A días que termine el 2022, y se cumplan los primeros nueve meses del Presidente Gabriel Boric en el Gobierno -marcado por el triunfo del Rechazo en el plebiscito constitucional del 4 de septiembre- el cientista político y director de la Facultad de Economía, Gobierno y Comunicaciones de la Universidad Central, Marco Moreno, hace un balance de la gestión del Mandatario y analiza el nuevo proceso constituyente que este lunes 5 podría vivir una jornada clave.
En diálogo con La Nación digital, el académico detalla cuáles han sido las falencias del Ejecutivo una vez asumido el mandato, el cambio de gabinete realizado el 6 de septiembre que trajo rostros de la ex Nueva Mayoría al comité político del Gobierno, los efectos del triunfo del Rechazo en el discurso del Presidente, y las consecuencias de esto último en el grupo político y referencial del Mandatario.
También, se refiere a la extensión para determinar los mecanismos para el nuevo proceso constituyente, las posibles razones de esta demora por parte de los parlamentarios y las consecuencias de los primeros episodios de conflicto en las mesas de discusión del ex Congreso Nacional.
Ad portas de que se cumplan los primeros nueve meses del Gobierno, ¿cómo evalúa el inicio de esta administración?
-Primero, hemos visto un Gobierno que le ha costado poder instalarse, con un periodo de aprendizaje que ha sido más largo que lo que esta propia administración esperaba. Esto tiene que ver fundamentalmente con que es una coalición nueva (Apruebo Dignidad) donde la mayor parte de los integrantes de esta nueva coalición no tenían experiencia en la gestión de Gobierno, a excepción del Partido Comunista donde algunos de sus miembros habían ocupado algunas posiciones en el aparato público, e incluyendo a la gente que viene del Socialismo Democrático, que anota un mayor nivel de experiencia sobre todo en asuntos públicos. Pero quienes mayoritariamente asumieron este año el Gobierno no tenían un elemento importante para enfrentar un proceso de administración del Ejecutivo y de experiencia gubernamental, la cual se adquiere solo con el ejercicio de gobernar. En ese sentido, es muy parecido a lo que le pasó a la generación que asumió el poder en el año 1990, con el retorno a la democracia; hay un cierto símil en ello.
“En segundo lugar, el Gobierno ha tenido problemas para controlar la agenda pero además pierde con mucha facilidad el control de la misma. Creo que el equipo de Boric al no tener tanta experiencia ha obligado al Presidente a asumir muchas veces la resolución de los problemas, y estos llegan demasiado pronto al escritorio de Boric, cosa que deberían ser resueltos sectorialmente. Entonces tenemos a un Mandatario que comienza a inundarse de problemas y eso, evidentemente, es complicado porque toda la gestión de Gobierno y de resolución de conflictos pasan por su liderazgo y no por sus ministros y ministras o subsecretarios. Y esto último es una dificultad que tiene que ver con una sobrecarga de demandas al Mandatario.
“Y en tercer lugar, el Presidente ha tenido problemas para contar con una coalición de Gobierno que le permita llevar adelante su programa. Es decir: esta unión entre Socialismo Democrático con Apruebo Dignidad no ha sido todo lo fluida que él quisiera. Al principio, el Mandatario había ejercido un rol donde se veía como Jefe de Estado y de Gobierno; había delegado en los ministros políticos la conducción de la coalición pero vemos que eso no resultó. Ejemplo de ello es la salida de la exministra del Interior, Izkia Siches, y el cambio de ministerio de Giorgio Jackson, quienes no funcionaron para poder alinear a los parlamentarios de las dos coaliciones en un solo objetivo, y esto explica de alguna manera el mismo cambio de gabinete.
“A eso se agrega el efecto que el Gobierno no puede controlar, como lo es la inflación a la que no estábamos habituados en Chile. Evidentemente esos elementos explican por qué el Gobierno tiene una baja aprobación en las encuestas de opinión pública.
Luego de varias semanas transcurridas desde el 6 de septiembre, ¿ha sido positivo el cambio de gabinete para el Gobierno?
-Cuando ocurrió el cambio de gabinete, el Presidente estaba enfrentado a los resultados del plebiscito del 4 de septiembre y se notó que fue una decisión difícil para él, pero Juan Domingo Perón decía que “la única verdad es la realidad”, y la realidad y los hechos lo llevaron a tomar decisiones que no hubiera querido. Por eso que el Presidente ha dicho que fue doloroso para él sacar a Siches y Jackson, porque son muy cercanos, pero se vio enfrentado a la realidad: o sea el resultado del plebiscito del 62% y el mal desempeño que estaba teniendo en las encuestas de opinión pública.
