por Adrien De Calan (AFP)
“Tiene el gen ganador”, dice su brazo derecho Guy Stéphan. Técnico pragmático y exigente, el seleccionador de los ‘bleus’, Didier Deschamps, antepone el resultado al resto. Y la fórmula le ha dado éxito en su impresionante carrera como jugador y entrenador, excepto el Eurocopa 2016, cuando perdió la final contra Portugal.
Al timón de los ‘bleus’, Deschamps tiene una “autoridad incontestable e indiscutible”, explica Stéphan a la AFP. “Tampoco decide todo, escucha. Aunque obviamente, es un líder”.
Esa alma de jefe, obsesionado con la victoria, ya quedó patente en su carrera como jugador. Capitaneó desde el mediocampo la generación Zinédine Zidane, coronada en el Mundial-1998 y la Europoca-2000.
Aún con el brazalete, el vasco también levantó la única Liga de Campeones para un club francés con Marsella en 1993, luego otro C1 con Juventus Turin (1996), en Italia. Ya como entrenador, llevó al Mónaco hasta la final de la Champions en 2004, y al Marsella al título de campeón de Francia en 2010.
En 2012 acudió lógicamente al rescate de una selección francesa traumatizada por el escándalo del Mundial-2010, cuando los jugadores decidieron hacer huelga en el entrenamiento.
Desde entonces, el técnico de 49 años ha enderezado el rumbo de Francia, dentro y fuera de la cancha. La reconstrucción pasó por los cuartos de final del Mundial 2014, la Eurocopa 2016, que deslustró algo su etiqueta de eterno ganador.
De cabello canoso, controla también hábilmente la comunicación y sabe transmitir, invocando “el bien del equipo de Francia”. Referente a Karim Benzema, ausente de la selección desde noviembre de 2015 por un caso de chantaje sexual, el técnico repitió incansablemente que priorizaba el equilibrio del colectivo sobre el talento individual del delantero del Real, zanjando debates.
“Didier siempre ha sido pragmático. Ha tomado decisiones para promover la cohesión del grupo. El caso Benzema es el ejemplo perfecto. Nunca ha elegido jugadores que puedan cuestionar su autoridad”, explica a la AFP su excompañero en los ‘bleus’, Emmanuel Petit.
Como claroscuros, las sospechas de dopaje cuando jugaba en la Juve, o el caso de corrupción del Marsella con Valenciennes en 1993, aunque Deschamps nunca fue directamente encausado, y su palmarés los relegó a un segundo plano.
Con contrato hasta 2020, el seleccionador anda muy esperanzado en el Mundial, al que acude con un plantel talentoso, pero aún joven. Sus detractores a veces le reprochan por una cierta cautela táctica o falta de plan de juego.
“¿Qué es una identidad de juego, aparte de palabras?“, espetó el año pasado al diario deportivo L’Equipe. Fue antes de clasificar para el Mundial con un sueño embriagador: ganar, ahora y siempre.
Al timón de los ‘bleus’, Deschamps tiene una “autoridad incontestable e indiscutible”, explica Stéphan a la AFP. “Tampoco decide todo, escucha. Aunque obviamente, es un líder”.
Esa alma de jefe, obsesionado con la victoria, ya quedó patente en su carrera como jugador. Capitaneó desde el mediocampo la generación Zinédine Zidane, coronada en el Mundial-1998 y la Europoca-2000.
Aún con el brazalete, el vasco también levantó la única Liga de Campeones para un club francés con Marsella en 1993, luego otro C1 con Juventus Turin (1996), en Italia. Ya como entrenador, llevó al Mónaco hasta la final de la Champions en 2004, y al Marsella al título de campeón de Francia en 2010.
En 2012 acudió lógicamente al rescate de una selección francesa traumatizada por el escándalo del Mundial-2010, cuando los jugadores decidieron hacer huelga en el entrenamiento.
Desde entonces, el técnico de 49 años ha enderezado el rumbo de Francia, dentro y fuera de la cancha. La reconstrucción pasó por los cuartos de final del Mundial 2014, la Eurocopa 2016, que deslustró algo su etiqueta de eterno ganador.
Sentido político
Pragmático sobre el verde, Deschamps también lo es entre bastidores. A diferencia de sus predecesores, se comenta que está muy involucrado en las actividades de la federación y va políticamente de la mano de su presidente, Noël Le Graët.De cabello canoso, controla también hábilmente la comunicación y sabe transmitir, invocando “el bien del equipo de Francia”. Referente a Karim Benzema, ausente de la selección desde noviembre de 2015 por un caso de chantaje sexual, el técnico repitió incansablemente que priorizaba el equilibrio del colectivo sobre el talento individual del delantero del Real, zanjando debates.
“Didier siempre ha sido pragmático. Ha tomado decisiones para promover la cohesión del grupo. El caso Benzema es el ejemplo perfecto. Nunca ha elegido jugadores que puedan cuestionar su autoridad”, explica a la AFP su excompañero en los ‘bleus’, Emmanuel Petit.
Como claroscuros, las sospechas de dopaje cuando jugaba en la Juve, o el caso de corrupción del Marsella con Valenciennes en 1993, aunque Deschamps nunca fue directamente encausado, y su palmarés los relegó a un segundo plano.
Con contrato hasta 2020, el seleccionador anda muy esperanzado en el Mundial, al que acude con un plantel talentoso, pero aún joven. Sus detractores a veces le reprochan por una cierta cautela táctica o falta de plan de juego.
“¿Qué es una identidad de juego, aparte de palabras?“, espetó el año pasado al diario deportivo L’Equipe. Fue antes de clasificar para el Mundial con un sueño embriagador: ganar, ahora y siempre.