El “Pacific Jewel”, de 245 metros de eslora, donde están alojados la mayoría de periodistas, tiene 14 cubiertas y puede alojar hasta 1.700 personas en pequeñas cabinas o grandes suites con vistas al océano.
También ofrece piscinas, clases de yoga y hasta un casino, con mesas de blackjack y decenas de máquinas tragamonedas.
Tampoco faltan bares y restaurantes, como el Mix Cocktail o el Orient, donde suena música jazz. Si no fuera suficiente para entretenerse, el barco también tiene un teatro donde se representan espectáculos musicales y donde se pueden celebrar fiestas.
El Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que se celebra el sábado y el domingo, fue creado en 1989 y reúne cada año a 21 países, entre ellos Estados Unidos, Japón y Rusia, y también a tres latinoamericanos (México, Perú y Chile, con Sebastián Piñera).
Este año los organizadores decidieron instalar a los participantes en un crucero por la falta de infraestructuras en la capital del país, con altos niveles de criminalidad.
“Simplemente no teníamos suficientes habitaciones de hotel en Puerto Moresby para acoger a todas las delegaciones”, admitió Justin Tkatchenko, el ministro encargado del foro, en un discurso reciente ante el parlamento.
Otra de las preocupaciones era la seguridad e intentar alejar a los delegados de la capital, una de las ciudades más peligrosas del planeta, donde son frecuentes los atracos por parte de los “raskols”, las bandas callejeras.
Según The Economist Intelligence Unit, Puerto Moresby está casi al final (en el puesto 136 de 140) de las ciudades donde mejor se vive en el mundo. Sólo Karachi, Lagos, Daca y Damasco son más peligrosas.
Por eso no sorprenden las grandes medidas de seguridad, dentro y fuera del crucero, a la espera de la llegada del presidente chino Xi Jinping y del vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence, que se alojará sin embargo en la ciudad australiana de Cairns.
A menos de un kilómetro del “Pacific Jewel” hay dos grandes buques de guerra, rodeados de pequeños botes inflables y motos de agua de la policía que patrullan la zona constantemente.
Sharon Fernandes, que trabaja como asistente nocturna en el crucero, explica que trabajan en él 650 personas de 40 países distintos y que se han tenido que adaptar al nuevo tipo de clientes.
“Por primera vez somos un hotel, no un barco. Tenemos que ser más tolerantes y adaptarnos a las distintas mentalidades”, dice a la AFP Fernandes, de 31 años, nacida en Bombay.
Los huéspedes también están contentos de estar en un barco. “Estoy muy contento de estar en un crucero porque es más seguro y más cómodo. Es mejor estar con los demás porque aquí la logística es muy difícil”, dijo un periodista de 26 años de Hong Kong.
Uno de los delegados, que no quiso ser identificado, también dijo que es más cómodo estar en un barco que un hotel bajo estrictas medidas de seguridad.
“Como delegado, no está mal estar en un crucero porque todo está preparado aquí. En un hotel hay muchas más restricciones”, apunta.