“En el Gobierno no les gusta mucho esta cuña del ‘realismo sin renuncia 2.0’, que fue la frase que usó la expresidenta Michelle Bachelet en su segundo mandato donde también tuvo que hacer un ajuste mayor en relación a la expectativas en relación a su Gobierno. Yo creo que el Presidente ha hecho un poco de eso con el cambio de gabinete, de dar un giro hacia una mayor sintonía con la moderación, con la gradualidad que estaba demandando y que se expresó en el resultado del plebiscito del 4 de septiembre”.
¿Como un gabinete que de tranquilidad a sectores del Rechazo?
-Si bien en la práctica ganó el Rechazo, este gabinete busca más expresar los cambios que quiere la gente, pero, de forma gradual, moderada e incremental. El Presidente creo que concreta eso con el ajuste de gabinete y en especial en su equipo político donde instala a dos militantes del Socialismo Democrático como lo son Carolina Tohá (ministra del Interior) y Ana Lya Uriarte (ministra secretaria general de la Presidencia) y que sumado a Mario Marcel (ministro de Hacienda) expresan esta idea de moderación, cuestión que además se nota en la forma que se abordó la reforma previsional.
“Finalmente, el actual gabinete del Presidente es expresión del clima político que se instala después de la derrota del 4 de septiembre con la evidencia de que el país ha cambiado y que no es el mismo que lo eligió hace un año Presidente y ni es el mismo del estallido social de octubre de 2019″.
El Presidente ha demostrado abiertamente un cambio en su discurso, algo que quedó en manifiesto con su visita la Región de la Araucanía. ¿Cómo evalúa ese cambio de tono? ¿Se ajusta al momento del país?
-Creo que el cambio de tono en su discurso, e incluso de la comunicación de Gobierno, tiene que ver con querer sintonizar de mejor manera con la realidad. El Mandatario ya dijo meses atrás “otra cosa es con guitarra” justamente en referencia a que gobernar es un proceso complejo y además conflictivo, y por lo tanto lo que está demostrando este cambio de tono es una adecuación a la realidad y las variables que el Presidente no controló antes y que están dadas por otros factores. Creo que de manera correcta está sintonizando con ese clima en su discurso, porque no se puede ir en contra de los climas de opinión pública.
¿Y no puede resultar perjudicial este cambio en su discurso frente a su grupo de referencia, como lo es su mismo partido, Convergencia Social?
-Es que frente a la realidad tu puedes hacer dos cosas: o la procesas e internalizas, como hizo el Presidente, o te olvidas de ello y vas hacia adelante como quisieran algunos sectores de Apruebo Dignidad, como lo han planteado por ejemplo los alcaldes Daniel Jadue (Recoleta) y Daniel Sharp (Valparaíso), que son de la teoría de no hacer ninguna renuncia sino ir solo hacia adelante. Pero evidentemente eso no es actuar con realismo político y creo que el Presidente está recogiendo esa necesaria dosis de realidad. Esto lo explicaba muy bien el filósofo político y sociólogo Max Weber, cuando se refería a las lógicas de las convecciones y la lógica de la responsabilidad. El Presidente tiene que gobernar con esas dos lógicas, o sea no hay que renunciar a las convicciones pero hay que hacerlo con responsabilidad. O que es lo mismo que decir que uno muchas veces hace campaña en verso pero se gobierna en prosa, porque la realidad te impone a actuar de esa manera. Si bien, para muchos de su sector eso los desconcierta y sectores de la oposición lo llaman como una suerte de “volteretas” del Mandatario, evidentemente que hay que actuar así porque la realidad y el contexto te obliga a adecuarte a eso.
NUEVO PROCESO CONSTITUYENTE
Se ha observado que el nuevo proceso constituyente se ha extendido en determinar sus mecanismos y no hay acuerdo. ¿Cree que habrá un acuerdo constitucional o se podría terminar “archivando” frente a otras prioridades del país?
-Lo que constatamos es que el proceso perdió tracción y fuerza, porque evidentemente la ciudadanía tiene otras prioridades en su vida como las más importantes, pero no es que la gente no quiera un cambio de Constitución. Las encuestas muestran que las personas piensan que es necesario una nueva Carta Magna, pero lo que pasa es que en el orden de prioridades no está en el primer lugar. En primer lugar seguimos teniendo orden público y seguridad, los problemas derivados del espiral de inflación que afectan la cotidianidad, y en un lugar más abajo quedó la importancia del cambio constitucional. Probablemente porque también se produjo un proceso de fatiga constitucional donde la gente se agotó un poco porque ya llevamos dos años en este proceso y se produce naturalmente un desgaste. Pero el proceso sigue vigente.
-¿Y qué sucede con la voluntad para llegar a un acuerdo por el nuevo proceso?
