El calor que marcan los termómetros en las ciudades no depende sólo del factor de radiación o el efecto de las masas de aire que rodean cuencas como Santiago, por ejemplo. Otros factores relevantes en esa sensación térmica es el tipo de uso que se le da al suelo en esas zonas, el diseño urbano de calles y construcciones, la presencia o ausencia de áreas verdes y el relieve en general que determina espacios de ventilación o acumulación del calor, explica el académico Hugo Romero del Departamento de Geografía de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.
“En ese sentido es que se suelen registrar temperaturas más elevadas en la ciudad que en las áreas rurales debido a que las calles, paredes y techos de los edificios y habitaciones reciben la insolación en forma directa durante el día y la emiten hacia la atmósfera, contribuyendo con importantes montos de calor, especialmente en el transcurso de la noche”, agrega.
El Laboratorio de Medio Ambiente y Territorio de esa casa de estudios, en conjunto con académicos del Instituto de Geografía de la Universidad Católica de Chile, mantienen una red de medidores de temperaturas en un conjunto de ciudades como Antofagasta, Calama, Copiapó y Caldera, además de Santiago, Valparaíso, Concepción y Chillán.
Esta red ha registrado las variaciones de calor urbano durante los últimos seis años y ha marcado los valores extremos en 38 sitios al interior de la ciudad de Santiago que indican ondas e islas de calor diferentes a lo registrado por las estaciones meteorológicas.
Estas islas de calor urbano son altamente dinámicas, desplazándose a diario y horariamente. El mapa adjunto muestra que para el período en estudio (2010-2016) advierte zonas de calor donde la urbe genera picos en comunas como Lo Espejo, Santiago Centro, el límite entre Estación Central y Maipú, El Bosque y La Florida.
Los resultados de esta investigación advierten formas de controlar estos auges de temperatura a través de tratamientos urbanos específicos tanto para mitigar estas islas de calor, como para evitar su creación o aumentar con zonas más frías.
El profesor Romero reitera que es el avance urbano el que acaba con las áreas verdes que equilibran naturalmente las variaciones de calor y generan sombra, e incluso absorben calor a través de la evapotranspiración. “Las plantas y árboles sustraen desde la atmósfera para transferir el agua del suelo, captada por sus raíces, hacia las capas de aire que las rodean”, señala. Por su parte el cemento y el asfalto absorben gran cantidad de calor que sólo puede ser reducida por esas áreas verdes o grandes masas de agua.
Las construcciones en altura y las fachadas también reducen el espacio para visibilizar el cielo y encierran el calor como si se tratara de cañones rocosos mientras multiplican el factor calórico de los rayos solares con la reflexión de esas ondas.
AUTOR: La Nación
FUENTE: Carlos Salazar