.Samuel Erices Riquelme, académico Trabajo Social UCEN.
Nos enfrentamos a un momento jamás vivido, no comparable a ninguna otra situación en la historia de la humanidad. En nuestro caso millones de chilenos, sin distinción de género, credo, sexo, estatus social, edad o ideología, sin mediar diferenciación social alguna, nos encontramos al interior de nuestras casas y según el caso, en un constante hacinamiento producto del coronavirus.
El confinamiento adoptado como medida de autocuidado, impacta en nuestros cotidianos en ámbitos como la salubridad, lo relacional, estados emocionales, hábitos y en nuestra forma de vivir, dando paso a meses donde la adaptación y transformación de espacios para el desempeño de todo tipo de actividades que realizábamos fuera del hogar fue inminente, conjugando labores telemáticas con cuidar y cuidarnos, diversificación de roles, descubrir talentos y ponerlos en práctica o, simplemente, reaprender a convivir y remirarnos.
Esta “situación de crisis”, nos ha demostrado que el tiempo se puede distribuir distinto, pero el costo fue el hecho de adaptarnos a estar unidos, congregados; las primeras semanas y meses añorábamos el estar fuera de casa. Luego de meses de estar en confinamiento, se aproxima lo que se anheló desde el inicio: salir de nuestras casas.
Pero, ¿qué pasará al momento de cruzar la puerta? Inexorablemente, la realidad es distinta, por un lado, miles de personas han muerto, familiares revivirán el duelo del que no fueron parte, nuestra economía personal empobrecida, nuestros enfermos con meses de ausencias de consultas médicas, la expresión de conflictos familiares no resueltos, violencias, estrés y, por otra parte, la oportunidad de reunirnos con quienes no hemos visto hace meses, comentaremos, reiremos y lloraremos al volver a vernos.
Este retorno no pasará desapercibido; en todo ámbito las personas independientemente a la forma, hemos sido impactados por la crisis. Necesitamos volver, pero no de la forma en la que entramos, debemos prepararnos física y emocionalmente.
Retomar o reconstruir una nueva rutina será un ajuste que generará nuevamente que vivamos estrés, conflictos, ansiedades y tal vez, será más complejo que el mismo confinamiento. Sin duda hemos pasado meses en los que la vida simplemente cambió nuestro mundo social, económico, político, cultural, ambiental y nuestras múltiples dimensiones.
.Samuel Erices Riquelme, académico Trabajo Social UCEN.