1) El número de muertos por armas de fuego alcanza un nivel récord.
Esto es inexacto, aunque la policía federal (FBI) constata un aumento de los asesinatos en 2015 y 2016.
“Aunque los tiroteos con numerosas víctimas han aumentado en forma espectacular en Estados Unidos, la tasa global de homicidios y aquellos por arma de fuego han sufrido un declive y están en la mitad del nivel de hace 25 años”, explicó a la AFP Gregg Carter, un experto de la Universidad Bryant de Rhode Island.
“Esta disminución ha ocurrido a pesar de un relajamiento importante de la legislación sobre armas a nivel de los estados. Por ejemplo, pocos estados permitían a un ciudadano común portar un arma escondida antes de 1990, mientras que hoy casi todos lo permiten”, dijo.
En Estados Unidos, se considera generalmente que un incidente se convierte en un “tiroteo con numerosas víctimas” (“mass shooting”) cuando producen al menos cuatro muertos, excluido el autor de los disparos.
Según estadísticas de la organización Gun Violence Archive (Archivo de la Violencia por Armas de Fuego), Estados Unidos registra un promedio de un tiroteo con numerosas víctimas por día.
2) Las víctimas son escogidas al azar.
La enorme cobertura mediática de las matanzas da la falsa impresión de que las víctimas de los tiroteos no tenían ninguna vinculación con los atacantes.
Esta sensación se ve reforzada por la repetición de tragedias en lugares públicos: un concierto al aire libre en Las Vegas, un club nocturno en Florida, un campus universitario en Virginia, una escuela primaria en Connecticut…
De hecho, los estudios muestran que la mayor parte de los tiroteos están dirigidos contra una persona o una institución por la que el autor tenía un reproche particular.
Más de dos tercios de estos hechos ocurren en domicilios privados y las víctimas son frecuentemente cercanas al asesino. Según la organización Everytown for Gun Safety (Todos los pueblos por la seguridad de las armas), 50 mujeres mueren cada mes en Estados Unidos a manos de sus parejas.
3) La gran mayoría de los muertos ocurren en grandes tiroteos.
Es falso en la realidad cotidiana de la violencia por armas de fuego. Ésta se descompone en una multitud de acontecimientos no informados por los grandes medios.
Aquí un ejemplo al azar: en Fresno, California, un hombre llamado Manuel García mató el domingo a su mujer, de la que estaba divorciado, y al compañero de ella a la salida de misa. Luego se suicidó.
Un hecho así sería portada de la prensa en Francia, el Reino Unido, Japón o Australia. Pero no en Estados Unidos, donde la tasa de homicidios con arma de fuego es 25 veces más elevada que en los otros países desarrollados.
La mayoría de los 12.000 homicidios con arma de fuego en Estados Unidos no entran en la categoría de grandes tiroteos.
4) Los asesinos son mayoritariamente enfermos mentales.
La opinión pública estadounidense ha quedado horrorizada por los atacantes fríos de comportamiento demente, como Adam Lanza, que mató a su madre y luego a 20 niños en una escuela primaria de Sandy Hook; o James Holmes, que abrió fuego sobre los espectadores en un cine de Colorado.
Los especialistas piensan, sin embargo, que la vasta mayoría de las personas con problemas mentales no son violentas.
Un estudio efectuado en Baltimore, St. Louis y Los Angeles concluyó que los hechos de violencia atribuibles a problemas mentales graves son apenas el 4% de los casos registrados. En otras palabras, la inmensa mayoría de los tiroteos se explican por otros factores, como la ira, los celos y el odio.
Más de la mitad de los autores de tiroteos con numerosas víctimas tenían antecedentes por violencia conyugal.
5) La mayoría de los estadounidenses quiere prohibir las armas.
Esta idea extendida en el extranjero es ampliamente falsa. Incluso los más virulentos militantes antiarmas han renunciado a modificar la sacrosanta Segunda Enmienda de la Constitución sobre su posesión y ninguna figura política estadounidense llama a confiscar las armas.
El único debate que anima al país concierne a cuestiones marginales, como ilegalizar los dispositivos que permiten disparar ráfagas o la generalización de controles de antecedentes judiciales y siquiátricos antes de la adquisición de armas.
“Las leyes nacionales sobre las armas no cambiarán salvo que los demócratas conquisten las dos cámaras del Congreso, además de la Presidencia, y no hay ninguna posibilidad de que eso ocurra antes de 2020. Los republicanos no van a endurecer las leyes a pesar del deseo contrario de una mayoría de estadounidenses”, destaca el profesor Carter.