidad sagrada que sé hay en cada ser humano por el solo hecho de existir, independientemente de su condición y de su historia, sea mala o buena. En cada ser humano está presente Dios, lo que se hace aún más nítido en los excluidos, a los que el padre Hurtado no solo compara, sino que iguala con Cristo: “El Pobre es Cristo”, decía.
Porque reconocemos la enorme dignidad que sé hay en cada ser humano y porque entendemos que la pobreza es una vulneración a esa dignidad, el mensaje del Hogar de Cristo es claro y sin ambages: la pobreza es la más profunda vulneración de los derechos humanos.
Trabajar por un Chile más digno y justo pasa por aceptar que la pobreza no es simplemente una situación de carencia, sino que, en su base, hay una vulneración de derechos que limita la libertad, niega la dignidad y perpetúa la pobreza.
Sólo a partir de este entendimiento, enfrentaremos esta situación con la urgencia y prioridad que merecen los más excluidos y sus comunidades. Porque como dice el Papa Francisco: “La solidaridad debe vivirse como decisión de devolverle al excluido lo que le corresponde”. La tarea es larga y difícil, pero urge iniciarla prontamente. Y para eso estamos.
Juan Cristóbal Romero, director ejecutivo del Hogar de Cristo.