“Más que un preu, una experiencia”.

Así se presenta en su página web el Preuniversitario Gauss, que desde su creación, en 2011, se la ha jugado por preparar de manera personalizada a los estudiantes.

Cuatro generaciones de adolescentes, a partir de los 15 años, han pasado por sus aulas y los resultados que han obtenido en la Prueba de Selección Universitaria (PSU) son la mejor evidencia de que la modalidad que aplican da resultados, afirma Mauricio Chiong (29), egresado de ingeniería civil industrial de la Universidad Católica y uno de sus creadores, junto a Camilo Contreras.

“De un total de 162 alumnos, en la PSU 2015 69 lograron más de 700 puntos y ocho obtuvieron más de 800”, señala.

La baja experimentada en los puntajes nacionales –sólo 65 lograron la máxima puntuación, a diferencia de los 253 puntajes nacionales de 2014- y el hecho de que el 51,1% de los estudiantes obtuvieron menos de 500 puntos (sólo un 2,5% superó los 700), la atribuye “a un mal enfoque por parte de la enseñanza entregada a los alumnos”.

“Este año la prueba, aparte de las preguntas de conocimiento general, midió interrogantes de carácter cognitivo que requiere otro tipo de educación, más personalizada y ligada a habilidades blandas, que por lo general no son enseñadas en las aulas de clases”, dice. Y apunta que “no basta sólo con realizar ensayo tras ensayo, se requiere un trabajo en conjunto entre el alumno y profesor para encontrar la falencia y mejorarla”.

Es precisamente este tipo de preparación la que se aplica en el Preuniversitario Gauss –remarca Chiong- que enseña de manera personalizada, eficaz y cercana con el alumno para “lograr el desenvolvimiento total de sus habilidades”

“SÁCATE UN 7”

Sus primeros pasos lo dieron en Peñalolén y debido al éxito logrado se expandieron a Huechuraba y Chicureo.

Antes de transformarse en preuniversitario implementaron un emprendimiento de reforzamiento escolar llamado “Sácate un 7”.

“Los alumnos nos empezaron a pedir clases de reforzamiento de la PSU y nos preguntábamos por qué ocurría esto. Les mandábamos tutores a la casa para que los prepararan. Nos dimos cuenta de que la mayoría de los preuniversitarios entregan material y no se preocupan demasiado del aprendizaje. Se da la constante que estas instituciones tienen entre 30 a 40 alumnos por curso y el que le vaya bien a los estudiantes depende del trabajo personal de cada uno”, señala.

ORIENTACIÓN Y TALLERES

En el preuniversitario las salas son de 10 alumnos como máximo. Pueden ingresar a los 15 años y entre los estudiantes hay algunos afectados con disfasia, déficit atencional e incluso se matriculó un escolar que había sufrido hidrocefalia.

“Somos muy inclusivos”, remarca Chiong.

Las clases comienzan en abril y culminan una semana antes de la PSU. Cuando ingresa un joven se le realiza un ensayo de diagnóstico, y se evalúan sus fortalezas y debilidades .

“La orientadora fija un plan de trabajo con una meta que puede ser, en algunos casos, lograr un buen puntaje. Una vez que ésta se define se evalúa si mediante los ensayos se alcanza ese nivel”, indica.

Es en base a los resultados de estos ensayos que la orientadora puede diseñar una estrategia para cada estudiante. “Una medida habitual es recomendar y coordinar la toma de tutorías para reforzar las debilidades. La orientadora realiza un acompañamiento individual, guiando al alumno en esta difícil etapa”, remarca.

El apoderado estará siempre informado del resultado de su hijo a través de intranet y podrá recurrir a la orientadora si así lo requiere.

En el preuniversitario trabajan 25 profesores. La mayoría tiene entre 25 y 35 años, algunos estudian un magíster o doctorado.

Los docentes los acompañan en su preparación y les refuerzan individualmente las materias si es necesario. “Si se detecta que algún alumno está débil en geometría se le realizan clases particulares”, agrega.

APOYO PARA POSTULAR

Junto con acompañarlos puntillosamente en el proceso se les asesora también en el momento de la postulación.

“Teníamos una alumna que no se había inscrito para rendir la PSU y debimos hacer la gestión con el Demre”, cuenta.

También tienen un simulador donde el estudiante puede calcular su puntaje de manera objetiva.

“Una alumna quería estudiar medicina, pero tenía un promedio de notas de 5,5, por lo tanto era imposible que estudiara esa carrera. Y ella lo asumió”, comenta.

El estudio se estructura de manera entretenida y por ello uno de los ejes de trabajo es la realización de maratones de estudio. Son intensivos, se repasan contenidos y se finaliza el día con una pizza o donuts.

“Las habilidades blandas de los alumnos se logran con un modelo de educación personalizado basado en tutorías y experiencias cocurriculares cómo, por ejemplo, orientación vocacional, maratones, jornadas con pizzas, talleres recreativos de yoga, donde los alumnos puedan crear este tipo de habilidades que no se enseñan en los libros”, completa.