-Sucede que a veces uno comienza a pensar que todos los actores políticos se sientan a pensar con la calculadora en la mano para llegar a un acuerdo. Ellos comienzan a mirar qué es lo más conveniente para sus propios intereses. En el caso de la oposición, particularmente en los partidos de derecha como RN, UDI y Evópoli, hay miedo que en una eventual elección, partidos como el PDG o Republicanos o nuevos partidos como Amarillos Por Chile, Demócratas, tengan un influencia importante en una nueva elección y los desplacen. Y por el lado del oficialismo también hay dudas de que se haga un proceso electoral prontamente o en unos meses, ya que podría resultar adverso porque hay una mala evaluación de la gestión del Gobierno y eso se podría traspasar a la elección del proceso constituyente, por ende todos tienen motivos distintos para quitar el pie del acelerador y se ha perdido tracción.
Sobre esto, Marco Moreno analiza las fechas disponibles para realizar los nuevos comicios para el proceso constituyente y afirma que “hay que pensar que queda poco tiempo para llegar a un acuerdo. En Chile no podemos hacer una nueva elección de una nueva Convención, ni en enero ni en febrero y probablemente tampoco en marzo por razones culturales y de vida común, entonces la posibilidad de hacerlo sería en abril o mayo del próximo año (2023), pero para eso hay que acordarlo ahora, porque el Servel necesita al menos tres meses para instalar una logística para una nueva elección. Pero desde abril también vienen meses complejos por el invierno ya que en julio y agosto también resulta complejo hacer elecciones por una razón climática, y luego se nos aparece septiembre con la celebración de las Fiestas Patrias pero además con la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, donde seguramente el próximo año va a estar muy teñido con ese tema, por lo que ni para el oficialismo ni para la oposición va a ser bueno hacer algo en septiembre. Y ya en el año 2024 se inicia el ciclo electoral en Chile: tenemos elecciones de alcalde, concejales y gobernadores, y en el 2025 tenemos elecciones políticas parlamentarias: diputados y senadores. Por lo tanto la única posibilidad es hacerlo entre abril y mayo del próximo año, pero para eso, tiene que haber un acuerdo a más tardar para fines de diciembre.
–De haber un acuerdo, ¿qué podría suceder con la legitimidad del proceso teniendo presente que ya no está el mismo ánimo del 15 de noviembre del 2019?
-Independiente del ánimo de la gente, creo que sería un grave error que el nuevo proceso constituyente no se diera mediante una deliberación ciudadana donde se pudieran elegir estos nuevos integrantes. ¿Puede haber una mixtura? Por supuesto, y que en ella hayan expertos, miembros de la sociedad civil, etc., pero que sea mediante un proceso democrático, de elección, porque la legitimidad la dan las urnas. Yo no concibo que el mecanismo de la designación pueda reemplazar al de votación por muy desprestigiado que haya estado el proceso constituyente anterior. Sencillamente la designación no puede reemplazar a la elección en las urnas. Solo haría inviable este nuevo proceso porque son los comicios lo que finalmente sostienen la legitimidad.
–¿Cuál debería ser el rol del Gobierno en este nuevo proceso? ¿Ser protagonista o distanciarse?
-Yo creo que el Gobierno con la dura experiencia de la derrota del 4 de septiembre ya probó que el haber tomado posición respecto a la elección le terminó pasando la cuenta. El Ejecutivo lo que debe ser es garante, facilitar y generar las condiciones para que se desarrolle un proceso de estas características, pero no puede asumir como Ejecutivo una posición. Solo deben tomar un rol prescindente y no como lo tomó el proceso pasado. Aunque me imagino que ya tendrán un aprendizaje que el haber tomado partido le terminó jugando en contra ya que hoy se lo enrostran todos los sectores.
–Episodios como los protagonizados por el diputado Gaspar Rivas (PDG) en la discusión sobre el proceso constituyente, sumado a la imagen de “Pancho Malo” sentado en una mesa paralela, y la misma tardanza del acuerdo, ¿podría provocar reproches de la población y un eventual fracaso a este nuevo proceso, incluso antes que comience?
-Este proceso tiene que ser producto de un entendimiento entre quienes estén disponible para poder garantizarlo, como ocurrió con el acuerdo del 15 de noviembre de 2019. Recordemos que en aquella oportunidad el Partido Comunista se restó del acuerdo, por lo mismo, yo creo que el acuerdo que surja ahora tiene que ser entre quienes estén disponible para garantizarlo y no para estropearlo. Si el Partido Republicano, el Partido de la Gente no quieren concurrir tendrán que asumir el costo de quedarse afuera, y lo mismo en otros sectores: si los movimientos más radicales de izquierda, hoy representados por los alcaldes Sharp y Jadue no quieren concurrir, también tendrán que asumir los costos, pero el acuerdo tiene que ser el resultado de un conceso entre quienes quieran hacerlo posible. De hecho, tener actores que obstaculizan o entorpecen el conceso resulta peor que estén dentro, ya que quienes no quieran un acuerdo siempre van a querer boicotearlo.